En la Termópolis

Opinión
/ 18 agosto 2025

Estuve hace unos días en Aguascalientes, y recogí algunos sabrosos decires que en esa bella ciudad se escuchan todavía

A la ciudad de Aguascalientes algunos señores de saber la llaman “Termópolis”. Me imagino que sacan la palabra del nombre que los romanos daban a sus baños de agua caliente: termas. Estuve hace unos días en Aguascalientes, y recogí algunos sabrosos decires que en esa bella ciudad se escuchan todavía. Comparto contigo algunos de esos dichos y refranes aguascalentenses:

- ¡Vamos a ver si es verdad que a Chepa le vaporiza!

Lo dice un valentón cuando otro le hace frente. Es lo mismo que decir: “Vamos a ver de qué cuero salen más correas”.

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- Si ese alacrán me picara San Jorge sería un cabrón.

Usa ese dicharacho el que confía en afrontar un peligro sin recibir daño. San Jorge, que combatió contra el dragón, es santo patrono de los animales, y sirve para protegernos de aquellos que nos amenazan: serpientes, tarántulas, arañas venenosas, etcétera. En las excursiones, cuando por la noche nos tendíamos sobre el vivo suelo para dormir, rezábamos la invocación que dice: “San Jorge bendito, amarra a tus animalitos”.

- La codicia mata al hombre, y el Calomel a los chatos.

Este dicho vulgarón alude a cierto pernicioso insecto que se adquiría por vecindad venérea. Se combatía al tal insecto con Calomel, también llamado “pomada del soldado”. Cierto mílite estaba en una farmacia cuando llegó una dama de la vida alegre y pidió un peso de pomada del soldado. Se sintió aludido el militar y le dijo al boticario: “Y a mí deme dos pesos de pomada de la puta”.

En Aguascalientes me dijeron de los pregones que aún se escuchan en las calles de la ciudad. Yo a mi vez recordé los que en el Saltillo antiguo se escuchaban. El de aquel viejecito que vendía una redundante nogada de nuez, golosina que tenía sabor de gloria pese a deficiencias de gramática. El del afilador con su caramillo al que María Enriqueta, la esposa del ilustre saltillense Carlos Pereyra, cantó en hermosos versos. El lacónico grito del campesino que con una palabra sola anunciaba su mercancía: “Miel”, delicioso aguamiel fresco como agua fresca y dulce como la dulce miel. La voz bronca del hombrazo que muy de mañanita gritaba “¡Qué buenas cabezonas!”, proponiendo así a la gula temprana de los saltillenses su humeante barbacoa de chivo. Cosas muy buenas tienen nuestros tiempos, pero cosas muy buenas tenían también los ya pasados. Entre ellas los gritos de los pregoneros, cuyos ecos oímos todavía como una voz venida del ayer.

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Escritor y Periodista mexicano nacido en Saltillo, Coahuila Su labor periodística se extiende a más de 150 diarios mexicanos, destacando Reforma, El Norte y Mural, donde publica sus columnas “Mirador”, “De política y cosas peores”.

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