La inspiradora vida de Goyita, la catequista de Viesca

Opinión
/ 13 diciembre 2024

Goyita ayudó a sus familiares a realizar sus sueños y a los que iban a EU los recibía amablemente y los guiaba a cumplir el sueño americano

Goyita llegó a Viesca siendo niña, dice que nunca pensó que eso le abriría mejores oportunidades de vida, tanto a ella como a su familia. Ignacio Favela y Francisca Briones fueron sus padres, al inicio vivieron en Salitrillo, Durango, a 40 kilómetros de Viesca, en una comunidad cercana al punto trino (los campesinos le dicen así al lugar donde colindan tres estados: Coahuila, Durango y Zacatecas). Fue un lugar de mucho trabajo, ahí había una sotolera que producía artesanalmente el sotol. Hoy sólo hay un pequeño ojo de agua salada. Después las familias se mudaron a unos kilómetros, a Noria de Rusias, Durango, municipio de San Juan de Guadalupe. La familia de Goyita se fue a Viesca.

Gregoria Favela Briones, “Goyita”, nació el 3 de septiembre de 1930. Desde niña aprendió a cuidar ganado, pero cuenta que, al enfermar su papá, y para no dejarlas en el rancho cuando falleciera, decidió vender algunos animales y comprar una casa. Su mamá, doña Panchita, le inculcó la devoción y el amor hacia la religión católica. Desde niña la ponía a rezar el rosario, en esa actividad practica la lectura y desarrolla un gusto por ella, pues sólo asistió los tres primeros años de primaria. Su vida lectora la dedica a la Biblia y la vida de los santos. Ahí surge su devoción por el Santo Niño de Atocha.

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A los 13 años se va a trabajar a Torreón a la Central de Abastos. Limpiaba verduras y frutas, y lo que ganaba se lo daba a sus papás, para los gastos. Allá aprendió costura, en una escuela nocturna. Luego se fue a Monterrey, donde trabajó limpiando casas y cuidando niños. De ahí se trasladó a Ciudad Juárez, trabajó en una casa donde también hacían prendas de vestir. Allá asistió a conciertos de cantautores de la época de oro del cine mexicano, entre ellos Jorge Negrete y Pedro Infante.

Más adelante arregló sus papeles y se fue a trabajar a Los Ángeles. Salía a laborar a las 4 de la mañana, las calles estaban muy obscuras y había infinidad de vagabundos, algunos malvivientes, pero tenía una táctica para que no le hicieran nada, les llevaba algo de comer o un café calientito. Compartía charlas con ellos y la protegían, le decían “madre”. Trabajó como modista en una empresa de alta costura.

Con sus ganancias, Goyita logró comprar su carro del año y ayudar a sus familiares a realizar sus sueños, y a los que iban a EU los recibía amablemente y los guiaba a cumplir el sueño americano. Fue un pilar muy importante para quienes cruzaron el río. También contactó estudiantes de California con los de la secundaria de Viesca para que se conectaran por medio de cartas. Intercambiaban mensajes sobre cómo eran los lugares y, en ocasiones, añadían dibujos, pues no había dinero para fotografías.

En Los Ángeles conoció a Miguel Montes Ruiz (de Guadalajara), era talabartero. Tiempo después le propuso matrimonio, pero ella se negaba porque pensaba que perdería la oportunidad de apoyar a su familia. Ante ello, él le dijo que la iba a dejar seguir trabajando y apoyando a su familia. Goyita, entusiasmada, confeccionó su vestido blanco para su boda. Dice que nunca imaginó que una viesquense anduviera tan lejana de su familia y lograra tanto.

Miguel elaboraba chamarras de piel, cintos, gorros y otras prendas de cuero. Ambos compartían el gusto por la confección y por dos canciones: “Vuela Paloma”, que la cantaban juntos, y “La Boa” de la Sonora Santanera, que bailaba con Miguel.

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Miguel murió en los Ángeles y lo sepultaron en Brownsville, Texas. Sí conoció Viesca, le gustaba mucho el pueblo, disfrutaba de su tranquilidad y tradiciones. Al quedar viuda se pensionó y regresó a Viesca, ahí se dedicó a ser catequista. Apoyó como ministro de eucaristía y misionera, acudiendo a los ejidos a predicar la palabra de Dios. En esa encomienda fue al recibimiento del papa Juan Pablo II, en su visita a la Ciudad de México. Fue una experiencia única.

También alcanzó otro triunfo, fue reina del adulto mayor en su pueblo. A la fecha sigue cantando y moviendo los brazos, pues ya no camina, aunque sigue haciendo ejercicios desde la cama para mantener su movilidad. Goyita es una bonita señora que conserva su carisma, su sonrisa transmite mucha paz y tranquilidad. Actualmente recibe los cuidados de una feligresa, la señorita Chita Mena. Goyita es el ejemplo de trabajo constante y amor al prójimo, ha recibido todo lo bueno que les ha dado a sus coterráneos.

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