El poema: Bodegas del Viento

Opinión
/ 29 julio 2025

Existe un valle lleno de vides, rodeado de espectaculares montañas, donde corre el viento y sopla la historia. Donde los antiguos huachichiles profetizaron seguramente el esplendor venidero a la llegada de la familia Dávila.

Cinco generaciones de amor al campo, desde el maíz y la papa, ha ido escribiendo un poema. Perdone la emoción y la nostalgia, llegar aquí es abrir emociones.

En el Huachichil en la Sierra de Arteaga existe un sitio donde se producen unos de los mejores vinos de este país, donde la naturaleza le canta un bolero al oído: “Bésame, bésame mucho, como si fuera esta noche la última vez”, porque cuando llegas no querrás irte.

Con una imponente vista, donde exactamente se ve lo que José Alejandro, uno de sus propietarios, expresa: “El amor a la agricultura, a la tierra”. Adivinó: Bodegas del Viento. El sólo nombre ya es un motivo para escribir una nota amorosa a la relación que se genera cuando vas de visita, un viento que sopla a tus oídos los mejores vinos.

Empecemos con Sol de Noche, un ensamble de Cabernet Sauvignon, shiraz y merlot. Un vino elegante, profundo como los atardeceres que cubren este lugar, potente, especiado, con notas de piracina. Un vino que se queda en la memoria y el gusto. Este viñedo boutique se enfoca a todos los detalles por eso el resultado es estupendo: Kurdo, el Pinot Noir, RU, el mejor Pinot Noir Rose que ha pasado por mi aún aprendiz gusto.

Vinos elaborados con pasión que me llevaría dos artículos en describir todas sus cualidades aromáticas y en boca. Una de las grandes virtudes que denoto en estos vinos es el maridaje con ingredientes y cocina regional.

La carne es base del maridaje de muchos vinos tintos y puedo sugerir que unas setas confitadas en un cremoso de queso de rancho, con mantequilla de verdad o aceite de oliva, un poco de tomillo y pimienta rosa que se da también junto con los mejores hongos de cultivo muy cerca de esta bodega quedaría maravilloso con Sol de Noche.

Que un Kurdo lo acompañaría con una barbacoa de pozo, que el RU con un asado de bodas podría volarnos la cabeza. El Pinot Noir Rose con un grandioso pay de manzana, con un queso ligero, una crema pastelera con suaves notas de vainilla y de Papantla, orgullo nacional.

Ya la experiencia del vino es una serendipia, pero la visita es un regalo. Pioneros en el enoturismo, con llenos totales, paseo en bicicleta en un contacto como el que sentían los huachichiles con sus tradiciones y ofrendas al dios del viento, su deidad que ahora distingue y da nombre a esta bodega.

En los últimos años han tenido más de veinte mil visitantes, con un amanecer con brunch nos reciben cada fin de semana. Y como todo lugar que inspira nace el Artista del Viento, ya con ocho ediciones, donde se le da un lugar a artistas mexicanos para exaltar el arte y la promesa que sus vinos son justamente una obra pintada a mano llena de inspiración y talento con este contacto sublime de naturaleza.

Para la familia Dávila el vino es la unidad familiar, incluso para los que no beben vino, pero este elixir los reúne, los convoca y nos hace participes a todos de su ritual al invitarnos a probar estos vinos multipremiados, a pisar su césped y apreciar la grandeza de las montañas verde azuladas.

No deje de visitar esta Bodega que está a sólo unos cuarenta minutos de Saltillo, puede tomar carretera por Derramadero o por lo la 57 pasando el Cedrito, ambas como portales que van abriendo el camino a la emoción, al gusto, al contacto a lo mágico que es Bodegas del Viento, que próximamente tendrá un restaurante y más motivos para visitarlo; para retirarse con el alma llena de mensajes que sólo esta experiencia puede brindar.

El vino no te pone borracho, te pone fantástico.

La vida es una gran receta.

Ivonne Orozco

Guisandera Mexicana

Sommelier en vino mexicano

Por el Colegio Mexicano del Vino

Mayora de cocina tradicional y estudiosa de la gastronomía mexicana. Nacida en una olla de barro en ebullición con el caldo de los frijoles negros. De raíces Oaxaqueñas, viviendo en Coahuila, con matices Veracruzanos por parte de padre. Una cocina migratoria, concebida para el mismo fin: disfrutar la mesa.

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