El PRI: ese horrible club social

Opinión
/ 3 octubre 2022
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El próximo año en Coahuila se juegan para la elección de un nuevo gobernador y la renovación total del Congreso

“¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano?(...)

Que ya no hay mordelones, que ya puedes ahorrar.

Sigue soñando que el PRI ya no anda en zancos

Que prestan en los bancos, que dejas de fumar.”

El próximo año en Coahuila se juegan para la elección de un nuevo gobernador y la renovación total del Congreso, dos visiones de país muy distintas: la de la Cuarta Transformación de la Vida Pública de México encabezada por el Presidente de la República y el movimiento obradorista; y la continuidad del PRI, reducido ya a un partido local coahuilense y encabezado por el gobernador y su intentona por imponer a un funcionario del gabinete como candidato. La introducción no solamente es retórica, sino que pretende revelar una deficiencia estructural en el debate público del estado: en el Coahuila de hoy no hay una visión de futuro, ni proyecto político, ni programa de acción con el cual debatir y confrontar ideas. Puro arrebato y desplante.

Me explico.

Digámoslo claro: quien defiende al PRI –y por defender me refiero a quien cuando estás sentado en una cantina tranquilamente tomando una cerveza con clamato sin hielo un viernes por la tarde, se te acerca sin previa invitación a decirte que él y su familia son muy príitas (“¡pero muy priístas!”) y que Manolo Jiménez es el próximo gobernador de Coahuila con, sin o a pesar de Alito Moreno, a quien conoce y considera su amigo pero que por andar de presumido con sus casas y sus carros (“por cierto, yo también tengo un Lamborghini”) ya cayó de su gracia —lo que en realidad está haciendo es defender relaciones de poder, influencia y compadrazgo. ¡Y es que eso son! ¿O acaso hemos escuchado alguna idea original, innovadora, propia de sus dirigentes y representantes populares que no sea la mentira y la descalificación a Morena y al Presidente? Después de tantos años, el PRI en los hechos es en realidad un club social que renueva sus membrecías cada seis años y ofrece licencias para robar, mentir y traicionar a todos aquellos que sean seleccionados por el nuevo gobernador para entrar. El capricho y la arbitrariedad hecha una forma de gobierno. No hay nada más que eso. Así fue con los hermanos Moreira, así es con Miguel Ángel Riquelme, así sería con Manolo Jiménez.

En cuatro años (2018-2022) hemos logrado triunfos y victorias que nos posicionan como el movimiento social más grande de América Latina. ¿El PRI qué? ¿Qué presumen? ¿Sobre qué basan su orgullo político, sus alcances sociales, sus logros económicos, su influencia cultural o sus triunfos éticos? Sin emblema, mérito o distinciones, ¿qué sentido tendría pertenecer?

A los militantes de la Cuarta Transformación de la Vida Pública de México nos atacan, difaman y calumnian por querer construir una Patria nueva y una vida mejor. Construimos una red mínima de bienestar para las personas más necesitadas. Reducimos el gasto superfluo e innecesario destinado a los excesos y privilegios. Aumentamos la recaudación de impuestos e hicimos más eficiente el gasto al enfocar nuestro programa político a cumplir la máxima de que para que nos vaya bien a todos, primero van los pobres.

Además y de manera muy importante, reivindicamos que la política es el más noble oficio al que un ciudadano pudiera dedicar su vida y no como la generación neoliberal y conservadora de funcionarios que, enloquecidos por el lujo, se revelaron como unos completos patanes, gandallas y prepotentes.

Así eran en el gobierno federal.

Así son en el gobierno estatal.

Sobre aviso no hay engaño.

Bien dicen que en política no hay sorpresas, hay sorprendidos.

Twitter: @AntonioAttolini

Correo: antonio.attm@gmail.com

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