John Fogerty 80: El hijo menos afortunado del rock and roll

Opinión
/ 29 mayo 2025

Fogerty es un ejemplo de resistencia valiente, paciente e incansable. Le costó más de la mitad de su vida, pero al final se impuso la razón y prevaleció la justicia

No se suponía que estuviera hoy aquí, en mi casa, en mi natal terruño escribiendo el presente artículo. Según yo, debería estar en Nueva York para asistir al concierto de celebración de John Fogerty, quien llega hoy a la feliz edad de 80 años.

Me atrevo a decir que es, en su caso, una edad efectivamente feliz, ya que aunque logró la fama y el reconocimiento con apenas 25 años, a la par de escribir el puñado de canciones que le garantizaron la inmortalidad, fue hasta hace muy poco realmente que logró la victoria definitiva sobre la injusticia y otros demonios de índole personal.

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Apenas en 2020, el exlíder, voz y alma de Creedence Clearwater Revival le hizo un extrañamiento al entonces candidato Donald Trump por el uso de su canción Fortunate Sonen sus “rallies” o mítines de campaña.

Si usted conoce ese clásico del rock de los sesenta (más allá de tararear su pegajosa melodía), sabrá que es una fuerte y mordaz crítica contra los hijos de la clase privilegiada, la clase política de su país, que por alguna curiosa razón nunca salían insaculados para ir a pelear a la guerra de Vietnam. La prole de los senadores, representantes y gobernadores, siempre era eximida, mientras que los hijos de la clase trabajadora recibían un apresurado entrenamiento de menos de dos meses para luego ser enviados a morir a lo pendejo a la jungla de un país al otro lado del mundo.

Entonces, que viniera Trump −la mismísima encarnación del influyentismo, del clasismo y del privilegio del poder y del dinero− a hacer uso proselitista de esa canción le causó bastante curiosidad a su autor y así se lo hizo saber al esperpento anaranjado.

Pero ello es mera anécdota en una vida mucho más rica y compleja. Las verdaderas batallas para el compositor comenzaron apenas después de acariciado el éxito (según recuerdo, ese es el trasfondo de Have You Ever Seen the Rain?”: Lo amarga que sabe la gloria cuando no hay armonía en la vida para disfrutarla).

Todo comenzó con la ruptura del grupo. Su propio hermano y bajista, Tom Fogerty, dejó la banda por diferencias y con su salida marcó la sentencia de CCR como agrupación. Pero ni siquiera esa era la gran sorpresa que el destino le tenía reservada al hoy octogenario rockero.

John estaba lidiando con la disolución de Creedence cuando se enteró de la letra pequeña del contrato que habían firmado con Fantasy Records antes de alcanzar el éxito comercial.

Fantasy era dueña de los másters (las grabaciones originales) de sus canciones así como de los derechos de publicación. Es decir, el sello discográfico decidía cómo se explotaba comercialmente el bello catálogo de Creedence y, desde luego, qué parte de las ganancias le correspondía (virtualmente todo).

Creedence de hecho producía el 90 por ciento de los ingresos de Fantasy y, aun así, el empresario −un zoquete llamado Saul Zaentz− quería que la banda subiera los precios de las entradas para los conciertos, a lo que Fogerty siempre se negó (incluso los boletos para el concierto del día de hoy en NY son bastante accesibles gracias a la convicción de un artista que siempre ha cantado para las clases populares).

El contrato Zaentz-Creedence ha pasado a la historia del rock como uno de los más injustos y abusivos de todos los tiempos.

En la década de los ochenta, cuando John pudo por fin librarse de las obligaciones contractuales con Fantasy (al menos ya no tenía que grabar para ellos), pero la madre de todas las batallas legales por recuperar su obra estaba en ciernes.

John ni siquiera podía tocar sus propias canciones en sus conciertos y así fue durante un cuarto de siglo, por lo que tuvo que levantar y reinventar su carrera desde cero con material nuevo. Incluso fue demandado por la sabandija Zaentz ¡porque sus nuevas composiciones “sonaban demasiado al repertorio clásico de Creedence” (del que aún era dueño el empresario)!

Fogerty se defendió con su guitarra, interpretando sus canciones ante el jurado para dejar por sentado que se le estaba demandando no por un plagio, sino por tener un estilo propio. Ganó y fue esta quizás su primera gran victoria. La otra fue encontrar el amor en su esposa y comenzar una vida en sobriedad desde entonces.

Zaentz y Fantasy seguían explotando de lo lindo el catálogo de Creedence y hasta reinvertían las ganancias millonarias en proyectos cinematográficos ganadores del Oscar, mientras que John no veía un centavo ni podía tocar su repertorio clásico en sus presentaciones.

John llevó una nueva causa a la Suprema Corte, ante la cual demandó la restitución de los gastos legales para los artistas que ganaran juicios por derechos de autor. Es decir, indemnización por los gastos de representación legal en caso de ganar.

“¡Qué!”, dijo Saul “Fantasy” Zaentz: “¡Pero eso hará que más artistas se defendieran!”.

-¡Duh, bro! ¡Obvio!

Los nueve jueces fallaron de manera unánime en favor de Fogerty, quien sentó un precedente en beneficio de sus colegas artistas que no se defendían contra la rapacería de la industria por miedo a quedar desnudos por el costo de ir a juicio.

En los 90, Fantasy Records fue adquirida por Norman Lear quien, en un acto de decencia, restituyó a Fogerty las regalías de sus canciones y éstas pudieron volver a ser interpretadas en concierto por su autor.

Pero apenas en 2023, luego de más de medio siglo de sinsabores, Fogerty pudo readquirir los derechos de su repertorio con Creedence. Por fin volvió a ser dueño de su maravilloso legado y ningún ejecutivo está ya por encima de las decisiones del artista sobre su obra.

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Por eso le decía que la desavenencia con Trump era apenas una anécdota menor en esta vida excepcional de 80 años, que yo celebro por razones que son obvias (el gozo que todos compartimos por Creedence), pero también por motivos muy íntimos.

He tenido la suerte de ver a Fogerty en más de una ocasión, así que sé que excusará mi inasistencia de hoy (no es como que pueda yo agarrar un Greyhound hasta NY y tampoco puedo volar con la frecuencia que me gustaría). Además, espero volver a verlo tan pronto como ofrezca una presentación un poco más cerca de mi patria chica y es que, entre la compañía que me hizo en momentos particularmente difíciles y las lecciones de guitarra, todavía tengo mucho que agradecerle.

¡Larga vida, pues, a John Fogerty, el hijo menos afortunado del rock and roll!

ENCORE

El domingo se ejecuta por fin la sentencia de muerte de la democracia mexicana y de la República. No tengo puta idea de cuánto nos tomará recuperarnos de esta catástrofe institucional y es probable −como ya he dicho− que a muchos ya no nos toque volver a ver el orden constitucional restaurado.

Por ello compartí hoy el periplo legal de John Fogerty, por ser un ejemplo de resistencia valiente, paciente e incansable. Le costó más de la mitad de su vida, pero al final se impuso la razón y prevaleció la justicia, y estoy seguro de que todo valió la pena.

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