Vivimos en el país de la violencia ilegítima, la violencia endémica, la violencia incontenible y, como todos sabemos, la violencia es odio y con tanto odio no se puede celebrar una Navidad en paz. Y la culpa no es de nadie, sino del presidente Andrés Manuel López Obrador, el merolico que parlotea falsas medicinas que no curan ni madres.
Y ahora sí que Andrés ya nos tiene hartos con su maldita justificación de culpar al pasado y no resolver nada como lo prometió al inicio de su sexenio que muchos celebramos con esperanza, pero que, demasiado ingenuos, nunca dudamos de promesas tan estúpidas.
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Fuimos muy idiotas los que le creímos al Peje la estrategia de pacificación que nos recetó al inicio de su sexenio. Puras pendejadas que no ha implementado ningún país contra la violencia y el terror.
“La violencia no se combate con violencia” fue la primera estupidez que empezó a repetir. “El fuego no se combate con fuego”, otra. Y “No se puede enfrentar al mal con el mal”. Candorosas políticas del “humanista” que nos prometió paz y seguridad.
Y entrecomillamos “humanista” porque así fue el presidente Madero al inicio de su mandato fallido. El Mártir de la Democracia era muy humanista y su falta de rigor y “mano dura” causaron más derramamiento de sangre que la misma Revolución. Pero Madero pagó con su vida tan grave equivocación. El Apóstol arrastró a muchos a la muerte. Pero lo más seguro es que López Obrador quede impune del baño de sangre que hoy nos ahoga.
El fuego sí se combate con el fuego como lo está haciendo el ejército israelí contra el terrorismo de Hamás. Felipe González combatió el mal del terrorismo vasco con el mal de los Grupos Antiterroristas de Liberación. La violencia sí se combate con violencia como lo hicieron los británicos con el terrorismo del Ejército Republicano Irlandés. Son preceptos clásicos de la teoría general del Estado que Andrés Manuel ahora quiere cambiar.
Ningún país enfrenta a sus enemigos con la estúpida estrategia de “abrazos, no balazos”. La gran pendejada de este sexenio donde el narco se empodera y masacra a nuestra juventud. Esta guerra no es contra insurgentes idealistas, sino contra viles asesinos, el cainismo más indigno de cualquier nación.
Y AMLO sigue terco en que aquí no hay masacres, ni desaparecidos y tampoco una guerra. Tiene prohibida la palabra “guerra” en el discurso oficial, así como Francisco Franco proscribió la palabra “exilio” en España y Augusto Pinochet desterró la palabra “golpe” de Chile.
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Según el Presidente aquí no hay guerra, pero él vive en la alta seguridad de la Primera Zona Militar ubicada en Palacio Nacional. Mientras en Zacatecas torturan y matan a seis adolescentes. Y en Lagos de Moreno masacran a otros cinco. Y en Celaya asesinan a los estudiantes de medicina. Y en Texcaltitlán ocurre la masacre. Y en Salvatierra ametrallan a once jóvenes en la piñata de su posada. Y el Presidente dice que son drogadictos. ¿Y así nos desea una feliz Navidad? Ya son 180 mil asesinatos en su sexenio. Amarga Navidad es la que AMLO nos impone en este México sangriento dominado por “una casta de asesinos poseída de una vileza brutal y despiadada. Ésta es una nueva raza criminal, vengativa, traicionera y viciosa; la peste humana en su más extrema maldad”. Son los malditos a los que el Presidente brinda abrazos, no balazos. ¡Sangrienta Navidad!