La Noche de los Zombis

Opinión
/ 28 octubre 2025

El internauta promedio se queda con la sensación de que está vigilante de la actuación de su gobierno, pero cuatro de los cinco temas que trae en la cabeza son puros fuegos fatuos

Sabemos que la obra de George A. Romero sentó las bases de lo que hoy es el mito moderno del zombi, tal y como lo conocemos en la literatura y los medios audiovisuales (cine, televisión y videojuegos).

Aunque todo comenzó con “La Noche de los Muertos Vivientes” (1968), Romero siguió delineando su propia creación y en 2005, con “La Tierra de los Muertos”, introdujo un nuevo elemento que me pareció particularmente interesante: la debilidad de los zombis o muertos caminantes por los fuegos artificiales.

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En la cinta, los “supervivientes” (los vivos vivos) queman tandas de pirotecnia que dejan inmóviles y absortos a los putrefactos cadáveres animados. Quizás por alguna reminiscencia de la memoria en su corroído cerebro, los zombis se quedan contemplando al cielo mientras un espectáculo de pirotecnia lo ilumina, al grado de que se olvidan por completo de perseguir y atacar a los vivos, lo que les da a éstos el tiempo para escapar o recorrer el área en completa seguridad.

Este tropo incorporado por el mismísimo padre del género me dejó pensando, desde entonces, porque me pareció bastante congruente con todo lo antes planteado en su universo fílmico (los zombis ya solían ser muy reactivos a los ruidos, al movimiento, a las cosas brillantes).

Pero me pareció además una nueva pieza que venía a encajar a la perfección con la gran metáfora subyacente en toda la mitología Z: si la sociedad es una masa alienada, quizás peligrosa, también es mansa y domesticable con un poco de pólvora.

Ese embelesamiento en el que caen los zombis ante la pirotecnia, aunque se ha mencionado en diversas obras desde entonces, me parece que debería formar parte del canon imprescindible del género, si como individuos y como masa somos particularmente propensos a quedarnos absortos mirando cualquier pendejada (verbi gratia: videos cortos de perreo en TikTok).

Sin analizar, sin pensar más allá de la gratificación instantánea, olvidándose de cualquier propósito ulterior, la sociedad zombi se queda embebida con las luces en el cielo, mientras las cosas realmente importantes ocurren inadvertidas a su alrededor. La metáfora está más vigente que nunca (si es que alguna vez cayó en desuso).

Quizás, por inexperiencia, la 4T comenzó a gobernar (hace ya siete años) con la falsa creencia de que podía controlar (desde la mañanera y medios afines) todos los hilos narrativos de la vida política y social del país.

Pero creo que en su curva de aprendizaje se dio cuenta de que tal cosa es imposible y es mejor que haya algunos cabos sueltos que la crítica periodística y la opinión pública puedan despedazar a gusto, con tal de que la atención no se centre sobre los temas vitales.

¿Qué hace Noroña violando reiteradamente la ley, evadiendo preguntas legítimas sobre la dudosa procedencia de su patrimonio o viajando a Oriente Medio para hacerse soberanamente pendejo ante la tragedia del pueblo palestino, cuando lo necesitamos con urgencia en México para hacerse pendejo ante las tragedias ocurridas en Veracruz?

¿Qué representa el presunto agresor sexual, Cuauhtémoc Blanco, burlándose de cualquier residuo de institucionalidad de nuestra vida parlamentaria, pasando asistencia desde una cancha de pádel?

Este tipo de escándalos tiene un par de características en común: generan mucha indignación (enchilan mucho) y acaparan mucho espacio en medios y redes. Y es que son muy sencillos de entender, de desmenuzar, de analizar y sus responsables son fácilmente identificables, volviendo el blanco perfecto de la ira y el escarnio popular a sendos esperpentos políticos y humanos.

Pero son sólo fuegos artificiales, pura pirotecnia fascinante que embelesa, porque los temas importantes, esos que realmente significan un daño al patrimonio, a la democracia, al futuro, son un poquito más complejos y no resultan tan llamativos como esas luces en el cielo.

La semana pasada, la agencia Reuters detalló el modus operandi de la red de huachicol que marcará al sexenio de López Obrador como el más corrupto en la historia del México (así, sin que nos tiemble al decirlo).

Tan sólo por el monto, pero además por el nivel de los perfiles involucrados, el entramado de corrupción en esta operación cuyos cálculos conservadores le han costado al erario medio BILLÓN de pesos, debería ser nuestro único tema de conversación.

¿Pero quiénes se llevaron la semana? Desde luego, los mamarrachos de Blanco y Noroña.

Y es que, para decirlo en términos futbolísticos, estos impresentables “jalan mucha marca” y hacen que lo importante se diluya entre un montón de notas pintorescas.

Al final del día, el internauta promedio se queda con la sensación de que está vigilante de la actuación de su gobierno, pero cuatro de los cinco temas que trae en la cabeza son puros fuegos fatuos y, si acaso uno de ellos es importante, tuvo que repartir su tiempo, atención y profundidad en los cinco por igual.

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Quizás he dado un rodeo innecesario para terminar hablando de la teoría de las cajas chinas, aunque desde luego, no podemos afirmar que Noroña, Blanco y otros afines, sean agentes que se activan tan pronto surge la necesidad de llamar la atención.

No, desde luego que son orgánicamente pendejos, corruptos, cínicos y caraduras. Pero un gobierno astuto sabrá aprovechar a estos aberrados en su favor tanto como sea posible. Y si llegaran a volverse insostenibles, un verdadero dolor de cabeza para el régimen, tan fácil como deshacerse de ellos bajándole al W.C. Pero de momento son los tontos útiles que han contribuido para mantener al gran escándalo del régimen relativamente a salvo del juicio de la masa.

Si no aprendemos a curar mejor nuestra agenda, acabaremos como ese cliché del cine de horror: Gregarios por mero hábito; movidos por reflejos y memoria residual, no por motivaciones y decisiones conscientes; y con un afán insaciable de consumir y sumar adeptos a esa “marabunta humana” desgraciadamente acrítica. Es decir, una sociedad zombi.

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