La doble raya: la importancia del orden y la promoción de esta virtud en las nuevas generaciones
La ley y el orden son requisito previo esencial para tener una economía moderna. Se habla y se escribe profusamente sobre la ley, y poco sobre el orden, el que se aprende en el hogar y en la escuela desde temprana edad.
Al respecto, quien fuera un cercano amigo, Roberto Valdés Durón, me contó que en su vida profesional, fue de gran ayuda la enseñanza de sus maestros al haberle inculcado el hábito de elaborar sus tareas y trabajos, con orden, subrayando con doble raya el título de los escritos, con una línea los subtítulos, cuidando los márgenes, los espacios y la limpieza.
Por cierto, Beto, fue amonestado por su profesor, cuando al graduarse de secundaria, externó su deseo de convertirse en beisbolista profesional, siendo obligado a optar por la ingeniería.
Mi amigo no andaba tan desorientado, ya que actualmente el salario promedio de un jugador de Grandes Ligas es de 5 millones de dólares, con un rango que va de 760 mil dólares, que es el salario mínimo, a 765 millones, monto del contrato por 15 años de Juan Soto con los Mets de Nueva York.
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De las maestras y maestros que en la infancia y la adolescencia nos inculcaron el hábito del orden y la limpieza, puedo mencionar a las señoritas Irene Cepeda de la Peña y Esther Amador Páez, y a los hermanos lasallistas Antonio Deloya Catalán, Servando de Alba y Carlos Saravia, éste último, fue el director de la banda de guerra del colegio.
El orden es indispensable para convivir en sociedad, y comienza por respetar la fila en el banco, en una oficina o en los espectáculos, y es lo opuesto al típico agandalle.
Asimismo, el orden se relaja cuando los padres de familia hacen doble fila en las escuelas para dejar y recoger a sus hijos, afectando la vialidad de la ciudad, lo que a su vez ocasiona bloqueos y retrasos, que en última instancia se traducen en una menor productividad.
En este punto, desde un principio la autoridad debió establecer las áreas adecuadas para realizar estas maniobras sin afectar a terceros.
El desorden comienza con cosas en apariencia sin importancia, como el tirar en la calle una colilla de cigarro, una bolsa con restos de comida, o envases de bebidas.
Cuando llegan las lluvias, la basura acumulada ocasiona que los arroyos arrastren toda clase de objetos, incluyendo muebles, colchones y hasta refrigeradores, lo cual agrava los daños en las personas, viviendas y propiedades, como sucede con regular frecuencia en nuestra ciudad capital, provocando las consabidas quejas de los afectados, con las recurrentes promesas de las autoridades para “de una vez por todas, solucionar estos problemas.”
La falta de orden se manifiesta también en la economía informal, al invadir espacios, ser fuente de basura y de evasión fiscal, entre otras afectaciones.
Por cierto, Coahuila destaca a nivel nacional por su elevado índice de formalidad laboral, el cual no sólo hay que mantener sino incrementar, por los beneficios generados.
Asimismo, al no respetar un alto o pasarnos un semáforo en rojo, no sólo incurrimos en una falta al orden, sino que ponemos en riesgo la vida de otras personas y la nuestra.
Una comunidad en la que impera el orden cuenta con altos índices de seguridad, estabilidad, legalidad, facilita la inversión, el comercio, la innovación, la gobernabilidad y la convivencia pacífica.
Ejemplos de países caracterizados por el orden, lo son entre otros: Japón, Alemania, Suecia, Suiza y Canadá. Se trata de sociedades del primer mundo, de las que nos separa una gran brecha, que podemos ir cerrando, si aprendemos de ellos el importante hábito del orden.
El gobierno estatal, los municipios, el sistema educativo y las ONGs deben unir esfuerzos para promover las virtudes del orden en las nuevas generaciones.
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