El reto Trump: un nuevo enfoque global para el derecho internacional de los derechos humanos

Opinión
/ 16 febrero 2025

La política de deportaciones que actualmente afecta a miles de familias migrantes en Estados Unidos es un claro ejemplo de cómo los derechos humanos están en peligro

La reciente victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos ha encendido las alarmas respecto al futuro del Derecho Internacional de los Derechos Humanos (DIDH). Este resultado electoral, junto con las amenazas que ha lanzado contra los derechos de los migrantes y contra el territorio de Palestina, nos obliga a reflexionar sobre la fragilidad de los mecanismos internacionales destinados a proteger la paz de la Comunidad Internacional y, por ende, la dignidad humana. Las deportaciones masivas que se están llevando a cabo en Estados Unidos, así como las amenazas de ocupar territorios palestinos expulsando a su población, ilustran cómo los intereses políticos pueden imponerse sobre las normas y principios éticos fundamentales desarrollados tanto en la Carta de Naciones Unidas como en la Carta de Derechos Humanos.

Ante este escenario, es imprescindible adoptar un enfoque que integre disciplinas, como la Bioética Global, con el objetivo de recuperar las posturas éticas que se desarrollaron tras la Segunda Guerra Mundial. Relacionado con lo anterior, la Bioética Global se entiende como el enfoque interdisciplinario que integra la ética, el derecho, la ciencia y las políticas públicas para abordar dilemas éticos que afectan a la humanidad en su conjunto. Esta disciplina se fundamenta en la protección de la dignidad humana, la justicia social y el equilibrio ambiental, reconociendo la interdependencia entre los derechos humanos, la sostenibilidad y el bienestar de las generaciones presentes y futuras.

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En este sentido, la política de deportaciones que actualmente afecta a miles de familias migrantes en Estados Unidos es un claro ejemplo de cómo los derechos humanos están en peligro. Personas que han vivido por años en territorio estadounidense son separadas de sus familias y enviadas a países donde carecen de medios de vida e, incluso, corren peligro. Desde el enfoque de los derechos humanos, esto representa una violación del principio de no devolución, que prohíbe expulsar a una persona a un lugar donde su seguridad esté en riesgo. Sin embargo, la frialdad de las decisiones políticas ha deshumanizado estos dilemas, convirtiéndolos en cifras y expedientes administrativos. Este hecho muestra la necesidad de recuperar los principios éticos universales de la Comunidad Internacional, aplicados a partir de metodologías como la que propone la Bioética Global.

Además, la reciente decisión del presidente Donald Trump de que Estados Unidos asuma el control de la Franja de Gaza y desplace a sus habitantes palestinos a países como Jordania y Egipto, profundiza la crisis humanitaria en los territorios ocupados. Esta propuesta, que busca transformar Gaza en la “Riviera de Oriente Medio”, implica el desalojo forzoso de más de dos millones de palestinos, vulnerando principios fundamentales del Derecho Internacional y exacerbando las dificultades en el acceso a recursos esenciales como la salud, la educación y el agua potable. La interdependencia de estos derechos es un pilar del Derecho Internacional y su fragmentación no sólo es ilegal, sino también inmoral. La Bioética Global nos recuerda que la dignidad humana debe ser el eje central en cualquier decisión política y que la sostenibilidad de las comunidades afectadas requiere una cooperación internacional basada en la solidaridad y el respeto a los derechos fundamentales.

Frente a estos desafíos, es urgente renovar los compromisos multilaterales y fortalecer las estructuras que protegen los derechos humanos. La retórica nacionalista no puede justificar el abandono de las obligaciones internacionales y, por ello, la Comunidad Internacional debe reconocer que los problemas de hoy son globales en su naturaleza y requieren soluciones que integren perspectivas éticas, legales y sociales.

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La situación actual también nos invita a reflexionar sobre cómo se implementan los derechos humanos en diferentes contextos. Las políticas de deportación y la crisis en Palestina evidencian las tensiones entre universalidad y particularidad. Aunque los derechos humanos son inherentes a todas las personas, su aplicación requiere sensibilidad hacia las realidades culturales y locales diferentes. Esto no significa relativizar los derechos, sino adaptar las estrategias para garantizar su efectividad.

En un momento histórico como el actual, es fundamental recordar que la protección de la dignidad humana trasciende las fronteras nacionales, esto es, las decisiones que hoy se toman en Washington o Jerusalén tienen repercusiones globales. La integración de la Bioética Global con el DIDH no es sólo una propuesta teórica, sino una necesidad práctica para enfrentar los retos del siglo 21. La Ética y el Derecho deben trabajar juntos para construir un futuro más justo, donde ningún ser humano sea tratado como una cifra desechable en nombre de intereses políticos o económicos.

La autora es Profesora-Investigadora de la Academia Interamericana de Derechos Humanos

Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH

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