Hablemos de Dios 199: el gran José Emilio Pacheco
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En nuestra tertulia sabatina de “Café Montaigne” en meses pasados se lo conté aquí: se dice rápido y de corridito, pero fue una vida, la vida de un genio en las letras mundiales. Este año se cumplieron 85 años del natalicio del gran José Emilio Pacheco (30 de junio de 1939) y este año se cumple una década de su partida. Caray, apenas fueron cuatro líneas mal escritas para delinear los motivos de este texto: la celebración de la palabra de un escritor mexicano con raíces ibéricas por parte de su madre, María del Carmen Berny.
85 años de su nacimiento. Leer a Pacheco es el mejor homenaje que le podemos rendir. En cualquiera de sus modalidades o claves: poesía, ensayo (su famoso “Inventario” firmado sólo con sus iníciales, JEP, sigue siendo un monumento a la cultura universal), periodismo, cuento y novela. Y aquí aparece una novela harto famosa, leída en su momento por todos: “Las batallas en el desierto”, relato publicado originalmente en 1981 en un suplemento cultural, hoy desaparecidos y muertos casi por completo.
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El gran José Emilio Pacheco ha sido uno de los pocos (ignoro si el único) mexicanos distinguidos con los dos más altos galardones en lengua española: ganó el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2009 y en el año siguiente, se le concedió la antesala del Nobel de Literatura, ni más ni menos, el Premio Cervantes.
Usted lo sabe, este mundo ya no es mi mundo. Es mi frase machacona de siempre y recurrente. Y no, no me interesa ya. Lo disfruté en su momento. A mares. ¿Soy un primitivo al promover hoy leer de nuevo a Pacheco en sus libros? Sí. ¿Estoy amargado? En lo más mínimo. ¿Añoro un mundo pasado el cual siempre fue mejor? Sí. Al menos para mí, sí. Sin dudarlo y sin equivocarme.
Cosa curiosa, muchos humanos creen en una vida eterna fuera de esta vida. ¿Ser inmortal? Caramba, a quién se le ocurre semejante idea estrafalaria, absurda y estúpida. No hay nada mejor a un motivo: descansar en paz, en el silencio del sepulcro hasta ser agotado por los gusanos y larvas. Es aquello escrito en Eclesiastés, la Biblia: “El muerto nada sabe, nada siente. El muerto, muerto está. Los muertos nada saben” (Eclesiastés. 9.5).
Este ya no es mi mundo. Sé una cosa: no voy a ninguna parte. Ni me interesa. No me gustan los goces pasivos, sino los goces activos como la lectura. Al parecer, lo de hoy es la asepsia completa: ni fu ni fa. Todo incoloro, inodoro e insípido. Lo de ayer era una maravilla... hoy te daña la salud. Incluyendo las lecturas, claro.
Este ya no es mi mundo. Y cuando me vaya, no me duele ni me va a doler dejarlo. Hay un libro el cual releo siempre: “Fin de siglo y otros poemas” de JEP. El libro lo he comprado varias veces donde lo veo. La última ocasión en una edición maltratada en un polvoso bazar en Monterrey. Tapas marchitas, contenido explosivo.
El libro ya lo llevé con mi encuadernador de cabecera para acicalarlo, refilarlo, y sí, le ponga una tapa dura la cual se merece semejante poeta. Repito, Premio Cervantes. Antes de entregarlo en terapia intensiva, lo hojeé al azar. Quisieron los hados encontrara esta cita en sus versos:
“La ciudad en estos años cambió tanto
Que ya no es mi ciudad...”.
ESQUINA-BAJAN
Naturalmente ya lo notó: es mi frase, mi muletilla aquí acuñada: este ya no es mi mundo. Son frases patrimonio de la humanidad con las cuales nos defendemos de esto, lo cual nos taladra la cabeza: la vida misma. Agradezco a usted haya adoptado dicha frase. No es mía, sino suya. La poesía, los poetas son profetas: traen la verdad en su palabra.
Si los jóvenes cantaran, tocaran algún instrumento musical y leyeran poesía, se salvarían. Lea usted la cita que José Emilio Pacheco toma como epígrafe para uno de sus poemas. Cita de otro poeta, el inmortal Amado Nervo: “Oremos por las nuevas generaciones/ abrumados de tedios y decepciones: con ellas en la noche nos hundiremos...”. Nuestros jóvenes se están hundiendo y con ellos, nosotros todos. No hay salvación posible.
Y el día de hoy, ¿qué tienen que ver JEP y Dios en este espacio dedicado a ello, a hablar de Dios? Pues lo tienen todo en común, como buen poeta enamorado y seducido por la belleza de la Biblia (¿Quién no?), tal vez pocos lo saben, pero el gran José Emilio también tradujo “El Cantar de los Cantares”. Otra joya.
Pero da la casualidad que en una librería cristiana en Monterrey la cual no ofrecía mayor cosa desde su entrada, di con un pequeño libro que me ha deslumbrado enormemente. Es así de simple y sencillo, es “Cantar de los Cantares”, sí, pero es una aproximación espectacularmente inteligente por un oriental, un analista chino el cual murió en prisión por no abdicar de su credo, la autoría del sesudo comentario a los versos de “Cantares” es de Watchman Nee, quien murió en prisión en 1972 luego de estar encarcelado por 20 años. Puf.
Muy documentado el analista chino, sus palabras son una lámpara y fuego nuevo que arroja luz sobre palabras ya sabidas de memoria por usted. Pero caray, que aplanadora de pensamiento y que manera de abordar algo tan difícil como los versos clásicos de “Cantares”.
LETRAS MINÚSCULAS
La ficha completa del libro es: “Cantar de los Cantares” de Watchman Nee. CLC Editorial. 210 páginas.