El viacrucis de conseguir buenos empleados: misión casi imposible

Opinión
/ 19 septiembre 2025

Conseguir buenos empleados es difícil porque vivimos en un mundo donde todos quieren la recompensa sin el esfuerzo. Pero también porque los empresarios muchas veces quieren resultados inmediatos y no invierten en las personas

Encontrar buenos empleados hoy en día es como casi hallar la segunda caja abierta en el Oxxo de la esquina: todos dicen que existen, pero nomás nadie la ha visto. Y ojo, no hablo de empleados perfectos (esos son un mito, como las suegras que no critican), sino de gente que al menos cumpla lo básico: llegar a tiempo, hacer su chamba sin llorar, no desaparecer a media semana porque “me fui a reflexionar a la playa” y, de perdido, tener la decencia de avisar si ya no van a volver.

Antes, contratar era relativamente fácil: se ponía un anuncio, llegaba gente, se le entrenaba, y aunque hubiera uno que otro flojo, la mayoría respondía. Hoy no: entrevistar a alguien es como participar en un reality show de desgracias. Toca escuchar historias de “quiero un empleo, pero que no sea pesado, que me paguen bien, que no tenga horarios, que me den chance de usar el celular todo el día y que me dejen faltar cuando mi gato se sienta deprimido”. Y uno ahí, con cara de “ah, chingado, ¿no que andabas buscando trabajo?”.

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Y es que ahora existe una nueva raza de empleados: la generación de cristal con wifi. No me malinterpreten: no todo es culpa de los chamacos. El mundo ha cambiado. Antes, si querías dinero, trabajabas. Hoy, si quieres dinero, abres OnlyFans, streameas videojuegos o te inventas un canal de TikTok donde bailas con cara de zombie. Y lo peor: a algunos les funciona. Entonces, cuando les dices “oye, aquí el horario es de lunes a viernes, entras a las 9:00”, te miran con cara de “¡qué abuso laboral!”.

El problema es que muchos llegan al trabajo pensando que es como Netflix: “si no me gusta, me salgo y me voy a otro”. Claro, ellos no entienden que para el empresario cada empleado es una inversión: tiempo de capacitación, uniformes, sueldos, prestaciones y hasta la paciencia que uno tiene que aguantar. Y cuando al tercer día desaparecen como Houdini, lo único que queda es coraje y la pregunta eterna: ¿dónde chingados están los empleados de antes?

Otra joyita: los currículums. Llega un papelito lleno de logros dignos de un CEO: “experto en ventas, manejo de personal, desarrollo de proyectos internacionales, habilidades de liderazgo”. Y cuando llega la entrevista, resulta que no sabe ni contestar el teléfono. Eso sí, se sabe todos los filtros de Instagram y los pasos de reguetón.

El currículum es como el perfil de Tinder: puro Photoshop. Lo lees y piensas “este cabrón me va a levantar la empresa”, pero a la semana ya lo ves sentado, bostezando y preguntando si hay chance de salir temprano porque “se me juntaron los pendientes de la uni”.

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Hoy, por desgracia, mis queridos lectores, estamos atravesando por una cultura desastrosa, humillante, abominable, hablo de la cultura del mínimo esfuerzo. Muchos empleados actuales trabajan con una filosofía bien simple: “¿qué es lo menos que puedo hacer para que no me corran?”. Y esa mentalidad mata cualquier negocio. Porque al final, no importa qué tanto inviertas en publicidad, en productos o en tecnología: si el empleado que atiende al cliente está de malas, si el mesero trae cara de funeral, si el vendedor se esconde en el baño para no atender, todo se va al carajo.

Ahí es cuando entiendes que no buscas manos, buscas actitud. No te sirve un genio que llega tarde, que no escucha, que pone pretextos. Prefieres mil veces a alguien con ganas de aprender, con humildad, con disciplina. Pero esos, créanme, valen oro. Y oro ya casi no se mina en esta selva laboral.

Aquí es donde los patrones también tienen que tragarse el orgullo. Porque sí: conseguir buenos empleados es difícil, pero retenerlos lo es todavía más. A veces uno quiere el empleado perfecto y se le olvida que también hay jefes de la chingada: gritones, explotadores, que creen que pagar un sueldo de miseria ya les da derecho a esclavizar a la gente.

Y no, tampoco se trata de irnos al extremo hippie de “los empleados son mis amigos, aquí todos somos familia”. No mames, las familias también se pelean y se odian. Se trata de encontrar un equilibrio: exigir lo justo, pagar lo justo y crear un lugar donde la gente quiera estar. Porque si tu empresa parece cárcel, la fuga va a ser masiva.

La verdad es que el empleado ideal no existe... pero se puede construir. Un buen empleado no se encuentra, se forma. Sí, cuesta tiempo, dinero, paciencia y hasta canas. Pero si logras identificar a ese chavo o chava que trae hambre de crecer (hambre real, no de tacos), entonces vale la pena invertirle. Porque con la capacitación adecuada, la motivación justa y una dirección clara, esa persona se puede volver la columna vertebral de tu negocio.

Claro, no espere milagros. No todos van a durar 10 años con usted. Habrá rotación, habrá desilusiones, habrá traiciones. Pero si cada cierto tiempo logra quedarse con uno o dos buenos, esos serán los que hagan la diferencia.

Conseguir buenos empleados es difícil porque vivimos en un mundo donde todos quieren la recompensa sin el esfuerzo. Pero también porque los empresarios muchas veces quieren resultados inmediatos y no invierten en las personas. Entonces la solución no es quejarse y llorar, sino trabajar en dos frentes: atraer mejor talento y ser mejores líderes.

Y aquí va lo cabrón: no espere que la gente trabaje con pasión por tu empresa si tú no la tienes. Si tú mismo estás amargado, quemado, sin visión, tus empleados lo van a notar. Porque la energía se contagia y la mediocridad también.

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Así que, en vez de seguir quejándote de que “ya no hay buenos empleados”, pregúntate: ¿qué estoy haciendo yo para que alguien quiera trabajar conmigo y no sólo para mí?

Aquí la palabra clave es: acción o extinción. Si de verdad quiere buenos empleados, deje de buscarlos como si fueran Pokémon raros. Mejor enfóquese en crear un sistema donde los mediocres se vayan solos y los buenos se queden. Capacite, reconozca, pague lo justo y, sobre todo, dé ejemplo.

El empleado perfecto no existe, pero el líder culero sí. Y si uno no cambia, va a seguir contratando gente que se va a la primera tormenta.

La acción es simple, pero poderosa: invierta en tu gente, porque sin ellos su negocio es sólo un local vacío con un letrero bonito. Y la neta, clientes y sueños no se atienden solos. Pero al fin y al cabo, esta es solamente mi siempre y nunca jamás humilde opinión. Y usted... ¿Qué opina?

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Oriundo de Matamoros, Tamaulipas, México, estudió la carrera de Licenciatura en Comercio Exterior, pero debido a su gran pasión e interés por la cocina, decide estudiar posteriormente la carrera de Profesional Gastronómico, la cual ejerce actualmente. Se ha desarrollado como Chef de distintos restaurantes. Es miembro de distintas organizaciones gastronómicas como: La Sociedad Mexicana de Gastronomía, Embajadores Gourmet sede México, así como además de estar certificado ante la WACS (World Association of Chefs Societies/ Asociación Mundial deSociedades de Cocineros) de París, Francia. Y Master Pizzaiolo ante la AVPN (The True Neapolitan Pizza Association (Associazione Verace Pizza napoletana,AVPN). Actualmente, se dedica a impartir cursos, talleres, masterclass y conferencias, así como brindar servicios de asesoría y consultoría gastronómica a distintas empresas y restaurantes.

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