- 25 septiembre 2024
Hablemos de Dios 138: el don de la ubicuidad
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No pocos comentarios he recibido. No pocos comentarios me están llegando en esta digamos, nueva etapa de “Hablemos de Dios”. En esta nueva etapa o arista la cual vamos a explorar. Es decir, me he propuesto como tirada de naipes el explorar a Dios a través de las letras y la obra de grandes creadores en sus distintos géneros: poesía, dramaturgia, filosofía, novela, relato y claro, retomar sus propias ideas cuando estos y en su momento, hayan dejado testimonio en cartas, memorias, recuerdos, postales.
Sin más preámbulo, iniciamos con un poeta mayor, el gran Joseph Brodsky (1940-1996). Nació en Leningrado, pero luego de estar en la cárcel por ser un “parásito” social (los poetas somos unos inservibles, desde siempre) en su natal URSS, se exilió en Estados Unidos hasta su muerte. De raíz judía, su poesía está cargada de esta simiente, sin ser tema obsesivo. En honor a la verdad, tengo muy poco de su obra poética y aún, de su obra toda. Es muy difícil conseguir sus libros. Aún es más difícil conseguir buenas traducciones. Brodsky ganó el Premio Nobel de Literatura en 1987. Un diario ruso tituló su nota de primera plana de la siguiente manera aquel año: “Al holgazán se le dio su merecido”. Entramos de lleno: Dios. Siempre Dios. ¿Ausencia o presencia? Las dos duelen. Las dos atan y desatan. ¿Se cree más en los países totalitarios en Dios. O más en los países democráticos? ¿La libertad del ser humano es una virtud o lastre para creer en Dios? Dios entonces habita más en ¿los países socialistas, comunistas, totalitarios o en países democráticos y liberales? ¿Por qué Dios no se manifiesta plenamente donde más se le necesita, como en las dos Coreas, vecinos y enemigos; en la vapuleada Ucrania o en la militarizada y atemorizante Rusia de Vladimir Putin?
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Según usted señor lector, el siguiente atributo de Dios es certero o es falso: su don de la ubicuidad. Dios es ubicuo: está presente en todo momento, en todo tiempo y en todo lugar. Siempre. En uno de sus versos de un largo poema titulado: “Nocturno lituano: a Tomás Venclova”, Brodsky escribe:
Dios mirando todas estas situaciones desde las alturas,
Espejos, pasillos,
El espía, tu mismo.
En el ya largo problema militar entre ucranianos y rusos, si Dios es ubicuo y de plano tiene preferencia por los buenos y los bondadosos ¿de qué lado está peleando Dios? Caray con estos poetas, estos creadores los cuales nos mueven el tapete de la oración (repetición) en un par de versos. Dejemos entonces que sea el propio poeta quien nos ofrezca un atisbo de respuesta en otros de sus versos:
... en realidad
El mundo fue fundado sin objeto
Y si lo tiene
No somos nosotros.
No resisto las ganas de comentarle y platicarle algo lo cual usted de seguro sabe. Joseph Brodsky fue encarcelado por el régimen represor ruso. Cuando le hicieron su juicio, una corte soviética le hizo las siguientes preguntas: “Qué hizo usted de tal a tal año, preguntó el fiscal en turno”. El escritor sin inmutarse contestó: “Escribí libros de poemas”. A lo cual el juez ladró enseguida: “No se burle de la corte, eso no es trabajo”.
ESQUINA-BAJAN
El siguiente diálogo entre dos judíos lo cuenta el escritor José Antonio Marina en su libro “Dictamen sobre Dios”. La historia es entre dramática, de risa loca y mucho de tragedia. Sigue sucediendo al día de hoy por lo demás: dos piadosos judíos discuten sobre las excelencias de sus respectivos rabinos. Uno dice: -Dios conversa con nuestro rabino todos los viernes.
-¿Cómo lo sabes?- pregunta el otro.
-El propio rabino nos lo ha dicho.
-¿Y cómo sabes que no miente?
-¿Cómo iba a mentir un hombre con el cual Dios habla todos los viernes? Un moralista francés del siglo XVIII, Nicholas de Chamfort, atribuye el siguiente aforismo a un misántropo, al cual no descubre identidad, pero es un pensamiento el cual todos compartimos: “Sólo la inutilidad del primer diluvio impide a Dios enviar un segundo diluvio”.
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San Agustín no se salva. Uno de los padres mayores de la Iglesia, uno de sus puntales fundamentales pregonaba en sus obras de madurez valores como la castidad y el recogimiento, aunque en sus años mozos, llevaba una vida disoluta. Escribió: “Señor, concédeme castidad y continencia, pero todavía no”. Primero los placeres de la carne, ya luego vendrá el arrepentimiento, pero primero el disfrute de los sentidos. Así de simple la vida.
Una última historia por hoy: cuentan que a Bertrand Russell, quien era un escéptico con respecto a la existencia de Dios (escribió “Por qué no soy cristiano”), un espectador en una conferencia le preguntó si después de morir, si éste se encontrara cara a cara con Dios, ¿qué le diría? Russell contestó: “Simplemente le diría: ¡Señor! ¿Por qué has dado tan pocas señales de tu existencia?”
LETRAS MINÚSCULAS
“Hijo, acostúmbrate al desierto como al destino”.- Joseph Brodsky.
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