Encuentro Nacional Municipal: Ensayos de templanza y unidad ante el desastre

Opinión
/ 20 enero 2025

Bajas son las almas que se alegran por saber que hay un estado más violento que otro. Un sitio más inseguro que otro. Un poblado más pobre que otro y presumen esto como triunfo

México aguanta gobiernos deshonestos por su tanta riqueza que lo sitúa entre los países de mayor megadiversidad en el planeta, por su clase trabajadora reconocida dentro y fuera del país como una de las que trabaja más horas por menos salario −lo que convierte a la explotación en una ventaja competitiva que presumen tanto gobierno como empresariado−. Este es parte del complejo contexto de la insólita asamblea a la que convocó la presidenta de México, a gobernadores y presidentes municipales, bajo el nombre de Encuentro Nacional Municipal.

Si bien este encuentro es histórico, enfrenta el reto de repetirse, enriquecer su dinámica y superar inquinas heredadas entre las facciones políticas, para demostrar que los gobiernos estatales y municipales son autónomos, lo cual rompería con lealtades partidistas y enfrentaría a las autoridades de los distintos niveles, al cumplimiento de sus obligaciones para con la ciudadanía, que aporta los recursos para que se trabaje en beneficio de ella misma.

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Así, el mensaje compartido por el gobernador de Coahuila en torno a la unidad, al esfuerzo coordinado para que a nuestra entidad “le vaya bien”, es una declaración que se atreve a borrar la dicotomía que privilegia el encono nacional entre partidos.

El gobernador de Coahuila formó parte de los 29 gobernadores presentes que firmaron un documento de acuerdo sobre el Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social (FAIS), el cual dispone de 123 mil millones de pesos para el 2025. Nada despreciable cantidad a distribuir en infraestructura para ordenar recursos federales, estatales y municipales en un plan maestro que permita regular y atender, entre otros temas de seguridad nacional, el acceso al agua potable (infraestructura hidráulica y saneamiento).

Con la presencia de casi el 75 por ciento de los alcaldes y alcaldesas de México, y 29 de los 32 gobernadores y gobernadoras del país, ¿se abre una posibilidad de trabajar en forma conjunta?

Sabemos de la urgencia de gobernar para todos por igual en este país tan erosionado en términos de seguridad, pues la bienaventuranza de pocos estados relativamente más seguros no es motivo de orgullo, sino de preocupación. Y es que toda frontera es permeable y la inseguridad entra por cualquier punto débil a las entidades con menores incidencias delictivas visibles.

Bajas son las almas que se alegran por saber que hay un estado más violento que otro. Un sitio más inseguro que otro. Un poblado más pobre que otro y presumen esto como un triunfo. Almas cortas de análisis y amor por el país. Si se permite una analogía simple, sería como alegrarse porque en un cajón de manzanas existan cinco o seis echadas a perder, y que no sea la nuestra una de ellas.

En este sentido, el trabajo sistémico en unidad es el único posible. Y ni de este modo se garantiza el necesario resultado en el corto plazo. Veremos golpes políticos atravesarse en este horizonte. Lo que queda es resistir y lograr acuerdos para beneficio de una nación como la nuestra que, apenas el día de hoy, sube a las 13 mil comunidades indígenas a la repartición de recursos del Presupuesto de Egresos de la Federación.

Veamos la distribución de los recursos para estas comunidades que, por lo general, son referencias indirectas a causa del racismo o colorismo que se practica constantemente, las que, sin embargo, forman parte de la vasta herencia biocultural mexicana que se conforma con su arquitectura, con su legado de ciencias y saberes, con sus manifestaciones artísticas, con su gastronomía y con su cuidado de las reservas naturales.

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Veamos que se atiendan las causas, como plantea la Estrategia Nacional de Seguridad, y que se cumpla la coordinación entre las entidades federativas. Más valen diferencias claras y discusiones necesarias con templanza en estos encuentros, que bloques de odio y de silencio.

El vocablo templanza proviene del latín temperantia, que significa moderación de la temperatura; también refiere al término medio entre lo caliente y lo frío y al equilibrio interno resultante de la ponderación de dos elementos.

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