El tren de la devastación en México
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Un tren de muerte nos persigue sobre vías apuntaladas desde cenotes, vías largas que pueden alcanzarnos; no es el tren que llevó sobre sus alas de acero a la Revolución Mexicana, en la que luchó mi abuelo Apolonio contra la esclavitud del peonaje y las tiendas de raya; no es un tren para turistas deseosos de deslumbrarse con recorridos mágicos; ni el AVE que te traslada de Madrid a Cádiz, España, lugar que nos recuerda la Constitución esperanzadora de 1812 que apuntaló la insurgencia y la frase “la Patria es primero”, expresada ante el virrey Félix Calleja por Vicente Guerrero, militar afrodescendiente mandado a fusilar por un traidor, cuyo nombre lleva mi precioso pueblo. El tren del que hablo es el que surge de la muerte de millones de individuos de la floresta selvática, sinónimo de devastación.
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Cada país tiene sus contradicciones, sus héroes y sus patanes; sus protagonistas y antagonistas. Hoy día, al momento de decidir por quién votar para representarte en las lides ejecutivas y legislativas, es difícil conocer la calidad de quien te habla a simple vista, de creer o no en encuestas muchas veces pagadas por interesados que buscan aparecer como ganadores. La simulación brilla como si fuera la verdad. Las encuestas nos confunden, la última palabra la tenemos los votantes...
Y aunque hemos sucumbido muchas veces ante el engaño de políticos partidistas, la confianza aún se sigue asomando en nuestros pasos. Somos nosotros los que tenemos el poder de decidir, no hay “chespiritos” que nos salven, no hay personajes con capa y antifaz que protejan la verdadera soberanía más allá de un territorio diezmado. La autodeterminación depende de cada uno de nosotros, se inspira en nuestro coraje, en nuestro corazón y entendimiento, parte de nuestra convicción.
Somos un pueblo mestizo que debe aprender a respetar a los pueblos originarios; somos un pueblo antiguo y presente con fortalezas insospechadas para detener cualquier tren que nos quiera avasallar.
Sin embargo, no nos atrevemos a actuar, seguimos siendo un pueblo con apatía reprobable hacia la democracia en acción, pues muchos que defienden su condición de ciudadanos se quedan en el confort de sus cuatro paredes esperando los resultados de la votación de un futuro que los podría anclar por decenios; algunos se escudan en el imaginario de que ya se sabe quiénes ganarán y entonces, ¿para qué votar?
Para mí el resultado de la ecuación de hoy es sencilla: se trata de que las distintas fuerzas que aspiran a posiciones de poder tengan un lugar, pero no que una de ellas sea preponderante y sepulte a las demás. El balance de estas fuerzas es absolutamente necesario en este momento de la historia de nuestro país.
Hoy quiero ser el primero de la fila para votar, elegiré a las personas más que a los partidos. Sé por quienes votaré. No tengo miedo de que haya trifulcas inducidas o padecer el calor atípico que sufrimos estos días como consecuencia del cambio climático: acudiré a las urnas que me corresponden a ejercer mi derecho de votar. Actuar circularmente es el principal modo de enfrentar trenes lineales. México es producto de millones de seres que lo hemos ido construyendo con nuestra propia vida y podría aún ser un mejor país para todos si apostáramos a la circularidad en la política, en la ciencia, en el arte, en la cultura, en la producción y en el consumo.
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El vocablo náhuatl xicome es el siete en la numerología azteca y debemos repetirlo, xicome-xicome-xicome: ¡México!, fuera de subterfugios y de verdades a medias. Los mexicanos somos muchos. Manifestémonos hoy 2 de junio de 2024 y seamos parte de la inteligencia colectiva por el bien común. Que el Tonatiuh Qualo (eclipse total de sol) del pasado 8 de abril sea preámbulo del sexto sol para nuestro México.