Iglesia, ¿carisma o poder? La tesis que cuestiona las estructuras tradicionales de la institución católica

Leonardo Boff argumenta que la Iglesia cambió el rumbo convirtiéndose en una estructura monárquica y autoritaria que distorsionó el mensaje de Jesús
El libro “Iglesia, Carisma y Poder” fue publicado en 1981 por Leonardo Boff, uno de los teólogos más importantes que surgieron por ese tiempo en el contexto de lo que se denominó el movimiento de la Teología de la Liberación. El texto es un escrito radical –en el entendido de lo literal del concepto– que pide volver a los orígenes, a la raíz, es decir, a vivir al estilo de las primeras comunidades cristianas. Efectivamente, aquellas que “se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones (...), donde todos los creyentes estaban de acuerdo y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno” (“Biblia de Jerusalén”, Hch. 2,42).
Un libro que sacó chispas en su momento, porque nunca ha sido un secreto que hay una distancia abismal entre esta primera ecclesia –asamblea– y lo que se dio en la evolución de esta a través del tiempo y en la historia. Boff va contra el modelo jerárquico, tradicional, lejano, litúrgico y sacramental, y aboga por una iglesia comunitaria, incluyente y carismática –absolutamente nada que ver con la de los movimientos pentecostales–.
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Lo de “carismática” es la referencia que hace de la tercera nota que da título al libro y que tiene que ver más con la participación de todos los fieles en la misión, no sólo del clero. Por inercia, argumenta que la Iglesia cambió el rumbo convirtiéndose en una estructura monárquica y autoritaria que distorsionó el mensaje y motivo central de su existencia: el mensaje de Jesús.
Crítica la estructura piramidal aludiendo a la pregunta: ¿Jesús quiso fundar una Iglesia? Por supuesto, preguntas jerga, es decir, preguntas que siempre estuvieron en la mesa de discusión. El punto es que nadie se había atrevido a estructurar a través de una tesis, bien hecha, con una reflexión y una argumentación solvente. Y menos que esta reflexión fuera de fuego amigo: Boff pertenecía a la Orden Franciscana, por lo que en 1985 se le prohibió enseñar y publicar.
Su propuesta es que la Iglesia debe de ser una comunidad fraterna, solidaria y participativa, donde la autoridad debe de estar al servicio de todos, preferencialmente de los oprimidos y marginados –en todos los sentidos, por supuesto–, alejada de los poderes económicos y políticos, como hasta la fecha se sigue dando, independientemente de los innumerables argumentos que quienes lo hacen propongan.
La iglesia de Jesucristo para Boff –y los teólogos del contexto–, Gutiérrez, Sobrino, Juan Luis Segundo, Dussel, entre otros, es la iglesia de los pobres. ¿Dónde estaba el problema? Las conferencias de Medellín (1968) y Puebla (1979) ya habían hecho estas afirmaciones.
El problema de Boff y de los demás teólogos era el desacato a la iglesia tradicional, a la del statu quo, a la del apoltronamiento, a la de la zona de confort. Boff propone una renovación tanto en lo teórico-teológico como en lo práctico. Si usted lee el documento de Puebla −que por cierto poco se puso en práctica− a grandes rasgos se dará cuenta de que era el modelo que se buscaba: el retorno al origen.
“Iglesia, Carisma y Poder” es un texto que cuestiona las estructuras tradicionales de la Iglesia Católica y que, desde entonces, aborda los temas que al momento siguen siendo polémicos: el rol del papado, del celibato obligatorio y del papel de la mujer en la iglesia. Por estos tiempos se han agregado otros temas contextuales que sacan ámpula y que pusieron en el ojo del huracán a Jorge Mario Bergoglio. Por supuesto, antes de Boff ya se cuestionaba por todos lados. El tiempo de Boff está enmarcado en el periodo ultratradicionalista de Juan Pablo II, quien siempre cuestionó el modelo de Iglesia que proponía no sólo Boff, sino un grupo numeroso de obispos latinoamericanos.
Después de cincuenta y cuatro años, “Iglesia, Carisma y Poder” sigue siendo un texto que vale la pena releer en un tiempo complejo como en el que ahora vivimos –la verdad es que la humanidad siempre ha vivido tiempos complejos–, donde se encuentra en riesgo el planeta y quienes lo habitamos (aquí los remito a revisar los Objetivos de Desarrollo Sostenible). El texto pone en la mesa el futuro de cerca de mil 406 millones de personas (católicos en el mundo) con relación a cómo actuarán y se comportarán a la luz de la nueva hermenéutica que viene.
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De la misma forma que los entes políticos y los movimientos pendulares (derecha-izquierda / tradicionalismo-progresismo) que hemos venido observando en los últimos tiempos, esto es lo que dentro de la Iglesia Católica está en juego.
Y, por supuesto, la trivialidad y la vulgaridad de un ala que ya hace apuestas sobre quién será el elegido, pese a que ni conocen a los “candidatos”, ni antes ni ahora. Es más, ni siquiera creo que les interese el futuro de la Iglesia Católica. Otros ponen en manos de Nostradamus el futuro inmediato de millones de creyentes, y otros más, en el ideario muy al estilo de la película “Conclave”, con la narrativa de la lucha de poderes a todo lo que da: conservadores que defienden la ortodoxia doctrinal contra progresistas abiertos a modernizar algunos temas.
Y en todo esto, dónde queda ¿lo esencial? Es decir ¿Qué pinta en todo esto Jesús y su mensaje? Una vez más, ante los tiempos que enfrenta la Iglesia, sale a la palestra la tesis de Boff: ¿carisma o poder? En cuanto a Francisco, que en paz descanse, se agradece su Lumen Fidei, Laudato Si’ y Fratelli Tutti. En este momento, así las cosas.