Homicidios en México: la culpa es de Caín

Opinión
/ 20 abril 2025

Habría que preguntar por qué Caín fue protegido por Jehová, iniciando así la impunidad, que es la que hoy sobreabunda en este México asesino

Hoy es Domingo de Resurrección, día en que conmemoramos el triunfo de Jesucristo sobre la muerte, anhelo de vida en este país donde el promedio de homicidios es de 75 al día porque, como dijo Álvaro Obregón, el presidente asesino, “si en México Caín no mata a Abel, Abel mata a Caín”. Y para eso son las hogueras de cremación, las barrancas fúnebres y las fosas clandestinas, tan rebosantes en este país.

Cuando las masacres se repiten en plena Semana Santa resulta inútil tratar de explicarnos la violencia que vivimos con el dogma de la religión. Y aunque ya conocemos las causas reales del exterminio, de manera ociosa diremos que el pecado cainita nos persigue, que las masacres se deben a la terrible señal de Caín, porque desde que Caín mató a su hermano Abel por envidia, pues los sicarios asesinan y se disculpan aduciendo la maldición cainita. La Biblia nos relata el inicio de esta matazón:

“Y Caín llevó a su hermano Abel al campo y se levantó contra él y le mató. Y entonces Jehová inquirió a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel? Y él respondió: No lo sé, ¿acaso soy guarda de mi hermano?”. Y Jehová le reprendió “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra, ahora pues maldito seas tú de la tierra que abrió la boca para recibir la sangre de tu hermano y desde ahora serás errante y extranjero...”.

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Los teólogos saben por qué Jehová prefería las ofrendas de Abel a las de Caín. Un desaire que causó celo en Caín y fue el origen del pecado cainita, del cual dice Unamuno que es una de las más profundas intuiciones ancestrales y motivo que convirtió a Caín en el primer homicida de la humanidad.

El caso es que Caín trajo la muerte al mundo, la muerte para los seres que habían sido creados inmortales. Con el drama de Abel y Caín comienza la gran tragedia humana, la transformación del ser humano creado perfecto, a imagen y semejanza de Dios, en el implacable “homo homini lupus”, el hombre como un lobo para el hombre.

Caín trascendió a Abel porque hay constancia de que el homicida dejó descendencia. De Abel no se cita algo al respecto. Los doctos han de saber por qué Jehová permitió que la sangre homicida de Caín se mezclara en la humanidad. Y aunque es una discusión bizantina, pero habría que preguntar por qué Caín fue protegido por Jehová, iniciando así la impunidad, que es la que hoy sobreabunda en este México asesino.

La historia bíblica nos dice que Jehová protegió a Caín de la Ley del Talión, la ancestral venganza del ojo por ojo y diente por diente. “Y respondió Jehová. Cierto es que cualquiera que matare a Caín siete veces será castigado. Y puso Jehová señal en Caín para que no fuera herido por aquellos que le hallasen”.

Y en México hoy pretendemos culpar de la ola de homicidios a Felipe Calderón, a Enrique Peña Nieto o a Andrés Manuel López Obrador cuando esos políticos ni culpa tienen. Tampoco son culpables el PAN, el PRI o Morena por el baño de sangre y la impunidad de los criminales. De lo que sí hay constancia es que la culpa es de Caín, el primer ser nacido de hombre y mujer, el primer homicida de la humanidad y el primero en gozar la rampante impunidad. ¡Y de ahí pa’l real!

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