Humor que muerde

Opinión
/ 29 agosto 2024

Los amigos del Cronista −los tiene en abundancia y excelentes, a Dios gracias− se burlan de él por su afición a comprar libros de todas layas y jaeces. Le reprochan tener junto a una edición original de la Constitución del 24 “Las Aventuras de Sherlock Holmes” escritas por el espiritista Conan Doyle, y un estudio sobre las aves de la Isla de Pascua.

Es esa bibliomanía, o bibliofagia, sin embargo, lo que le permite al escritor hacer de vez en cuando hallazgos deleitosos. Uno de los últimos lo hizo al leer un libro casi sin pastas y sin hojas comprado a precio de vergüenza en una librería de baratillo (en las librerías de baratillo ha encontrado el autor sus más caros libros). Es ese astroso volumen una recopilación de epigramas mexicanos de todos los tiempos, desde la mal llamada Colonia −sobre la cual tuvo derechos exclusivos nuestro paisano ilustre don Artemio de Valle Arizpe− hasta el sexenio de Adolfo López Mateos, el presidente más guapo que ha tenido México, sin exceptuar a don Benito Juárez.

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Arte difícil es el epigrama. Lo supieron Marcial y Juvenal; lo sabe cualquiera que haya probado su mano en ese enorme, diminuto género. Una cuarteta o redondilla, cinco versos a lo más, deben bastar al epigramista para crear todo un mundo de ironía, de humor picante, de mordacidad. Igual que las avispas, un buen epigrama ha de ser pequeño y punzador. Con un símil más violento mi viejo maestro de periodismo, don Cipriano Briones Puebla, “Tata Nicho”, solía decir que un epigrama debe hacer como los perros de presa: morder y arrancar el pedazo.

Encontré en ese librejo un epigrama que vale por sí solo toda la tarde de la búsqueda, y haber cargado la caja pesadísima con balumba de disímbolos infolios de donde salió ése. El epigrama es −claro− de Salvador Novo, maestro insuperado en la ciencia de zaherir al prójimo. Ya conocía yo la terrible cuarteta que le hizo al infortunado Luis Spota, un buen escritor que tuvo la mala ocurrencia de ponerse en el tocadero cuando llamó a Salvador Novo “Nalgador Sobo”, en alusión de muy dudoso gusto a su homosexualismo, y luego dijo que Novo había hecho muy bien al escribir su libro “Las Aves en la Poesía Mexicana”, pues era experto en toda clase de pájaros. Respondió Novo con aquel genial y feroz epigrama contra Spota:

Este grafococo tierno

lleva, por signo fatal,

como apellido paterno

la profesión maternal.

Se diría insuperable este epigrama. Es, en efecto, de los que muerden y arrancan el pedazo. Pero el otro que hallé, si no lo excede, al menos lo alcanza en saña y en maldad. Se lo hizo Novo a Vicente Lombardo Toledano, el líder socialista que decía discursos proletarios enfundado en un traje de casimir inglés (se murmuraba que tenía 10 o 15 del mismo color, para hacer creer que sólo tenía uno). Al fino espíritu crítico de Novo le irritaba ver que Lombardo se daba muy buena vida al mismo tiempo que se ostentaba como redentor de los trabajadores. Y escribió este felicísimo epigrama, de perversidad muy infeliz:

Lombardo, que es gran burgués,

presume de tovarích.

Lo que en realidad él es

también termina con -ich,

pero se escribe en inglés.

Aludía Novo al “sanababich”, forma mexicanizada del anglicista “son of a bitch”, hijo de perra.

Dios nos libre de alguien con el vitriólico ingenio de Novo.

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