T ó T
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Recuerdo con afecto al señor profesor don Bernardo Ramos y Salas. No tuve la fortuna de ser su alumno, pero todos aquellos que lo fueron lo evocan con cariño y gratitud.
Era muy serio, muy formal, el maestro Ramos y Salas. Lo estoy viendo, con traje siempre y sombrero, con un portafolio que no dejaba nunca y que parecía ser parte de su indumentaria, y aun de su cuerpo. Profesaba el profesor en la entonces Escuela de Agricultura “Antonio Narro”, en el Tec de Saltillo y en el Ateneo glorioso, si no me falla la memoria. Toda la gente hablaba bien de él por su bondad y su saber.
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Cierto día lunes, en la Academia Comercial “Victoriano Cepeda”, donde también daba clases, el profesor Ramos y Salas llamó a un alumno por su nombre y apellido. Así lo hacía siempre. No decía. “A ver, Juan”, como unos, o: “A ver, Pérez”, como otros. Él decía invariablemente: “A ver, Juan Pérez”. Nombre y apellido. Así dijo esa vez:
–A ver, Fulano de Tal.
–Dígame usted, maestro –respondió con la misma urbanidad el nombrado, pues conocía bien los usos del profesor.
–Tenga la bondad de ponerse en pie.
–Con todo gusto, maestro.
El profesor Ramos y Salas era partidario del método. Nada de ordenar varios y diferentes movimientos sucesivos: eso podía prestarse a confusión, sobre todo en aquellos muchachos, que por motivo de su edad no tenían muy bien acomodado el seso todavía. Era menester, entonces, proceder por pasos. Así, don Bernardo esperó a que el estudiante estuviera en la postura que le había solicitado: de pie.
–Ahora –le pidió–, vaya usted al encerado.
El profesor Ramos y Salas no decía “el pizarrón”, igual que los demás maestros. Decía “el encerado”, como en los antiguos tiempos.
El alumno fue al encerado (pizarrón). Cuando ya estuvo ahí, don Bernardo continuó con el siguiente paso:
–Tome usted la tiza.
“Tiza” decía el profesor Ramos y Salas, y no “gis”. Esta última palabra, ya se sabe, es de origen latino, y él prefería “tiza”, vocablo de origen mexicano. La misma voz prefieren y usan, vaya usted a saber por qué, los españoles.
El muchacho tomó la tiza (gis).
–Ahora –prosiguió don Bernardo– escriba usted lo que voy a dictarle.
El muchacho puso la punta del gis (tiza) en el encerado (pizarrón) y esperó el dictado del maestro.
–T –dictó el profesor.
–T –escribió el alumno.
–ó –dictó en seguida el señor Ramos y Salas–. Y precisó: “Minúscula, y con acento, tilde o virgulilla, a fin de no confundir esa letra, la o, con el cero”.
Y puso el alumno:
–ó.
–T –siguió dictando profesor.
Y el alumno escribió:
–T.
Con eso quedó escrita en el pizarrón una misteriosa línea: “T ó T”.
–¿Quién es capaz de despejar esta ecuación? –preguntó el maestro.
Ningún alumno levantó la mano, claro.
–La despejaré yo para ustedes –dijo entonces don Bernardo–. T ó T quiere decir: “Tertulia o Título”. Ayer domingo en la tarde pasé por el Hotel Casa Lozano y vi a algunos de ustedes entrar a su tertulia dominical con baile. Si en tales o parecidos entretenimientos se distraen, si no estudian para mi clase del lunes, jamás obtendrán el título de contador. Escojan: T ó T.
¿Habrá todavía maestros como don Bernardo Ramos y Salas, que se preocupaba por sus estudiantes y los amonestaba con ingenio y sabiduría? Me gustaría pensar que todavía los hay.