La ‘Mera Mera’, muestra de las mentiras en la política de Coahuila
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¿Qué oculta el recibo de tu pago por el replaqueo? Las cláusulas invisibles de la democracia condicionada. La tarjeta “Mera Mera”, ese beneficio estatal que rebaja a medias el exorbitante costo del replaqueo, no es más que la última entrega de un guión repetido: regalar beneficios con dinero ajeno con una mano, mientras se extiende la otra para cobrar lealtades.
Todo comenzó con el justificado descontento ciudadano ante los nuevos aumentos a los, de por sí, muy elevados costos por realizar trámites vehiculares, pero pronto surgió la duda incómoda: ¿por qué algunos acceden al descuento de la mitad del recibo? La respuesta, que conoce a la perfección cualquier vecino de cualquier colonia popular de Coahuila, es directa: “Ve con la lideresa del PRI, ella te la gestiona... si colaboras”.
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Y es que, como bien saben en Saltillo, Monclova o Piedras Negras, la “Mera Mera” no se obtiene en ventanillas oficiales, sino en el mercado de los favores políticos. Las lideresas priístas, esas figuras omnipresentes en los barrios, son las encargadas de repartirla. ¿El requisito? Asistir a mítines, colgar propaganda del tricolor o, en el colmo del descaro, “reportarse” el día de las elecciones. Una conocida lo comprobó al escribirle a su lideresa por WhatsApp: “Claro que te ayudo, pero ya sabes cómo es la cosa”, le respondió con audios tan reveladores como desvergonzados. En un video que se hizo viral, la regidora de Morena en Saltillo, Ale Salazar, documentó en redes sociales cómo estas prácticas se normalizaron al punto que en una oficina de gobierno te dicen directamente que vayas con la lideresa. A mi también me lo dijeron funcionarios fuera de las oficinas de recaudación y también quedó grabado. Lo han normalizado.
El gobierno estatal, por supuesto, se apresuró a negar lo que todo mundo sabe. Funcionarios salieron con declaraciones esmeradas preparadas para decir que no es un apoyo partidista, pero basta preguntar a cualquier vecino de colonia popular —o a ese compañero de trabajo que vive en una— para confirmar que, en la práctica, la tarjeta es un boleto de lealtad hacia el PRI. Y aquí radican cinco verdades incómodas:
Es ilegal: Condicionar apoyos públicos a favores políticos viola la ley electoral.
Es un insulto: Los ciudadanos financian estos programas con sus impuestos, ¿por qué deben negociar su voto para acceder a ellos?
Es corrupto: Muchas lideresas deciden quién recibe el beneficio, priorizando a familiares y amigos.
Es antidemocrático: Convierte el voto en una transacción, no en una decisión libre.
Es desigual e injusto: Unos pagan la mitad, y con ello se encarece lo que tenemos que pagar el resto para mantener el mismo nivel de recaudación.
Lo irónico es que el PRI y el PAN, en su afán por atacar a Morena, acusaron a programas federales —como la Pensión Universal o las Becas Benito Juárez— de “clientelismo”. ¡Vaya proyección! Mientras la 4T entrega apoyos universales y bancarizados (donde hasta detractores hacen fila para recibirlos, sin condiciones, porque son para todos y no están condicionados), en Coahuila el priismo sigue jugando con el manual de los 70: “Aquí no hay derechos, hay favores”.
La diferencia es abismal. Un programa universal, por imperfecto que sea, evita que un intermediario con lista en mano exija lealtades. La “Mera Mera”, en cambio, es el retrato de un sistema que confunde lo público con lo partidista. Y lo peor es la normalización: después de décadas de este modus operandi, muchos creen que así debe ser y ya ni siquiera se esfuerzan en esconderlo.
Y usted, lector, ¿ya fue por su tarjeta “Mera Mera”?
FB: AntoniolCastroV
TT: AntoniolCastroV