Hablemos de Dios 191
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Tal vez y sólo tal vez, la gente más atormentada e incluso, hasta llegar a la locura, al llegar al extremo y paroxismo de la locura y la demencia, son los humanos que más buscan, escuchan, increpan, aman y entienden a Dios. De existir éste, claro. Por algo, la Biblia como el Corán o el pentateuco, son los libros más editados, vendidos y regalados en el mundo. ¿Cómo encontrar a Dios si éste no existe? Pues no sé, depende de cada ser humano. Esto es cosa y búsqueda individual, porque las religiones como tal, han pasado de moda y desde hace lustros, a tercer término.
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Usted y yo empezamos a bucear en las aguas bravas y pantanosas de la obra del lusitano Fernando Pessoa. Muchos comentarios me han llegado. Poeta, escritor inagotable. Es para estudiarlo una vida completa. Y usted y yo, apenas andamos en las ramas más lejanas de su frondoso árbol. Pero este poeta, solitario, atormentado, a ratos alcohólico; insomne todo el tiempo, dejó una obra portentosa con decenas de aristas por explorar. Una de ellas, la búsqueda de Dios. Lea usted para iniciar:
“Dios personal, dios gente, de los que creen,
¡Existe para que yo te pueda odiar
¡Quiero alguien a quien pueda la maldición
Lanzar de mi alma que morí,
Y no al vacío solo de la noche muda
Que no me oye”.
“¡Existe para que yo te pueda odiar¡”. Caramba con este escritor siempre en el borde del abismo, o mejor, siempre dentro de él, lo increpa a tal manera y con tanta ferocidad y desesperanza, que le exige que exista para así poder increparlo, cuestionarlo y al final, hasta odiarlo.
Y usted lo sabe y anteriormente lo he dejado por escrito: sin usted, sin humanos, no existe Dios. Nunca al revés. Por eso Dios lo necesita a usted para existir y digamos, vivir. Lea, es el Salmo 34: “Bendice mi alma a Jehová en todo tiempo... en Jehová se gloriará mi alma... engrandeced a Jehová conmigo y ensalcemos su nombre en una sola voz...”
¿Lo nota? Dios lo necesita a usted y a mí para estar sentado en su gran trono divino. Y claro que usted lo observa y creo lo sabe: Dios fue creado a nuestra imagen y semejanza porque nosotros los humanos, los poetas y rapsodas de la antigüedad, ya lo vimos con Spinoza en su momento, lo inventaron (lo inventamos). No al revés.
Difícil y bello tratar de hablar de Dios, tremendamente difícil explicarnos a Dios y su misterio. ¿Sólo hay que sentirlo? En mi caso, absolutamente no. Yo lo tengo que buscar y diario, con mi sesera, con mi razón y mi intelecto para así sentirlo en eso llamado alma o corazón. Vaya y caramba, el corazón existe si debemos creerle a los médicos, pero ¿eso llamado alma? Se lo he dicho antes, un resabio platónico: Platón la inventó. Nadie más. Lea usted para entrar en más honduras, el cuarteto siguiente del gran Fernando Pessoa:
“Ya llegué a aceptar como verdad
Lo que nos dan por ella y admitir
Una realidad no real
Sino soñada (como el) Dios cristiano”.
ESQUINA-BAJAN
Sin palabras, corta el aliento lo anterior: Dios no es real, sino una realidad soñada, no hay contradicción alguna, es un bello oxímoron literario. Dios es una bella creación literaria. Punto. Tengo semanas leyendo y releyendo al lusitano Fernando Pessoa (1888-1935), ese tipo gris y oficinesco, preñado de un insomne atroz y un talento inagotable.
Todo mundo lo sabe, Pessoa tuvo a bien ser habitado por un puñado de heterónimos, los cuales, digamos, tenían vida y obra propia. Es el caso de algunos de los más famosos como Ricardo Reis, Álvaro de Campos, Alberto Caeiro, por citar sus heterónimos más emblemáticos. Caeiro nos da una definición de sí mismo: “No tengo ambiciones ni deseos./ Ser poeta no es una ambición mía./ Es mi manera de estar solo”.
¿Por qué los escritores, los poetas, los que nos dedicamos a pergeñar letras en una libreta de papel fino y antiguo, los que usamos afilados lápiz de grafito o pluma fuente, nos sentimos más seguros y hasta contentos y felices en soledad y no acompañados? Porque el escribir es un acto solitario. Como nacer, como morir. Se nace solo, mediante un grito. Se muere en orfandad. Muchas de las ocasiones, en otro grito.
“En los vastos cielos estrellados
que están más allá de la razón,
bajo la regencia de los hados
que nadie sabe lo que son,
hay sistemas infinitos,
Soles centros de mundos suyos,
Y cada sol es un Dios.”
Vuelven aparecer varios elementos los cuales usted ya ha identificado plenamente: la sin razón de la razón, la locura, la demencia, la búsqueda de “algo” más allá de nosotros, y resulta que Pessoa rastrilla una especie de panteísmo que se creía superado: el sol es Dios.