Esos pequeños grupos que pretenden andar solos, sin muletas

Hay una leyenda que presenta a un rey que por caer de un caballo queda inválido. Ordena que todos en el pueblo deban llevar muletas, pues no soporta ver en los demás la felicidad por poder caminar
La etnóloga Martine Quentric-Séguy, quien ha vivido casi dos décadas en la India, reúne en un libro titulado “Cuentos de los Sabios de la India” una serie de leyendas que ofrecen una visión sobre cómo las acciones humanas dejan huella, ya sea en el futuro personal o en la colectividad.
Cada acción tiene un desencadenante que influirá en el destino en esta Tierra y, de acuerdo con el hinduismo, en las posteriores reencarnaciones.
Esta serie de cuentos, que nos muestran la sabiduría india, compone una variopinta exposición de decisiones humanas y sus respectivas consecuencias.
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La citamos: “Dos nociones retornan incansablemente: la de dharma, traducible relativamente como ‘ley cósmica o divina, destino, deber...’, y la de karma, prácticamente intraducible, pues escapa del todo a nuestra concepción del mundo. El karma es a la vez la acción misma, ritual o impulsiva, y también la huella que pueda dejar toda acción sobre el porvenir, individual o colectiva, no sólo en esta vida, sino en múltiples reencarnaciones”.
En los relatos, se observa todo aquello que le es inherente al ser humano, o que debiera serle inherente: el encuentro auténtico consigo mismo; la búsqueda de la verdad; la moral, la paciencia, la fe, “la renuncia a las ambiciones e ilusiones del mundo material, el sosiego de los sentidos y la mente”, siguiendo a la antologadora.
El aroma oriental que emana de los cuentos alcanza nuestros propios sentidos y nos enfrenta a relatos que dan vida a seres con los que el occidental no está acostumbrado, y a unas formas de la existencia muy distintas a la explotación occidental de personajes e historias.
Pese a ello, flota en ellos una atmósfera que inunda nuestros propios sentidos, aun se trate de una experiencia dominada por otra cultura, y se percibe sensiblemente esta atmósfera porque en ella es posible reconocerse y reconocer el entorno del ser humano.
Hay una leyenda que presenta a un rey que, por caer de un caballo, queda inválido. Ordena que todos en el pueblo deban llevar muletas, pues no soporta ver en los demás la felicidad por poder caminar.
Hubo provocadores que de inmediato salieron sin muletas, pero igual de rápido fueron atrapados y ejecutados. Las madres enseñaban a sus hijos a andar en muletas incluso luego de ocurrida la muerte del rey. Pasaron las generaciones. Llegó el tiempo en que no se veía a nadie caminar ni hablar sobre lo que había representado caminar.
Muy pocos viejos sabían lo que había sucedido, y al final de su vida intentaron volver a ponerse en pie, pero, ya sin fuerzas, no lo lograron. Solamente uno, que vivía aislado, se daba el lujo de caminar alrededor de su hogar; en el pueblo seguía usando muletas.
Un día arengó en la plaza y animó a todos a caminar. De inmediato fue despedido por la autoridad: “Vete a vender tus talentos en las ferias. Está claro que los humanos no están hechos para andar sin muletas”.
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El viejo había despertado la curiosidad de los jóvenes. Diez tocaron a su puerta, pidiendo ser enseñados a caminar. Así lo hizo. Los muchachos regresaron al pueblo a enseñar sus dotes, instando a los demás a seguir su ejemplo.
Sin embargo, el miedo se había instalado en el pueblo. Nadie los secundó; el viejo fue ejecutado, siguiendo el decreto real.
Aquellos diez fueron tratados como locos, mantenidos “a distancia de los niños y las buenas familias”.
Así como en el cuento, en la vida real y en todos los puntos cardinales, incluido el nuestro, pasan cosas como estas. Las voces de la verdad se levantan con la luz primera del sol: “...a pesar de todo, existen, aquí y allá por el mundo, pequeños grupos que no parecen estar locos y que pretenden andar solos, sin muletas”.