Hablemos de Dios 228: ignoramos todo de Dios

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Ignoramos todo de Dios. Tan es así, que de tan ingenuos, lo seguimos culpando o bendiciendo de todo lo que pasa en esta vida terrena, muy terrena y nada divina. Vamos por partes y vamos para largo, como siempre. Los poetas y filósofos, los pensadores y rapsodas, inventamos a Dios. Dios es un invento, un bonito y buen invento de algo mejor a nosotros, tristes humanos primitivos y decadentes.
Lo inventamos, lo pensamos y lo imaginamos, para que nutriera nuestro patético mundo primitivo y así dejar de pensar en piedras milagrosas, elíxires benefactores, plantas sagradas, peces alados y divinos y en fin, toda esa parafernalia a la cual la hemos definido como panteísmo: Dios está en todo, en todo lugar y en todo momento. ¿Le suena? Pues sí, se sigue diciendo. Dios es un árbol, una piedra, un hombre lastimado, un burro rebuznando, en fin. Se creía superado, hoy revive con mucho furor lo anterior, por la ignorancia que nos asiste.
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Lea el siguiente liminar señor lector: ¿Es mejor o deseable la muerte de un anciano a la de un niño? ¿Es mejor y deseable la muerte de un anciano de 60 años, como yo, pues; anciano el cual y en teoría ya vivió y disfrutó o padeció todo, a la muerte de un par de niños de 7 y 2 años o la muerte de una adolescente de 23 años a la cual le quedaba toda la vida plena por delante? Haber, digamos, usted es Dios y tiene el poder de la vida y la muerte en su mano (cosa imposible, Dios es de palo y siempre está en su trono, ni le va ni le interesa la cosa humana). Relea usted el anterior tópico y bifurcación, ¿a quién salva usted de la inminente muerte?
Lo siguiente juro que lo leí en un buen libro, pero bueno, le hago la versión ranchera de “Las Mil y una Noches” del siguiente embarazo moral: usted transita en una carretera en su auto, el cual sólo tiene disponible un asiento vacío. Atrás de usted viene un incendio arrasando todo a su paso. Es inminente que si usted no acelera, lo va alcanzar y devorar. Usted va huyendo de él. En la parada de un autobús, hay una parvada de humanos desesperados, esperando algún humano el cual los socorra.
Sobra decirlo, el humano es usted, hay dos niños de apenas 7 y 2 años, Camila Y Jordan, se llaman. También hay una señorita de apenas 23 años a la cual le gusta manejar hasta el tope porque tiene prisa de llegar... a ninguna parte. También hay un anciano de 60 años el cual toma sus decisiones. Muy bien plantadas. No se deja llevar por el vendaval mediático, menos por la creencia o suposición social. Nada de eso, el anciano toma sus decisiones.
Lo repito, hay un solo asiento en su auto. ¿A quién salva de la muerte? ¿Al par de niños los cuales no han vivido en lo más mínimo? ¿A la señorita la cual y en teoría, sólo en teoría, tiene toda su vida por delante? ¿Salvar al anciano de 60 años, edad de quien esto escribe por cierto, el cual en conjetura y sólo en teoría ya vivió de todo, padeció o disfrutó todo el cual toma sus decisiones y por eso ha llegado a su plenitud? ¿Usted a quién salvaría?
ESQUINA-BAJAN
Usted y yo hemos buceado en las aguas bravas y pantanosas de la obra del lusitano Fernando Pessoa. Poeta, escritor inagotable. Es para estudiarlo una vida completa. Este poeta, solitario, atormentado, a ratos alcohólico; insomne todo el tiempo, dejó una obra portentosa con decenas de aristas por explorar. Una de ellas, la búsqueda de Dios:
“Dios personal, dios gente, de los que creen,
¡Existe para que yo te pueda odiar¡
Quiero alguien a quien pueda la maldición
Lanzar de mi alma que morí,
Y no al vacío solo de la noche muda
Que no me oye.”
“¡Existe para que yo te pueda odiar¡” Caramba con este escritor siempre en el borde del abismo, o mejor, siempre dentro de él, lo increpa a tal manera y con tanta ferocidad y desesperanza, que le exige que exista para así poder reprenderlo, cuestionarlo y al final, hasta odiarlo. Y usted lo sabe y anteriormente lo he dejado por escrito: sin usted, sin humanos, no existe Dios. Nunca al revés. Por eso Dios lo necesita a usted para existir y digamos, vivir. Lea, es el Salmo 34: “Bendice mi alma a Jehová en todo tiempo... En Jehová se gloriará mi alma... Engrandeced a Jehová conmigo y ensalcemos su nombre en una sola voz...”.
¿Lo nota? Dios lo necesita a usted y a mí para estar sentado en su gran trono divino. Y claro que usted lo observa y creo lo sabe: Dios fue creado a nuestra imagen y semejanza porque nosotros los humanos, los poetas y rapsodas de la antigüedad (lo vimos con Spinoza) lo inventaron. No al revés.
¿Dios tiene algo que ver con las muertes de un par niños de 7 y 2 años, con la muerte de una señorita de 23 años, con el suicidio de un anciano de 60? Todos en Semana de Pascua. Caramba, en lo absoluto. Es cosa humana, terriblemente terrena. ¿Usted a quién salvaría de la cuestión moral planteada? El par de niños murieron porque estaban dormidos a las 10 de la mañana en un incendio aledaño a su casa, justo cuando deberían de haber estado jugando. La señorita de 23 murió apretando el acelerador de su auto. Tenía prisa de llegar puntualmente... a su muerte. El anciano de 60 tomó su decisión: suicidarse. No más. ¿Usted a quién hubiese salvado?
LETRAS MINÚSCULAS
De última hora: nueva tragedia en el vecindario, siete seres humanos murieron en un incendio.