Inteligencia Artificial y educación

Opinión
/ 25 junio 2025

El esfuerzo para aprender es mínimo. La inteligencia artificial realiza tanto las tareas más simples, como las más complejas... ¿Qué clase de personas ejercerán liderazgos en semejante mundo?

Si bien es cierto que la agricultura, la ganadería y el uso de herramientas fueron transformaciones muy profundas y trascendentes, cuyo impacto llega a nuestros días, el avance de la tecnología de los últimos cincuenta años no tiene precedente ni comparación alguna con el experimentado en ninguna otra época de la historia.

La posibilidad instantánea de intercambiar datos y de interconectarse sin fronteras, simplemente, es asombrosa y está acarreando innumerables beneficios a muchas personas, pero también generando efectos adversos para la sociedad en su conjunto. El avance tecnológico ya es parte de la vida, llegó y se instaló para quedarse y seguirá desarrollándose y tornándose más y más complejo. Nos toca controlarlo para salvaguardar la libertad y los derechos de los usuarios y afectados.

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La década de los setenta del siglo pasado vio la aparición de las primeras computadoras personales, que posteriormente experimentaron una revolución mediante los sistemas operativos de Microsoft o Apple. Los años noventa nos dieron la bienvenida con la World Wide Web, el internet. Una década después empezamos a ver los primeros esfuerzos de los buscadores de Yahoo, Microsoft y Google. Luego vinieron las redes sociales. En 2004 Facebook se puso en marcha en un dormitorio de la Universidad de Harvard. En 2007 nació el iphone 1 y dejamos de usar cámaras fotográficas o radios portátiles. Esta empresa, cuyo epicentro se encuentra en Cupertino, California, lleva dieciséis ediciones de Iphone y compite con sus pares de Android, como Samsung.

En paralelo, el trabajo y la escuela recibieron un fuerte impulso en materia de eficiencia y logros; lo prueba el crecimiento sin precedentes de la economía mundial y sus impactos en la naturaleza toda.

La Inteligencia Artificial es un nuevo fenómeno que comenzó mucho tiempo antes de Siri y Alexa. En realidad la IA data de la década de los cincuenta del siglo pasado; Marvin Minsky, profesor de la Escuela de Ingeniería del MIT es uno de sus precursores. Muchos otros que pasaron por sus aulas la llevaron a nuevos horizontes. Uno de ellos, Adolfo Guzmán Arenas, mexicano fundador del Centro de Investigación y Cómputo del Instituto Politécnico Nacional, donde se tituló como ingeniero. Guzmán Arenas obtuvo la maestría y el doctorado en Ingeniería Eléctrica en el MIT donde Minsky supervisó su tesis. Se trata de un gran personaje a quien tengo el gusto de conocer desde hace tiempo.

La Inteligencia Artificial ya está con nosotros y nos acompaña todos los días, en cierto sentido, nos conoce tanto o más que nosotros mismos. Pareciera ofrecer una respuesta inmediata y completa para cualquier pregunta que se le formule. Nos ayuda y nos hace infinitamente más eficientes en el trabajo. Por comodidad, utilizo Meta, la versión que ofrece WhatsApp; otras personas prefieren el Gemini de Google, el famoso ChatGPT, Open AI o un cada vez más largo etcétera.

Pero todo esto vale para mí, para mi generación y para las anteriores que todavía nos asombramos de la gran ayuda que nos brinda hoy en día. Pero yo estudié, como muchos de mi generación: leímos, mucho o poco, pero leímos, tomamos nota, hicimos resúmenes, etc., porque no teníamos de otra. Tecleamos, en máquina de escribir o en computadora. Memorizamos y “haya sido como haya sido”, pasamos o “panzamos” exámenes en preparatoria, en la universidad y en el posgrado, sin más ayuda que los libros, apuntes y nuestro intelecto e ingenio.

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Por el contrario, en estos tiempos de Inteligencia Artificial, un alumno de universidad en Estados Unidos invierte en sus estudios un total diario de 2.76 horas, 19.3 horas semanales. El esfuerzo para aprender es mínimo. La inteligencia artificial realiza tanto las tareas más simples, como las más complejas: presentaciones extensas o resúmenes para que el alumno tenga algo que decir en caso de que su profesor le pregunte algo. Los exámenes se han vuelto complicados: reprobar alguno ya sólo sucede en extremos, la ley del mínimo esfuerzo tiene la primacía.

¿Qué clase de personas ejercerán liderazgos en semejante mundo? ¿Será cuestión de adaptarnos a estas nuevas realidades o existirá, en el fondo, otra alternativa? El historiador inglés Niall Ferguson propone una especie de cuarentena para recuperar una verdadera formación universitaria: asumiendo que la IA domina, sólo queda sacar los aparatos tecnológicos de los salones de clase. Esas clases servirían para escuchar, para leer, discutir y escribir a mano. Se procuraría pasar de las 2.76 horas de estudio a, cuando menos, 7 horas al día. Los exámenes deberán ser orales o prácticos, aplicados en el momento y en presencia del docente.

Así la discusión. ¿Usted qué piensa?

Facebook: Chuy Ramírez

Columna: Regresando a las Fuentes

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