Juan Manuel Villarreal Valdés, entereza moral y nobleza espiritual

Opinión
/ 29 octubre 2023

Para rendir homenaje a quien se adelantó en el camino de la vida es preciso no olvidar, porque el olvido es la incapacidad de recordar. Muchas veces es ingratitud, otras veces simple olvido, pero el recordar tiene una dimensión ética, como bien sugiere Salomón en su Eclesiastés donde nos dice: “Voy a hacer el elogio de los hombres buenos, a quienes el Altísimo dio su bendición, hombres famosos por sus buenas obras, por la bondad a sus semejantes, fieles a su hogar y a su familia y que fueron muy reconocidos en su tiempo. Aunque también hay otros hombres que cayeron en el olvido, a quien ya nadie recuerda, que terminaron cuando terminó su vida, como si no hubieran existido.

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“Están los nuestros que, al contrario, fueron hombres de bien y su esperanza no terminará hasta el fin de los tiempos. Entre ellos aquel, el que nunca manchó su honor, y que todo el bien de su vida se conserva en su descendencia y hoy es herencia de sus nietos. Su recuerdo permanecerá siempre y sus buenas obras no se olvidarán jamás”. Y ese es el Ing. Juan Manuel Villarreal Valdés, a quien conocimos en la Comisión Nacional de Zonas Áridas (Conaza), muy respetado en el gremio agropecuario y por sus colegas de la Universidad Antonio Narro, como bien dijo el sabio Salomón, “el que nunca manchó su honra”.

Y claro que es lamentable que nuestro amigo Juan Manuel haya partido hacia esa orilla sagrada donde nos espera el destino. Pero queda el recuerdo indeleble de sus actos, de su don de gentes, el grato recuerdo de su mano tendida al agrónomo que buscaba trabajo. Lo recordamos como delegado de la Conaza y este columnista acudió a verlo por recomendación del arquitecto Alberto González Hernández con el que Juan Manuel había coincidido en actividades de la Confederación Nacional Campesina (CNC) junto al parlamentario Héctor Hugo Olivares Ventura. Políticos de verdad, no de probeta.

Sin conocer al suscrito, el ingeniero Juan Manuel recibió de manera amable al que acudió solicitando un favor y, tras escuchar la petición pertinente, el agrónomo Villarreal pidió mi presencia al inicio del mes y requiriendo la documentación necesaria. El apoyo oportuno, espontáneo y genuino es un acto inolvidable de fraternidad que debe movernos a la gratitud.

Hay que decir que en cuestión de personalidades el griego Aristóteles decía que el hombre es un zoon politikón. Quien hace promesas y las cumple también es un politikón, aunque haya que buscarlo con la lámpara de Diógenes. Pero un hombre –dijo Marx– es un político que produce (con el esfuerzo de su iniciativa privada), y es aún más difícil de encontrar cuando la mayoría vive de la política. Juan Manuel Villarreal Valdés fue un zoon politikón. También un hombre que cumplía sus promesas pero, más que eso, fue un político que producía capital, un exitoso ganadero que aportaba al producto interno bruto de este país.

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La trayectoria política de Juan Manuel ha sido reconocida en la nomenclatura de la CNC. Fue legislador en el Congreso de Coahuila, líder estatal de la CNC, delegado de la Conaza, director de la Promotora para el Desarrollo Rural de Coahuila, entre otros cargos públicos importantes.

La lucha del hombre contra el olvido nos hace hoy recordar a Juan Manuel. Sus seres queridos no lo olvidan. Sus compañeros de la Narro tampoco.

Que en paz descanse, Juan Manuel Villarreal Valdés.

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