Hablemos de Dios 189

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En nuestra anterior tertulia para explorar a Dios, ese inasible; tal vez un Misterio o una entelequia, según sea su enfoque, vistamos rápidamente al gran lusitano atormentado, Fernando Pessoa. Y al hacerlo, no sólo debemos o podemos hablar de él, sino abordar a sus múltiples heterónimos (gente con vida propia). Este poeta portugués el cual no podía dormir, escribió en cuadernos y libretas interminables todas las letras posibles, repito, es el eterno Fernando Pessoa (con sus múltiples heterónimos los cuales le habitaban en su corazón y cerebro), quien dejó para la posteridad lo siguiente, lo cual suscribo letra por letra: “Nunca amamos a nadie: amamos sólo la idea que tenemos de alguien”.
Eso en cuanto al amor, ese amor el cual nos huye como humo entre las manos. Pero en esta especial tertulia y sin hacer de lado precisamente sus reflexiones sobre materia tal volátil y pesada como ese sentimiento llamado “amor”, vamos a revisitar y a petición suya, dos libros, dos poemarios los cuales están incluidos en una sola edición: es “El primer Fausto” seguido de “Todavía más allá del otro océano”, en Fondo de Cultura Económica en traducción de Francisco Cervantes.
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Ambos libros, como toda su poesía, son libros perturbadores. Nos otorgan y nos aceleran nuestra capacidad de pensar. Pessoa habitaba su mundo, un quiso vivir en este mundo digamos “real”, es cuando mantuvo una relación extraña y su único intento de “amor real” con Ofelia de Queirós. Lo cual siempre fue sobre tierras movedizas. Pero bueno, lea los siguientes versos sobre tema amoroso que he seleccionado rápidamente para usted, para luego entrar al tema divino.
“Si te pudiera amar sin que existieras
Y poseerte sin que estuvieras allí.”
¿Cómo llamarle a lo anterior? ¿Amor? ¿Enfermedad? Tal vez las dos cosas: en uno de los primeros tratados sobre el amor que se escribieron en la historia de la humanidad, en “El arte de amar”, a tribuido a Ovidio, apenas en la primera página éste escribe lo anterior: “el amor es una enfermedad”. Lea usted al lusitano:
“¡Amor! ¡Cómo me amarga
De tan vacía que es en mi ser esta palabra!
¡Cómo por ello así me encolerizo!”
Tipo esmirriado, un fenotipo burócrata y oficinesco, casi un fantasma, pero absolutamente genial. Fernando Pessoa sólo publicó un libro en vida. Vestía de etiqueta, con pajarita en su cuello. Sus libros son sólo algunos de miles de textos o poemas sueltos encontrados en un baúl donde guardaba sus posesiones. Un escritor del cual no recuerdo el nombre, en una estampa sobre Pessoa la tituló precisamente: “Un baúl lleno de gente.”
Por lo demás, consecuente con su vida e ideas, tuvo como patrimonio, como único y verdadero patrimonio, el territorio y posesión de la lengua–, que alguien, en la fecunda morosidad de la investigación, ha contabilizado en 27 mil 513 documentos legibles. Entre ellos, poemas, listas de trenes, listas bibliográficas, notas de lectura, horóscopos; y claro, esta guía para turistas descarriados en su Lisboa...
ESQUINA-BAJAN
Fernando Pessoa padecía de insomnio, cuentan sus biógrafos. Las largas horas en vela las usaba entonces en escribir, en pergeñar textos de muy diversa factura y calibre. Incluyendo claro está, la vasta producción de sus heterónimos. Entremos de lleno a su vena o vertiente donde busca, increpa, del imita, goza o padece a Dios, ese Misterio jamás resuelto jamás. Lea los dos poderosos versos siguientes:
¡Sólo es grande la locura!
¡Y sólo ella es feliz!
Pues sí, es aquello que dijo o escribió un poeta mexicano del cual y en este momento, no tengo su nombre en mi cerebro (cito de memoria): “pensamiento/ soledad en llamas”. Leamos de nuevo la ira del lusitano, su palimpsesto de Lope de Vega, por lo demás, ideas patrimonio de la humanidad:
“Soñando yo vencí mundos,
Mi vida fue un sueño
....
La ilusión es la madre de la vida:
Fui loco, y todo por Dios
Sólo la locura incomprendida
Va adelante hacia los cielos”.
Si al mismo Jesucristo (el hijo de un Dios), lo acusaron en su momento de casi todos los pecados posibles: fue acusado de ser un tipo satánico (Marcos 3, 22-30); decían debía estar loco, de haber perdido la razón (Marcos 3, 20-21). Fue acusado de ser un glotón y bebedor, de hecho, un borracho cualquiera (Marcos 2, 13-17). En fin, nada nuevo con mentes preclaras. Lea usted al genio de Fernando Pessoa...
LETRAS MINÚSCULAS
“Cada vez siento más desordenado
Mi pensamiento loco y caído.”