La Liga de las Naciones y la liga del Panzón

Opinión
/ 10 junio 2025

El Panzón es hombre rico. No sé qué negocios tenga; al parecer trafica en ganados y cosechas. También tiene autobuses de pasajeros, y camiones de carga con los que da servicio de fleteo. Todo eso le rinde buen dinero

A este señor le dicen “El Panzón”. ¿De dónde tal apodo? Se explica porque el señor que digo es ventripotente, modo eufemístico para nombrar a un barrigón. Lleva siempre la camisa desabotonada, pues ninguna le cierra, y la negra y sobada camiseta no alcanza a cubrirle la vasta rotundidad abdominal. El pantalón lo trae caído, y la panza se le desborda hasta cubrirle la enorme hebilla que usa en el cinturón. (“¿Dices que es de Villa Escondida ese señor tan gordo?”. “No. Dije que es ‘de hebilla escondida’”). Todo lo dicho explica aquel remoquete: “El Panzón”.

El Panzón es hombre rico. No sé qué negocios tenga; al parecer trafica en ganados y cosechas. También tiene autobuses de pasajeros, y camiones de carga con los que da servicio de fleteo. Todo eso le rinde buen dinero. Y mejor le rendiría si no fuera porque el Panzón tiene el feo vicio del juego: le gustan las peleas de gallos; no se pierde las ferias con palenque de toda la región. Ahí apuesta grandes cantidades que casi siempre pierde, pues el tino con que hace sus negocios no lo tiene para escoger entre el giro y el colorado. Si le apuesta al colorado gana el giro, y viceversa. Si les apuesta a los dos ninguno gana.

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Hoy, sin embargo, el Panzón ha ganado su apuesta. Le fue al giro y ganó el giro. Se hizo de buenos pesos el señor, pues apostó muy fuerte. “Para sacar hay que meter”, suele decir con dicho de tahúr. Él metió mucho, y más sacó.

Fue a celebrar su triunfo en la cantina. Lo acompañaban dos contlapaches que no se le separan nunca. Esa palabra mexicana, “contlapache”, designa a los amigotes de alguien, a quienes le ayudan y favorecen siempre. En náhuatl, dice el señor Robelo, la voz tloapachoa describe la acción de la gallina cuando cubre los huevos para darles su calor. De ahí aquel término.

Llegan los tres a una taberna de los bajos fondos, y ocupan una mesa. El mesero que los atiende es un pobre individuo. Lleva ropa raída y zapatos viejos, a uno de los cuales se la ha desprendido la suela en modo tal que cuando el infeliz camina la suela de ese zapato le chacualea. Quiero decir que le golpea la planta del pie, con lo cual el infeliz hace un molesto ruido al caminar: “Chalp, chalp, chalp”.

Al Panzón ese ruido le incomoda, pues no lo deja concentrarse en la plática con sus amigos. Llama al hombre y lo increpa. Por culpa del ruido que hace la suela de su zapato, lo reprende, no puede seguir la conversación. Tras decir eso, el Panzón echa mano al bolsillo de su pantalón y saca un gran fajo de billetes unidos por una gruesa liga de hule rojo, de esas que usaban las señoras para sujetarse las medias de popotillo. El rostro del mesero se ilumina: seguramente aquel rico señor tomará unos billetes de su fajo y se los dará para que se compre unos zapatos nuevos.

Vana ilusión. Lo que hace el don Panzón es sacar la liga de hule y dársela al desdichado. Le dice:

–Póntela en el zapato, para que la suela ya no te chacualee.

Y es que el Panzón gasta en gallos, pero en su prójimo no gasta.

Escritor y Periodista mexicano nacido en Saltillo, Coahuila Su labor periodística se extiende a más de 150 diarios mexicanos, destacando Reforma, El Norte y Mural, donde publica sus columnas “Mirador”, “De política y cosas peores”.

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