Escalada de fe victoriosa
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Ahí estuvo la cuesta.
No. No fue la de enero. Fue la cuesta cuaresmal. Es ascensión de cuarenta días. Es alpinismo espiritual para alcanzar la cumbre jubilosa de la Pascua.
Cerca de la cúspide está la recta final de la semana llamada santa o semana mayor. La recta final es un triduo sacro. El jueves ha sido el memorial de los tres regalos del Salvador. El primero es el banquete conmemorativo y sacrifical en cual el que se va se queda con una presencia sacramental, bajo las especies de pan y vino, como víctima, como alimento y como amigo.
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El segundo regalo es la condición sacerdotal transmitida por las palabras del Mediador: “Hagan esto en memoria mía”. Todos los siglos tendrán hombres al servicio de la verdad, de la vida de gracia y del amor.
MANDAMIENTO NUEVO
El mandamiento de ese amor es el tercer regalo.
Lo hace vida Jesús de Nazareth al lavar los pies de sus discípulos. Es un signo del amor humilde y servicial que los discípulos y sus sucesores deben practicar. Un amor que ya no es solo “como a ti mismo”, ni siquiera “como a mí”, sino “como Yo los he amado”.
El viernes es día de toda la pasión. Las escenas se van sucediendo en las voces de Jesús, la sinagoga y el cronista: Se contempla el cuadro de la oración del huerto en que se da la aceptación de la divina voluntad sobre todos los temores humanos.
Después, el prendimiento y la flagelación. La humillación de ser preferido por la multitud para el castigo, liberando a un violento criminal. La burla de su reino, en que el reo es vestido de púrpura y coronado de espinas. La soldadesca lo finge venerar y, al acercarse a él lo golpean con la caña y lo escupen. Y en el camino hacia el Calvario, cargando la cruz, un hombre de Cirene es alquilado para compartir el peso.
CRUELDAD EN EL PATÍBULO
En el Calvario es crucificado como el peor entre dos ladrones. Siete palabras que revelan la obediencia al Padre, el perdón a los verdugos, la compasión para el discípulo, a quien entrega su madre, su sed que no se sacia con el vinagre de la esponja.
La promesa de inmediata gloria para el ladrón que pide un recuerdo, haciendo así, el robo de su vida al robarse el cielo. La consumación de la obra redentora y la entrega del espíritu.
“Verdaderamente este era el hijo de Dios”, exclama el oficial romano al ver brotar agua y sangre del costado del nazareno. El sábado ya no es de gloria sino de meditación, en espera del estallido de júbilo, en la solemne vigilia pascual del anochecer.
CHOQUES VOLCADURAS E INCENDIOS
Sucede en tiempos vacacionales.
Se recomienda no tomar si se maneja y no manejar si se toma. Y aquí y allá se van dando las volcaduras y los choques que quedan grabados en fotos impresionantes. Vehículos con pérdida total y pasajeros fallecidos u hospitalizados con gravedad.
Quienes sufren las consecuencias de su imprudencia o de su dipsomanía, están lamentando el haber viajado en carros sin revisión y su falta de templanza y responsabilidad. Quizá en el futuro sean más observantes los automóviles robóticos, con la autonomía de su conducción satelital.
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ESTRENAR PASCUA Y PRIMAVERA
Cincuenta días de alegría.
En cualquier circunstancia. Porque es alegría que viene de dentro de una Presencia resucitada que puede resucitar lo mejor de cada uno. Nuevos pensamientos, nuevas palabras, nuevas decisiones y nuevas acciones.
El tiempo pascual es para impulsar una contagiosa pandemia de gozo, que venza todo lo que es muerte y despierte la esperanza en la gloria eterna y plena que convertirá la fe en visión y, claro, la gracia en gloria... En plena primavera...