Entre fines y medios políticos: Reflexiones de Aristóteles a Maquiavelo

Opinión
/ 11 febrero 2024

Habían pasado aproximadamente 250 años desde la aparición del pensamiento formal con Tales de Mileto (546 a.C.), cuando en el 384 a.C. nace Aristóteles en Estagira, en Grecia, y con él, uno de los pensamientos que serían la base del futuro la filosofía.

Para quienes afirman que la filosofía es la ciencia con la cual y sin la cual te quedas tal cual, Aristóteles no sólo responde a las preguntas acerca de la realidad en la que le toca vivir, es decir, no sólo da respuesta a lo que ocurre, sino que se esmera por dar respuesta a la pregunta “¿por qué ocurre lo que ocurre?”.

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Su sistema es un método holístico donde no sólo se utiliza el lóbulo derecho del cerebro, sino también el izquierdo. En el derecho se analiza lo que ocurre, en el izquierdo, por qué ocurre lo que ocurre. Seguro por eso no damos “pie con bola”. Probablemente en esas andamos en nuestro país por haber sacado de los programas de estudio a la lógica, a la ética y a la filosofía.

Tales y Aristóteles asientan las bases de lo que será la ciencia y marcan la ruta del pensamiento racional y filosófico del ser humano en Occidente. El pensamiento aristotélico impacta una buena cantidad de dimensiones de la vida humana, pero uno de sus aportes más importantes es la idea del fin último del hombre, en concreto, ¿para qué vivimos? y ¿qué sentido tiene nuestra vida?

La respuesta, como seguramente usted lo sabe, es la felicidad. Pero a diferencia de lo que muchos piensan, en Aristóteles la idea tiene que ver con el orden, el equilibrio, el bienestar, la armonía con todo lo que nos rodea, los propósitos, la buena fortuna, la lotería social, la vida buena; para algunos la autorrealización y para otros la vida eterna. Resumiendo, la felicidad se encuentra cuando el ser humano sabe distinguir entre fines y medios.

En ese sentido, los medios −la educación, la salud, el matrimonio, la actividad que cada uno-una realizamos, el dinero, el poder, los bienes materiales, lo que usted quiera y mande, en la filosofía aristotélica− suman en la medida que nos sirven para poder conseguir la felicidad. Por supuesto, la felicidad, como ya se decía, también depende del entorno, para que quedé claro, no se puede ser feliz en la medida que haces infelices a los demás. En su libro “Ética a Nicómaco”, afirma que para conseguir la felicidad, el ser humano debe de ser virtuoso y soportar su vida en la prudencia, la justicia y la razón. Saque sus conclusiones.

Ahora bien, Aristóteles no sólo dice qué, dice cómo, y propone tres acciones permanentes que nos llevarán a conseguir el llamado fin último: la vida contemplativa, la vida placentera y la vida política. No es ni una, ni dos de tres, son las tres.

Por vida contemplativa, entiende –para que no se vaya a ir por la libre– no la vida espiritual, sí la racional, esa donde se ha comprendido el sentido y el uso de los bienes materiales; ahí donde están quienes han entendido que no es necesario el dinero para alcanzar la felicidad. La vida placentera es aquello que me gusta, que me agrada, que disfruto, lo que está dentro del área de los sentidos y los impulsos. Finalmente, la vida política, ahí donde los demás son fundamentales, donde el servicio a la polis –a la ciudad, a la sociedad, le agrego en la que vivo– se vuelve determinante en mis aspiraciones de ser feliz.

Sin perder la ruta que nos propone Aristóteles, tendríamos que preguntarnos: ¿Qué tan racionales somos?, ¿qué tanto disfrutamos la vida? y ¿cuánto le aportamos a lo público? Probablemente seamos muy racionales, pero poco disfrutamos de la vida. A lo mejor disfrutamos mucho de la vida, pero estamos alejados de la construcción de lo público. O probablemente habrá quienes participen de lo público, pero son bastante irracionales. Se dan casos.

Concluyendo, se trata de vivir las tres para alcanzar la felicidad. Todo esto en el marco de las virtudes, de la prudencia y del justo medio. En concreto, se trata de distinguir entre fines y medios.

Dieciocho siglos después –en 1513– aparece el texto de “El Príncipe”, cuyo autor es Nicolás Maquiavelo –padre de la política moderna–, donde determina a partir de la naturaleza humana cuáles son las reglas del juego político, donde el centro gravitacional será no la distinción entre fines y medios, sino la idea de que “el fin justifica los medios”. Donde da una serie de consejos a los gobernantes y determina que los principios de la vida cristiana no sirven para la política. Una cosa o la otra.

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En el fondo lo que crítica es la incongruencia y la simulación que caracteriza al político, afirmando no ser compatible –la política– con los valores morales cristianos. Hace una redacción muy clara de una lista de “linduras” que deben adornar a un político –en una visión prospectiva quizá tenía en mente que iba a ver un país que se iba a llamar México donde los políticos seguirían al pie de la letra sus propuestas–, y donde la fuerza (el palo y el garrote), las mentiras, el fingimiento y las falsas promesas serían su tarjeta de presentación en su pensamiento, comportamiento y discurso. Hasta aquí el florentino.

Tropicalizando. No hemos comenzado las campañas electorales aún, pero sería muy bueno que comencemos a revisar, a partir de lo que ya nos han mostrado en sus discursos y posturas las candidatas –porque el candidato ha mostrado muy poco hasta el momento–, en dónde están paradas, en concreto. ¿Cuál es la base de su pensamiento? Distinguen fines y medios –la política como medio para vivir democráticamente– o discurren y actúan a partir de la idea de “el fin justifica los medios” –es decir, no importa cómo, no importa qué, lo importante es el poder–. Esto será un buen punto de partida para ir determinando nuestras preferencias. ¿Aristóteles o Maquiavelo? Así las cosas.

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