Hablemos de Dios 215: Lecciones del amor y la vida

Opinión
/ 22 febrero 2025

¿Hay algo que no sepan los poetas, los pensadores, los filósofos? Naturalmente, nada. Todo lo saben. Lo han sabido tanto y desde siempre, que crearon en la antigüedad un Dios (dioses, en cualquier cultura que se precie de serlo) para compartir y solazaron con su eterna y volátil y etérea presencia. Valga el oxímoron de por medio.

Todos los poetas son santos y en su llanto o alegría, nos llaman. Claro, nos convencen rápido de sus letras por lo mismo: son mentes preclaras las cuales modelan el mundo. ¿Una lección rápida sobre eso llamado amor y eso llamado vida? Sin duda, van algunos versos entresacados de un largo poema titulado “En conclusión”:

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“El amor es una piedra

Que se asentó en el lecho del mar

Bajo las aguas grises...

Esposa tácita,

Podemos sentarnos a observar el agua gris,

Y en una vida bañada por las aguas,

De la mediocridad y la basura

Vivir como las rocas...”.

¿Qué es el amor? Una piedra, un fardo en las espaldas de nosotros los humanos, los viajeros, los caminantes. Y si esa piedra se echa al mar que es la vida, ¿qué provoca? Una existencia plena y llena de “mediocridad y basura”. Caray, qué reflexión, que versos poderosos. Son del poeta, dramaturgo, crítico y pintor Derek Walcott (1930-2017) quien fue Premio Nobel de Literatura en 1992.

Se cumplen entonces y es aniversario, 95 años de su nacimiento. No poca cosa para el mundo. Es difícil conseguir su obra en este pueblo atado a los best sellers y a la literatura para sirvientas y amas de casa desesperadas, las cuales buscan la “superación personal y la felicidad” enlatada y en una sola receta. Hay autores, grandes autores los cuales pasan de noche para muchos lectores, es el caso del poeta insular Walcott.

Tengo una sola obra de Walcott, “Pleno verano”, poesía selecta de Derek Walcott. El libro es una bien cuidada edición en tapa dura en traducción del poeta José Luis Rivas (Editorial “Vaso Roto”, libros caros, muy caros, pero buenos). Lo he leído no de tirón, sino a cuentagotas, en dosis bien administradas, como debe de hacerse en ocasiones y con ciertos libros. Este es uno de ellos.

Se lo he contado antes aquí y en repetidas ocasiones, los grandes autores, los verdaderos autores que son imprescindibles para el funcionamiento del mundo, nos otorgan obras totales y completas (libros clásicos, se les dice o se les adjetiva no pocas veces) en donde podemos ir a abrevar de su caudaloso río en varias o todas las aristas posibles: vetas de comida, gastronomía; exploración sobre el amor y las pasiones, sentido de soledad o de pertenencia al vacío, la insularidad e individualidad llevada al extremo; también encontramos en este tipo de autores, el bullicio de la ciudad, la podredumbre de sus habitantes, el rostro vacío de los ciudadanos, las pasiones rotas, y claro, encontramos siempre a Dios.

ESQUINA-BAJAN

El libro y su autor vienen a cuento porque lo repito, se cumplen 95 años de su nacimiento. Murió luego de una penosa y larga enfermedad. Walcott fue Premio Nobel de Literatura en 1992. Pérdida irreparable de quien era considerado el más grande poeta entre los vivos. Faro de luz en la isla atiborrada de sevicia de ayer y de hoy.

Exploremos y a vuela pluma lo anterior. Es decir, es un autor y total. Y lo que queramos preguntarle, pues sí, su poesía lo va a contestar. ¿Algún guiño a nuestra América siempre convulsa?, ¿algún guiño o giro mexicano que él conoció en su momento? Sin duda. Lea usted: en un poema titulado “Música de cantina” (caray, desde su título creo que usted ya infiere por dónde va nuestro laureado poeta) habla sobre la “música (que) rebosa los bares”, los garañones de hierro (clientes, pues) con “mostachos de libertadores muertos” y claro habla de...

“Bandidos de ninguna república,

Sonora, Veracruz...

Y, botas a horcajadas para la trifulca final,

Listos para morir...”.

¡Caramba! Que estampa sobre nuestro país, cosa que lo cual al día de hoy se sigue cumpliendo cabalmente. El padre del poeta era pintor de raza negra y su madre una profesora. Walcott nació y murió en Santa Lucía, una isla pequeña en la cual su posibilidad de desarrollo cultural era limitada. Pero no así su imaginación. De hecho, ese hábitat insular fue el germen, la semilla que florecería en sus mejores textos y libros de poemas.

Para próxima entrega dejamos el tema mayor de esta columna y exploración sabatina: lo que Walcott dice, nombra y cómo aborda a ese inasible Dios. Una probadita: “... Ah, tener/ un tono coloquial y duro,/ la brevedad de esa corta sílaba, Dios/ toda síntesis en un trazo heráldico...”.

LETRAS MINÚSCULAS

¿Qué es Dios, según el Nobel de la Literatura? Síntesis en un trazo heráldico. Puf. Sin palabras.

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