La democracia se fortalece con USTEDES
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Ayer, hoy y siempre, resulta relevante entender que un país es democrático en la medida que su pueblo participa en la toma de decisiones en los asuntos públicos, empezando por algo elemental, que es ir a votar cuando hay elecciones para alcaldes, legisladores, gobernadores, presidente de la república. Me está faltando una, pero esa la trataré en otro momento.
México, nuestra noble patria, tiene una asignatura pendiente con este deber cívico. Los mexicanos no nos volcamos en los procesos en los que se decide a quiénes vamos a confiarles el gobierno de los tres niveles y menos, pero mucho menos, cuando se vota por legisladores, sobre todo si se trata de una elección intermedia. En el argot político se dice que es una elección huérfana. Debiera ser bien concurrida, los legisladores son los que hacen las reglas con las que se gobierna y las que establecen la relación entre gobernantes y gobernados. Nuestra cultura en materia de civismo deja mucho que desear. Sigue sin educarse a los niños y a los jóvenes en algo que debiera ser prioritario, toda vez que de ello depende su presente y sobre todo su futuro, llegarán a la adultez y son el relevo en cada uno de los ámbitos del quehacer humano.
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El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) ha realizado diversos estudios que muestran la importancia de la participación política de los jóvenes en el país. El 30 por ciento de la población total corresponde a jóvenes entre los 15 y los 29 años. Si participan sus opiniones tendrían un peso específico para la construcción de políticas públicas que respondan a sus necesidades y demandas.
En la elección más reciente –federal– que es la del 2024, las personas jóvenes de 20 a 29 años no llegaron ni el 50 por ciento a las urnas. En la de 2018, presidencial también, solo el 17 por ciento de este rango de edad se presentó a ejercer su sufragio. Estos datos, usted que hace favor de leerme, los puede corroborar en la página del INEGI y del INE. No es un asunto cualquiera el de la participación política de los jóvenes en México, requiere atención y acción de las autoridades y de la sociedad en general. Los jóvenes son una fuerza importante para el desarrollo del país, de ahí que su participación en la vida política es esencial para el fortalecimiento de una democracia más sólida y justa.
En un estudio que realizó el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se encontró que la participación política de los jóvenes está vinculada a su sentido de pertenencia y compromiso hacia la sociedad. ¿Qué pasa con esto? Debe de haber una explicación lógica a esta desafección que se refleja en el incumplimiento de un deber, en el no ejercicio de un derecho que costó, parafraseando a Churchill, sangre, sudor y lágrimas, darle categoría de universal. Es inaplazable crear conciencia comunitaria en las generaciones de niños y jóvenes de hoy, y entre más temprano se haga, mejor. Debemos crearles sentido de pertenencia a su comunidad, despertar el apego que le da identidad a una persona con su tierra, con su historia, con la historia de sus ancestros, con todo aquello que te toca las fibras del alma y te lleva a que ames, y por ende, a que te importe el destino del lugar en el que has nacido.
¿Por qué ha de estar pasado de moda que te conmueva tu bandera ondeando en lo alto, a toda asta, o que te emocione escuchar el himno nacional que escribió el poeta potosino don Francisco González Bocanegra y musicalizó el maestro español don Jaime Nunó Roca? Hoy día, y lo apunto porque lo he visto, ni se inmutan en la ceremonia de honores a la bandera y están pero no están. La bandera, el escudo, el himno nacional, son símbolos de nuestra identidad. En mi infancia, nomás el no estar en posición de firmes, me costó soberanos coscorrones, y no me causó ningún trauma. La formación en valores, el respeto, la consideración, la atención, están en decadencia. Y el cobro por esa ausencia está siendo muy alto. Y quienes más lo van a resentir son estos niños y jóvenes que no están recibiendo el cimiento para una adultez recia y madura.
El espectáculo que están viendo las nuevas generaciones con respecto al ejercicio de la política, pues no es nada gratificante, para expresarlo sin altisonancias, deja mucho que desear. Hay quienes llegan a un cargo público a mostrar todo lo que no se debe hacer, todo lo que denigra a una disciplina que se concibió como el mejor instrumento para generar bien común. La política entendida como servicio enaltece a las personas, hace prósperos a los países, detona desarrollo parejo, progreso, justicia, equidad, seguridad, servicios de salud y de educación de calidad.
Ser ciudadano no se reduce a tener una credencial de elector, es más, pero mucho más que eso. Ser ciudadano es hacerte cargo de los deberes y los derechos que te confiere alcanzar la mayoría de edad, es asumirte no como mirón de palo de lo que acontece a tu derredor, sino parte actuante para cambiar aquello que dañe la vida en tu comunidad, como los flagelos que se viven hoy día, la inseguridad, la corrupción y la impunidad, que a todas luces en muchos espacios de nuestra amada y noble patria le están ganando a la ley y el orden. ¿Eso es susceptible de cambiar? Por supuesto, pero se necesita participar. Como ciudadano, como mexicano, tienes derecho a exigirles a tus representantes que te rindan cuentas. Están obligados a hacerlo. De ahí la relevancia de no ir a votar a ciegas, es bien importante enterarte de quién es, cuál es la trayectoria de vida de quien elijas para que te sirva, no para que se sirva.
Es tiempo de romper paradigmas, jóvenes. México va a ser lo que ustedes determinen. Su participación hará la diferencia. Véanse en el espejo de lo que se gesta a la vera de la indiferencia y la apatía de millones de mexicanos de mi generación o de la de sus padres. Hoy día, y va en avance, se está viviendo una precarización laboral que a ustedes ya les está afectando y les va a afectar más cuando vayan en su propio caballo, es decir, cuando dependa directamente de ustedes su subsistencia.
Hago un respetuoso llamado a los padres de familia, el desarrollo de una ciudadanía comprometida inicia en casa. Y la escuela tiene también un papel relevante. Devuelvan el civismo a las aulas. Conviertan el debate en práctica permanente, discutiendo, analizando, generando controversias, de la mano de la inteligencia y la fuerza de los argumentos. Conviertan el salón de clases en foro permanente para la formación de ciudadanía. Debatir ideas y propuestas enriquece la convivencia. Aplíquense en estimular en los niños y jóvenes el precioso hábito de la lectura. Conviertan la energía, la enjundia, la vitalidad de esa preciosa edad en materia prima para ir construyendo un país en el que VIVIR COMO GENTE sea más, pero mucho más, que una aspiración.