Anoche tuvo lugar el tercer y último debate entre quienes aspiran a ocupar la Presidencia de la República a partir del 1 de octubre próximo. Los tres ejercicios organizados por el Instituto Nacional Electoral (INE) tuvieron el propósito de ofrecer a la ciudadanía elementos adicionales para normar nuestro voto y acudir a las urnas, el próximo 2 de junio, con mejores elementos.
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Sobre el último de los encuentros entre Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez debe decirse que fue, sin duda, el mejor de los tres: estuvo mejor organizado, tuvo una moderación más ágil y las tres candidaturas lucieron más sueltas, más en su papel.
Claramente hubo diferencias en las estrategias desplegadas por cada aspirante. Xóchitl Gálvez se dedicó, sobre todo, a enfatizar los “pecados” y falencias del actual Gobierno de la República y eso le dejó poco tiempo para hacer propuestas; Claudia Sheinbaum centró sus participaciones en enfatizar propuestas y logros de su gobierno, aunque también marcó enfáticamente algunas diferencias y Jorge Álvarez Máynez se enfocó en ser el aspirante más serio y quien más tiempo le dedicó a desarrollar propuestas.
Como ocurre después de cada ejercicio de este tipo, lo que sigue ahora es un proceso que los especialistas consideran incluso más importante que el mismo debate: el postdebate, es decir, el análisis de lo ocurrido y la difusión de dichos análisis, con el propósito de −a través de dicho ejercicio, sí− influir en el ánimo de los electores.
Sin duda el ejercicio de confrontación de ideas, así como los análisis posteriores, constituyen un concurso de parcialidades. Pero de eso se tratan las elecciones. Lo que corresponde a la ciudadanía, en cada proceso electoral, es decantarse por la parcialidad con la cual se sienta más identificada.
En este sentido, el análisis posterior seguramente abordará sobre si los debates deben centrarse más en las propuestas que en los ataques y en los “cómos” más que en los “qués”. Se trata de discusiones que vienen de lejos y no han sido zanjadas de forma suficiente, en esencia porque nuestros políticos se resisten a ello.
En última instancia, sin embargo, lo importante es que estos ejercicios le resulten útiles a los electores, que les aporten elementos −incluso de carácter subjetivo− para construir la decisión que plasmarán en la boleta el día de la jornada electoral.
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Sin duda lo debates en México pueden −y deben− mejorar. Pueden ser mucho mejores que lo ofrecido en los tres ejercicios de esta contienda presidencial. Por ahora, sin embargo, lo que ya hemos visto es lo que fueron capaces de entregar partidos, contendientes y autoridad electoral. Habrá que usar eso para construir la decisión.
Sobre todo, habrá que construir, más allá de las deficiencias de los debates y las campañas mismas, la determinación de involucrarse en la construcción de la decisión colectiva sobre quién gobernará el país el próximo sexenio. La cita con las urnas es una a la que no debemos faltar.