En la Madre: repertorio de poemas
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Con motivo del 10 de mayo salía cada año a luz un repertorio de poemas que el paso del tiempo terminó casi por desterrar, pues ciertamente no pertenecen ya a la sensibilidad de nuestra época. Cuando llegaba el Día de la Madre se hacía a un lado todo sentido de la cursilería, y cualquier expansión emotiva era permitida con tal de cumplir los rituales de la fecha.
El mayor de los poemas a la madre –el padre de todos los poemas a la madre– era, tanto en extensión como en fama, “El Brindis del Bohemio”, del potosino Guillermo Aguirre y Fierro. Muy conocido fue el poema; desconocido casi es el poeta. En su mismo estado natal es poco recordado. Recientemente estuve en San Luis Potosí y fui a la librería de la Universidad. Hay en ella una copiosa cantidad de libros de autores locales, pero ninguno pude conseguir de este bardo a quien se debe uno de los poemas que tuvo mayor difusión en nuestro país.
Guillermo Aguirre y Fierro nació en la capital potosina el año de 1887, y murió en la Ciudad de México en 1948. Se ganó la vida como periodista. Fue gran bohemio, quizá como Arturo, “aquel bohemio puro” que es la figura central de su poema. Hasta donde sé, publicó un sólo libro de versos, de título poco original, pues se llama “Sonrisas y Lágrimas”. Ese libro apareció en 1942, y habría pasado inadvertido si no es porque en él venía un largo poema que de inmediato fue adoptado por los declamadores y difundido por doquier. Ese poema es “El Brindis del Bohemio”, perfecto para la declamación por su tono grandilocuente, lacrimoso y de exaltación de una figura como la madre, capaz de suscitar todos los sentimentalismos.
Otros poemas hay a semejanza de éste, plagados de un romanticismo decimonónico que entre nosotros se mantuvo hasta mediados del siglo 20. Recordemos “Mater Admirabilis”, y aquél de “Mamá, soy Paquito”. Los declamadores hallaron nueva veta en un poemario español de pandereta puesto de moda por Miguel Herrero. “Toíto te lo consiento” es el ejemplo más acabado de ese género en lo que se refiere al asunto maternal. Luego está “Guaja”. Este poema invariablemente es presentado por los declamadores o los maestros de ceremonias como “La Guaja”. Piensan seguramente que tal palabra es del género femenino, y que se refiere a la madre que habla en el poema. La verdad es que en este caso la palabra “guaja” se aplica a un niño. “Guaja” significa pillo, tunante o granuja, y es el adjetivo con que la madre se dirige a su hijo para reprenderlo: “Ven acá, so guaja”.
Pero más allá de gramatiquerías diré que como había madres había poemas a la madre, siempre declamatorios y siempre desbordantes de sentimentalismo. Eran elementos propios de esta fecha, como las Mañanitas de Pedro Infante, las películas de Sara García y el “Amor de Madre”, chotis. Formaron parte del arte popular, al igual que los almanaques de Jesús Helguera. Yo recuerdo todo eso con nostalgia. Así diciendo tomo en mis manos “El Tesoro del Declamador” y leo: “... Si tienes una madre todavía, da gracias al Señor que te ama tanto...”. Etcétera.
Encuesta Vanguardia
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