Inflación sin control: golpea aún más la economía familiar
La palabra inflación se ha convertido en un elemento permanente de nuestra conversaciones a lo largo de este año debido a que ha alcanzado cifras no vistas desde hace dos décadas, justo cuando dejamos atrás las recurrentes “crisis de fin de sexenio”.
Lo peor de esta realidad es que una parte muy relevante del crecimiento de los precios, de acuerdo con los datos proporcionados por especialistas, es atribuible a la carestía de los alimentos. En la primera quincena de agosto, por el ejemplo, el cálculo es que casi el 45 por ciento del crecimiento de este índice deriva del aumento en los precios de producto alimenticios.
Según el Inegi, la inflación a tasa anual se ubicó, en la primera mitad del mes que corre, en 8.62 por ciento, cifra superada solamente por la que se registró en la segunda quincena de diciembre del año 2000, cuando alcanzó un nivel de 8.87 por ciento.
En este escenario, los coahuilenses formamos parte del conjunto de mexicanos que estamos llevando la peor parte, pues en las cuatro ciudades de la entidad que incluye el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) este indicador se ubicó por arriba del promedio e incluso, en el caso de Torreón, llegó a los dos dígitos, al colocarse en 10.42 por ciento. En Saltillo, Ciudad Acuña y Monclova creció por encima del nueve por ciento.
Se trata, como se ha señalado en repetidas ocasiones, de un golpe a la economía familiar que no está siendo compensado por el incremento de los salarios, aunque se mitiga parcialmente –y solamente en el estrato de menores ingresos– por las transferencias en efectivo que el Gobierno de la República realiza a través de programas sociales.
Y por más que se diga que el fenómeno inflacionario es producto de “factores externos” –la guerra en Ucrania, fundamentalmente– la explicación es irrelevante frente a la pérdida de poder adquisitivo que está sufriendo la población en general incluida, desde luego, la que recibe apoyos gubernamentales en efectivo.
Por otra parte, explicar el fenómeno como una circunstancia “venida del exterior” solamente, pareciera constituir un intento por evadir la responsabilidad que tiene el Estado Mexicano de intervenir en el control de esta variable y, ulteriormente, plantear la hipótesis de que la inflación sólo cederá cuando las circunstancias internacionales se modifiquen.
No es así: las instituciones públicas mexicanas pueden –y deben– diseñar estrategias eficaces para incidir en el comportamiento de la economía. No basta, también es necesario decirlo, que solamente lo intenten, a través de medidas como el plan anunciado en mayo pasado para mantener los precios de 24 productos de la canasta básica, ofrecer incentivos fiscales para la importación de fertilizantes y otras medidas.
La inflación está afectando gravemente la economía de las familias y nada de lo hecho hasta ahora ha resultado eficaz, por lo que urge un rediseño de la estrategia para contener y revertir la escalada de precios.