La 4T contra el INE: nos jugamos el presente y el futuro democrático
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AMLO es un consumado estratega electoral. Nunca da brinco sin huarache de llanta Pirelli, o al menos, Yokohama, por aquello de la austeridad republicana. Sus acciones, todas, tienen un sentido de rentabilidad electoral con un propósito puntual: asegurar la continuidad sexenal de la 4T.
¿Le importó alguna vez asumir la investidura presidencial para actuar como presidente de todos los mexicanos? Nunca. ¿Le preocupó el impacto desastroso de sus ocurrencias cuando sin argumentos y evidencia probatoria canceló la construcción del aeropuerto de la CDMX con una pérdida de 331 mil 996 millones de pesos (el equivalente a cuatro AIFA)?; ¿o cuando manejó de manera pésima la pandemia de COVID-19 para provocar la muerte de 626 mil mexicanos (OMS, 2022) y obligar el cierre definitivo de un millón 600 mil negocios entre octubre de 2020 y julio de 2021 (Inegi, 2021)? No. Ambas situaciones cayeron como anillo al dedo de un viejo zorro electoral. En el primer caso, López Obrador se deslindó y rompió con “las élites neoliberales” detrás de la construcción del aeropuerto, para afirmar su opción por el “pueblo bueno y sabio”. En el segundo caso, AMLO manejó la vacunación contra el COVID-19 con un sentido electoral: primero, fue vacunada su clientela electoral. Luego, los demás. Además, abandonó a los pequeños, medianos y grandes empresarios a su suerte. Aunque otorgó, sin embargo, un millón de créditos a pequeños negocios urbanos, tanto del sector formal como del informal, con préstamos de 25 mil pesos cada uno, de los cuales, por cierto, sólo ha recuperado el 8.6 por ciento.
En el caso de los organismos públicos autónomos, el Presidente actúo de la misma manera. No podía permitir su existencia, porque estos acotarían la concentración del poder en su persona y le impedirían alcanzar la transexenalidad de la 4T. De esa manera, cooptó el Coneval, el Inegi, el Banco de México, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, la Fiscalía General, la Cofece y el Instituto Federal de Telecomunicaciones. Y desapareció el Instituto Nacional para la Evaluación Educativa. Sólo permanecieron vivos el INE y el Instituto Nacional de Acceso a la Información. Empero, los dos ya fueron sentenciados a muerte por el mandatario, porque asegura que los organismos públicos autónomos fueron creados para “legalizar el saqueo neoliberal”. Por ello, todos deben “desaparecer”.
En el caso del INE desplegó una jugada de ajedrez que aún no le ha funcionado del todo. Su plan tenía cuatro vertientes relacionadas entre sí: Uno. Controlar la Suprema Corte de Justicia con el arribo de su incondicional la magistrada Yasmín Esquivel. Su intención consistía en tener un sustituto ideal –como lo fue el anterior presidente, magistrado Arturo Záldivar– para apagar cualquier controversia constitucional a su plan para desaparecer al INE. Pero AMLO fracasó. La magistrada Esquivel no pasó el filtro de la decencia mínima exigida por su cargo para asumir la presidencia. Su plagio congénito condenó su capacidad profesional y su ética de la responsabilidad.
Dos. Impulsar una reforma electoral que desaparecería al INE y a institutos y tribunales electorales estatales para centralizar sus funciones en un Instituto Nacional de Elecciones y Consultas. López Obrador fracasó de nuevo. Un movimiento social, significativo, de clases medias y altas aliado a los partidos políticos de oposición tumbó su reforma.
Tres. Proyectar un plan B disfrazado de reforma administrativa para desmantelar la estructura organizativa del INE para realizar elecciones y reducir a su mínima expresión la certeza, la confiabilidad y la validez de los resultados electorales. El Presidente erró, porque estalló de nuevo el mismo movimiento social aliado con el INE y los partidos políticos de oposición. El plan B fue frenado por la Suprema Corte de Justicia, porque, entre otras cosas, “plantea una posible violación a los derechos político-electorales de las y los mexicanos”.
Cuatro. Poner a cuatro consejeros afines a la 4T en el Consejo del INE. Fallidas sus tres primeras movidas, AMLO va con todo por la última. Entre manipulación de la lista, manoseo de los exámenes, entrega de las respuestas. Intentará tener mayoría de simpatizantes en las cuatro listas de cinco aspirantes ya enviadas a la Cámara de Diputados para ser votados como los cuatro nuevos consejeros del INE. ¿Ganará Andrés Manuel López Obrador en su última movida de ajedrez? Presionemos a nuestros diputados para que no suceda.
Sin exagerar. Nos jugamos el presente y el futuro democrático del país.
Nota: el autor es director general del ICAI. Sus puntos de vista no representan los de la institución.
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