La democracia desafiada

Opinión
/ 7 junio 2023
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Nuestro estado de Coahuila, está por cumplir 100 años gobernado por un partido hegemónico: el PRI, el cual ha ganado nuevamente la reciente elección con su candidato, Manolo Jiménez. Sus antecedentes propios y los de su familia, así como los de los partidos que lo apoyaron, ponen en entredicho sus intenciones honestas de gobernar. Además esos partidos no sólo no han logrado sostener vínculos fuertes con el electorado, sino que el curso de los acontecimientos transcurre a sus espaldas.

Los resultados de la elección en Coahuila han provocado una poderosa ola de indignación a un importante número de coahuilenses, lo que ha generado un especial desconcierto que —sin lugar a dudas— dará inicio a nuevos movimientos sociales, e incluso nuevos partidos. Los cuestionamientos y críticas a muchas cosas que sucedieron son una señal de que debemos entender mejor la política; únicamente así podemos juzgarla con la consideración que se merece en estos tiempos de confusión.

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Un análisis somero de los recientes acontecimientos electorales en Coahuila, pareciera mostrar que la democracia tiene múltiples enemigos: debilidad política, falta de confianza y negativismo de los electores, oportunismo en los diferentes frentes de los agentes políticos, el desplazamiento de los centros de decisión hacia lugares no controlables democráticamente, infame participación del estado y nula injerencia del árbitro electoral.

Los resultados obtenidos demuestran una democracia irritada, un malestar difuso que carga contra el sistema político en general, donde se constata más frustración y agitaciones poco transformadoras de la realidad social, que aspiraciones. Si los coahuilenses estamos hartos de que nos gobierne el mismo partido, ¿por qué muchos votaron por él?

Lo que enseña el resultado es lo complejo de la democracia, que es parte de un proceso social, que tiene como enemigo la ambivalencia de una sociedad confundida, por estar poco articulada políticamente, con contradicciones, incoherencias y disfunciones frecuentes. Los problemas que enfrentará el nuevo Gobernador derivan de una realidad interdependiente y concatenada, ante los cuales sus componentes individuales plantean una insostenibilidad social, altos riesgos financieros, inseguridad pública y comportamientos individuales de dudoso proceder y futuro actuar.

No obstante, y nuevamente de forma imprevisible, el sistema político no fue capaz de reaccionar ante la rebelión popular. El futuro que se espera es que la energía de la fuerza transformadora se canalice en una movilización social, traducida en un proyecto de Observatorio Ciudadano que conducirá a la transición y a un nuevo pacto social en el Estado de Coahuila.

Los coahuilenses sabemos “que la geografía política del país, ha cambiado” y nuestro Estado es uno de los dos últimos bastiones del PRI. La realidad es que nos enfrentamos a una complejidad estatal, ocasionada por múltiples causas que nos han afectado a través del tiempo. En principio, la distribución de la población coahuilense en seis regiones territoriales, nos hace diversos y débiles, carentes de una mentalidad de unidad, de arraigo estatal. Los coahuilenses no tenemos identidad estatal propia, sino regional.

Por eso, el resultado final de toda esta turbulencia es que hay un gran rechazo por la continuidad del mismo partido de siempre. Esto lo entienden muy bien los líderes políticos, que prefieren acomodarse a la situación y meter miedo, en vez de generar esperanza. No es extraño que una confrontación tan elemental acabe por enquistar los problemas y se prefiera que el adversario desespere, a involucrarlo en las propuestas de solución.

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En este contexto, hay dos elementos fundamentales que agobian a nuestra sociedad coahuilense: el desconocimiento y la exigencia de aprender a manejarnos con conocimiento completo, frente a riesgos sociales futuros, a constelaciones de actores, dentro de las cuales demasiados acontecimientos están relacionados con demasiados eventos. De este modo, queda desbordada la capacidad de decisión de los actores individuales.

Igualmente, cuando cada región se rige por sus propias lógicas, la sociedad enfrenta contradicciones, porque debe articular valores y lógicas opuestas e incluso antagónicas. De esta situación se deriva la exigencia de que el sistema político gobierne y articule los demás sistemas funcionales, y justamente en ello está el núcleo de la función de gobernar el estado. Eso deja de ser posible en un sistema complejo, pues lo nuevo en el mundo globalizado es la interacción casi instantánea de información en una densa red social, económica y política que se comunica de manera cibernética.

El problema es que hoy, más que estrategias de cambio, lo que tenemos son gestos improductivos, una agitación que es compatible con el estancamiento, escenificaciones sin consecuencias, impulsos estériles, falsos movimientos. La traición de quitarle —a última hora— el apoyo del PT a Ricardo Mejía y del Verde a Lenin, fue un acto de traición y cobardía de los dirigentes de estos partidos, para hasta hacerles perder el sentido de la realidad a mucha gente, de manera que poco tiempo después se convirtieron en unos decepcionados y confundidos electores. Todo esto consistió en hacer que ocurriera aquello que deseaban a manera de venganza por la manera en que se llevó a cabo la mencionada encuesta fantasma, —seguramente— coludido con el candidato de Morena y la rebeldía del candidato que logró el apoyo de muchos coahuilenses.

Pese a la ineptitud del dirigente del partido mayoritario en el país, se generó una verdadera energía ciudadana opositora al régimen, paralela a Morena, en las seis regiones del estado, perfilándose en el horizonte una fuerza política de unidad territorial, que conducirá a la transición y a un nuevo pacto social en el Estado, lo que será una sorpresa para el gobernante y sus políticos.

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