La línea infinita
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“No todo lo que empieza tiene un final, no todos los dibujos y sus líneas acaban de una manera definida, algunas de ellas se prolongan hasta donde la mirada no alcanza...”.- Fernando Gómez de la Cuesta.
Al edificio que cuenta con pilares o columnas seriadas, una techumbre y por lo general dos muros que lo delimitan en sus extremos, se le denominó en la Grecia Antigua “stoa” que significa pórtico, este espacio es un enclave privilegiado al norte del Ágora de Atenas, fue un lugar que fungió como conexión entre el interior y el exterior, después denominado stoa poikile gracias a que poco tiempo después de su construcción albergó páneles pintados, era el sitio donde presuntamente Zenón de Citio, fundador de la corriente filosófica del estoicismo enseñaba.
Este edificio, en la antigua Grecia, era un espacio público; era la antesala de la plaza del mercado, concurrido, importante, masivo y con la disponibilidad para que cualquier persona lo ocupara o transitara por él. Se dice que la Stoa Poikile, Stoa Pecile, o pórtico pintado, se le agregaron obras pictóricas en sus muros -de ahí su nombre- los páneles narraban las grandes hazañas militares de Atenas: históricas y mitológicas.
Este edificio griego, su belleza, uso y función para la educación o el adoctrinamiento de filósofos y aprendices, además de ser lugar de tránsito, sus muros pintados con las memorias fortalecían la historia, la identidad y los logros de la Grecia Antigua me sirven como referencia para relacionar y recordar (guardando las debidas proporciones) que en nuestra ciudad existen murales y ejemplos análogos en donde se puede transitar, con una morfología similar, en ellos se representan hechos de nuestra tradición: nacional, regional o local. Así pues, la pintura, desde la antigüedad, es un medio de representación de nuestra identidad, nuestra historia y nuestras tradiciones, nuestras creencias o nuestras inquietudes que se plasman gracias a la maestría del artista.
Eloy Cerecero Sandoval quien fuera maestro y director de la Escuela de Artes Plásticas Profesor Rubén Herrera de la Universidad Autónoma de Coahuila además de coordinador general de Difusión Cultural de la misma universidad y que hace unos días dejó este plano, estuvo en contacto toda su trayectoria con la pintura mural, según Gómez de la Cuesta, el pintor fue un lúcido dibujante de las líneas maestras de nuestras manos, que van componiendo las diferentes vidas, tantas como personas, tantas como existencias. Gracias a su formación entre la ciudad donde nació y la capital del país, el pintor amalgama la tradición que le precede y la cultura que lo envuelve mediante el dibujo y la pintura con contenido social y trascendente.
No es casualidad tampoco que el stoa signifique pórtico y que este a su vez signifique puerta; este paso entre el interior y el exterior, este tránsito entre una atmósfera y otra, entre una vida y otra. Así como el artista es una especie de umbral entre su contexto y su manera propia de entender y plasmar en una obra por medio de un lenguaje visual; así también esta narrativa funje como comunicante, que más allá de la técnica tiene un significado que puede leerse e interpretarse.
Nuestra ciudad cuenta con el gran legado del Maestro Cerecero en sus obras que permanecen, expresiones y rasgos de nuestra identidad, como mencionara Gómez de la Cuesta: memorias, trazos, señas; una línea infinita. Tal como nuestros edificios lo son. Edificios que se gestaron a partir de líneas, que albergan a su vez arte, conocimiento, tradiciones, costumbres, modos de ser, de sentir. Arquitectura que es testigo tridimensional del acontecer, que soporta estóicamente el paso del tiempo, guarda estas memorias y recuerdos, documentos históricos que pueden leerse, interpretarse, reinventarse, protegerse, proyectarse; ser un legado, una línea infinita.
Encuesta Vanguardia
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