Enseñar derechos humanos: Haciendo explícito lo implícito

Opinión
/ 2 junio 2024

Enseñar derechos humanos es algo urgente, complejo, y por demás fascinante en términos estrictamente educativos. Recordemos que el fundamento de los derechos humanos radica en su naturaleza inalienable e inherente a cada persona debido a su condición humana. Sin embargo, la idea misma de enseñar o educar a alguien sobre estos derechos introduce un enigma educativo de la mayor importancia: si estos derechos son inherentes a cada individuo, ¿es el acto de enseñarlos hacer explícito algo que ya se sabe de un modo implícito?

Esta pregunta exhibe una característica notable de los derechos humanos: poseerlos no es equivalente a poseer cierta información o habilidad que uno podría adquirir con la práctica, a la manera en que se adquiere algo nuevo como sería el caso de una teoría ignorada o un idioma desconocido. En el caso de la enseñanza de los derechos humanos se trata más bien del reconocimiento de verdades internas que como esto sugiere ya conocíamos tratando ahora de re-conocerlas.

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Cuando se enseñan cosas como la historia o la geografía, por no hablar de la física, la química o la biología, se agrega algo nuevo al repertorio de conocimientos del educando. Se introducen conceptos y habilidades que antes de su aprendizaje el estudiante desconocía por completo. Este proceso educativo contrasta con lo que sucede cuando se trata de la enseñanza de los derechos humanos. En este caso parecería que estrictamente no se trata de agregar nada verdaderamente nuevo, sino de descubrir lo que ya se posee.

Consideremos los principios fundamentales de que todo ser humano tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad personal. Esto no es algo que se aprende de un modo ordinario. Si una persona está viva, esa persona entiende perfectamente el valor básico de estar vivo. Igualmente, cualquiera que ejerza el uso Y, ¿quién que haya sufrido temor o miedo puede desconocer el valor asociado con su seguridad personal? En estos casos lo que vemos es que la persona ya conoce estas verdades asociadas con sus derechos fundamentales a la vida, a la libertad y a la seguridad personal.

Pero entonces, uno podría preguntarse, en qué consiste la enseñanza de los derechos humanos cuando parecería que estrictamente no hay nada que enseñar, cuando todo parece indicar que ya se sabe todo lo que se tiene que saber. A esta pregunta podemos ofrecer dos respuestas complementarias.

La primera respuesta es la de sugerir consistente con lo que aquí hemos dicho, que el acto de enseñar derechos humanos es en gran parte tratar de hacer explícito lo implícito. Algo parecido a poder arrojar luz sobre lo que se encuentra escondido en las sombras de nuestra conciencia. O mejor aún, algo parecido a la construcción cuidadosa del mejor de los espejos, en donde podremos reflejarnos cada vez con más claridad y reconocer en esa imagen reflejada la de un ser dotado de dignidad y derechos fundamentales.

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La segunda respuesta consiste en proponer que la enseñanza de los derechos humanos involucra un proceso de aprendizaje por medio del cual generalizamos lo que ya sabemos de un modo implícito sobre nuestra persona. En este caso se trata de enseñar a ver desde la óptica de estos derechos a todos los seres humanos y no solamente a aquellos cercanos o parecidos a nosotros. Siguiendo con la analogía del espejo, ahora el objetivo es ver reflejados en él al resto de la humanidad. Esto es, lograr percibir que cada uno de los seres humanos posee la misma dignidad y derechos fundamentales que encontramos en nuestra persona.

Como bien sabemos los que hemos intentado enseñar derechos humanos, esta es una tarea difícil y llena de desafíos pedagógicos de todo tipo. Sin embargo, la idea de que su enseñanza consiste en hacer explícito lo implícito, debería ser una fuente razonable de optimismo, después de todo se trata de recordarles a nuestros estudiantes algo que siempre han sabido.

jhagsh@rit.edu

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