Feliz Navidad. Más allá de las luces y regalos
“Había en la región unos pastores que pernoctaban al raso, y de noche se turnaban velando sobre su rebaño. Se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Díjoles el ángel: No temáis, os traigo una buena nueva, una alegría, que es para todo el pueblo; pues os ha nacido hoy un Salvador, que es el Mesías, Señor, en la ciudad de David. Esto tendréis por señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre. Al instante se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios.” (San Lucas 2, 8-14).
Cada 24 de diciembre, cuando estamos reunidos en familia, mi padre tiene la buena costumbre de leer este pasaje del Evangelio. Gracias a este pequeño texto, recordamos el verdadero sentido que tiene la Navidad.
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A mí me encantan las fechas decembrinas. Además de las comidas, que como en abundancia, gracias a Dios, disfruto mucho de los momentos que me regalo para pensar en los demás, y, sobre todo, para reflexionar sobre la vida nueva que cada año nos trae ese Niño que renace en nuestros corazones.
Para mí no existe fecha más llena de vida y de esperanza que la Navidad. Sin embargo, muchos de nosotros le damos un significado frío y material.
Cuando llegan estas fechas, muchos nos preocupamos por los regalos que compraremos y, sobre todo, por los regalos que recibiremos. Nos hacemos agua la boca tan sólo de pensar en las comilonas que habremos de tener: pavo, tamales, buñuelos, ponche, champurrado, bacalao, romeritos, lechón, garapiñados y chocolates. Compramos el árbol más frondoso y lo adornamos con cientos de luces y esferas. Escuchamos música de campanitas e invadimos los comercios para aprovechar las ofertas que suelen presentarse en esta época del año. Quebramos piñatas, malamente tronamos cohetes y vaciamos botellas. Y, por último, nos sentimos benefactores de la humanidad dando unas cuantas monedas al primer limosnero que se topa con nosotros. ¿Acaso esto es la Navidad? Los hombres siempre pedimos a Dios que nos haga un milagro. Le pedimos que llueva, que nos sane, que nos mande trabajo e incluso que nos consiga esposa o marido.
A mí me encanta vivir las vacaciones decembrinas en casa de mis papás. Desayuno tamales a diario con ponche. Música navideña, nacimientos colocados en cada rincón y en todas las paredes de su hogar. Y por fuera, todo es una fiesta con luces multicolores que hacen que se vea pálida y triste la casa bellamente iluminada de la película “Vacaciones de Navidad”, protagonizada por Chevy Chase.
Pronto celebraremos la Navidad. Espero que tú y tu familia vivan el milagro más grande que jamás se haya conocido: el nacimiento de un niño que, con su vida, da vida nueva a nuestro espíritu.
Nuestra época trivial lo trivializa todo. Renunciemos a ese materialismo que nos rodea y pensemos en ese niño que legará a nuestro hogar y a nuestro corazón, en ese niño que durante su vida no hizo otra cosa que hablar de compartir, que no nació sino para que nosotros aprendiéramos lo que es el verdadero amor: el que se ha de tener a los demás como a nosotros mismos.
La Navidad es la fiesta de una vida que empieza como todas, en los umbrales del invierno pero con la esperanza de la primavera. Aprovechemos este tiempo para ser nosotros Navidad, es decir, nacimiento. Es ahora cuando debemos reconocer nuestros errores, subrayar nuestras carencias y, sobre todo, cuando debemos comprometernos a ser mejores. La época navideña es un buen pretexto para repasar esa historia que escribimos a lo largo de un año y que no nos acaba de gustar.
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En estos días viaja por los vientos el espíritu de la hermandad. Respiremos profundamente y llenemos nuestros pulmones con este aire, pues sólo así podremos poner en práctica todos los compromisos que hagamos en esta época del año.
Doy gracias a Dios por las bendiciones recibidas en este año, las cuales fueron muchas y mis méritos muy pocos. Sé que esta Navidad será triste por la ausencia de mi madre, pero al mismo tiempo será alegre por estar todos juntos, así como ella siempre quería. Por ello doy gracias a Dios y por el maravilloso milagro de la Navidad.
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