La cizaña

Opinión
/ 21 agosto 2022
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El ambiente laboral en México atraviesa por un momento de eclosión en lo que se refiere a la estabilidad de las compañías y la supervivencia de los sindicatos.

Diversos factores han impactado en la dinámica laboral derivado de
los efectos de la pandemia, sin embargo, hoy día el tema sindical es el primordial en la ecuación que formula la paz laboral y el desarrollo económico del País.

Desde el decreto que dio origen a las maquiladoras en los años sesenta pasando por el ingreso de México al GATT en los ochenta y posteriormente el TLCAN en los noventa, el sector manufacturero de exportación se había convertido en motor esencial para el País ante las distintas crisis económicas generadas por las administraciones gubernamentales, luego vino el TMCAN y su capítulo laboral para acabar con el cuadro, al decir de mi abuela doña Lupe.

Por otro lado, y dejando atrás los conflictos intersindicales de los años setenta, las organizaciones obreras habían logrado acuerdos de civilidad y tolerancia, mismos que se consolidaron con la firma de los acuerdos para impulsar la nueva cultura laboral en los tiempos en que don Carlos Abascal era presidente de la Coparmex y don Fidel aún existía.

Coahuila y sus líderes obreros fueron un ejemplo muy significativo de los ambientes de paz laboral que se generaron con los consensos entre las empresas, sociedad y Gobierno.

La reforma laboral de 2012 se había quedado corta en temas fundamentales, sin embargo, propició esquemas muy interesantes, sobre todo el basado en el pago por conocimiento.

Las relaciones laborales de las empresas afiliadas a cámaras de la industria contaban con sus contratos colectivos registrados en las antiguas juntas de conciliación, aunque también existían muchas que preferían mantenerse en el oscurantismo considerando que así podían permanecer sin ser detectados.

Ya en el TLCAN se establecían algunos mecanismos a fin de que los firmantes fijaran un principio de equidad comercial basado en prácticas alejadas de la competencia ilegal, y el principal argumento fue la diferencia estratosférica de los salarios allende las fronteras de México.

Recuerdo que en los noventa la AFL-CIO (Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales) estuvo haciendo su labor en las armadoras automotrices norteamericanas en México a fin de alentar a la gente a solicitar el pago de los mismos salarios de ese país.

Aun cuando el convenio 98 había sido firmado por nuestro País a finales de los años cincuenta del pasado siglo, fue hasta 2018 cuando fue ratificado por el Senado de la República y por ende convertido en ley federal. Este convenio establece la base de la libre sindicalización, la democratización de las decisiones sindicales y de negociación colectiva.

En las mismas fechas estos principios fueron agregados a la Ley federal del Trabajo y aplicadas, por ende,
por los sindicatos en sus estatutos y negociaciones.

Una reforma que llegó muy tarde a nuestro País, ya que se tornó en una eclosión que reventó las bases de muchas agrupaciones sindicales que no captaron el fenómeno que ésta adecuación provocaría.

Los sindicatos radicales, definidos como aquellos que buscan solamente el interés de sus agremiados sin considerar las condiciones de las fuentes de trabajo, se dieron a la tarea de alentar en agrupaciones estables la semilla de la discordia y la duda y, a través de minorías gritonas y alegadoras, fueron ganando terreno a una mayoría silenciosa y preocupada.

Los radicales están aprovechando tres condiciones especiales para atacar: 1) Las reformas legales, el convenio 98 y el capítulo laboral del TMCAN; 2) La novedad que significa votar por la aprobación de contratos y su legitimación, y 3) Su capacidad de provocación y penetración con temas que preocupan a unos cuantos y que por magia se convierten en clamores mayoritarios.

Al decir del papa Pancho: “cuidar el trigo y no perder la paz por la cizaña”, es asunto que alejaría la inversión del País y provocaría un clima de inestabilidad laboral y de legalidad en México.

Como en la Biblia, hoy día la cizaña crece en los florecientes campos del trigo que al ser cortados ambos al mismo tiempo, como se hace en el País, provoca que también la cosecha se pierda. Esa es la paradoja.

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