Era digital: Adiós al teléfono y bienvenidas las apps
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Cuando se dieron las primeras comunicaciones vía telefónica, la fascinación por encontrar un sonido en la voz de otro ser humano del otro lado de la línea supuso un significativo cambio en las relaciones interpersonales.
Podrían entonces acortarse los tiempos, definir de manera distinta las decisiones, pues la comunicación a distancia favorecía la posibilidad de encuentros en otro plano, otras características y condiciones.
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El teléfono fue el protagonista de una comunicación donde habría la oportunidad de realizar un intercambio de otra manera y con un nivel muy aceptable de resultados.
Se añadía el ingrediente del suspense o una suerte de misterio al imaginar a la persona del otro lado de la línea. La voz permitía entender o prefigurar su estado de ánimo, sus gesticulaciones, sus emociones.
Así, se cubrían con sugerentes velos las conversaciones. Algunas, en cambio, no se llegaban a dar en la vida real debido precisamente a la posibilidad o no, de contar con él. Gracias al teléfono, disfrutamos en el cine de momentos de suspenso en muchos filmes. Uno que traigo a la mente ahora es en la película “Yo Creo en Ti”, donde un periodista en primera instancia escéptico se convence de la inocencia de un hombre acusado injustamente de homicidio.
El teléfono va a resultar clave para la trama, con la presencia de la tecnología de telefoto, donde fue posible enviar una fotografía evidencia de la inocencia del acusado, y por otro lado, cuando el protagonista, P. J. McNeal, interpretado por James Stewart, hace llamadas definitorias para conseguir esta certeza y demostrarla.
Viene un poco a cuento esta reflexión con las nuevas formas con que en la actualidad se está tratando al teléfono. Al contener el aparato celular muchísimas otras funciones y posibilidades de interacción, se le ha dejado a un lado, y del fijo, casi ni hablar.
No sólo se trata de las nuevas generaciones, también está ocurriendo en las anteriores a la acostumbrada a lo digital, que el teléfono se ha ido desplazando por las funciones el aparato celular. Expertos señalan cómo “nos da la posibilidad de compartir fotos, audios o ubicación en tiempo real”. Esto favorece la interrelación, pero en otros casos, hay quienes prefieren no usarlo por varias razones.
Una de ellas es porque consideran que si hay una llamada telefónica, esta es portadora de malas noticias. Otro motivo para desear no emplearlo es que al recibirla y quizá en ella necesiten dar respuesta inmediata a una petición, no se sienten preparados para contestar en ese momento.
También existen aquellos que no les parece necesario contestar el teléfono debido a que están usando sus dispositivos en otras actividades.
Recuerdo que, en la infancia, una regla de etiqueta era que, si se visitaba a un familiar, habría que llamarle antes para saber si era posible recibir a las personas. Hoy, algunos de quienes no se entienden con el teléfono, esgrimen esto como un argumento al señalar que tendría que pedirse primero permiso para ver si, en efecto, están disponibles para tomar una llamada.
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Finalmente, existen también aquellos que piensan que ni el teléfono, ni ahora los dispositivos electrónicos, realmente sustituyen la interacción cara-cara. A este grupo, por igual, alucinan la comunicación a larga distancia.
Interesantes son los momentos que vivimos en la era actual donde, además, la presencia de otras modalidades de comunicación, como lo son las redes sociales, vuelven cada vez más localizables a las personas, obligando, de igual modo, a la interacción.
Cambios en la sociedad, que nos invitan a estar atentos a su desenvolvimiento, a sus características, a sus problemas, a sus retos.