PAN... cakes
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Si no me equivoco, el PAN se irá radicalizando en el discurso y se ofertará como el defensor de los buenos valores tradicionales cristianos, apelando siempre al antaño como tiempos mejores que hay que recuperar
Si a diferencia de la élite cuatrotera, cuenta usted con una visa vigente para ingresar a los Estados Unidos y cruza la frontera sin temor a ser arrestado por la DEA (o por ICE), sabrá entonces que el IHop es una broma.
El único lugar para degustar el verdadero desayuno americano y los mejores pancakes se llama Cracker Barrel.
El nombre alude a su concepto, la cocina rústica sureña: Huevos al gusto, café, bisquets recién hechos con gravy, grits (un potaje de sémola de maíz parecido a la avena)... Y ya si andamos en plan serio: chicken and waffles (todo enmarcado en una estética “vintage americana”, con mecedoras, estufas de acero, lámparas de queroseno y otras antigüedades).
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El otro atractivo del lugar es su tienda de regalos, con golosinas, juguetes y pasatiempos artesanales típicos del siglo pasado, una mejor época en la que los gringos eran felices y no lo sabían.
Con los vaivenes ideológicos que vivimos, mismos que tienen a las empresas hechas un dilema, tratando en vano de quedar bien con el segmento progre del mercado (a esos no se les tiene contentos con nada), pero también con la base conservadora de consumidores, el corporativo de la cadena Cracker Barrel tuvo la misma genial idea que siempre alumbra a la gente con el intelecto más chato: ¡reformar el logotipo!
Inspirado en los viejos almacenes generales estadounidenses, el logo mostraba un rústico barril de madera para mercancías y, junto a éste, un afable hombre del sur rural, un viejo granjero bonachón identificado como “Uncle Herschel”, todo pensado para evocar el pasado feliz y la comida tradicional.
Con la reforma, el barril y el tío Herschel corrieron la misma suerte que otras mascotas comerciales como la Tía Jemima (de la famosa mezcla para hotcakes caseros) y el Tío Ben del arroz epónimo. Personajes afroamericanos ambos (tía y tío sin aparente parentesco), que fueron eliminados por constituir supuestamente estereotipos raciales hoy inaceptables (ya sabe usted de la hipocresía de nuestros vecinos: la comunidad negra ni por aludida se da, la que pone siempre el grito en el cielo es la gente blanca desquehacerada desde su privilegio).
La modernizadora reforma de su imagen (que amenazaba con extenderse al menú y a la decoración) fue desechada junto con la CEO responsable de esta audaz estrategia que, en su afán de atraer a un mercado más joven, sólo terminó por hacer enojar a su vieja y fiel clientela habitual.
Es la primera y única vez que he estado yo de acuerdo con Donald J. Trump, pues el mandatario (que al parecer no tiene cosas más importantes que hacer que tuitear desde el retrete) celebró la decisión como un triunfo del conservadurismo y seguramente se la adjudicó y hasta pidió que se le tomara en cuenta como mérito para el Nobel de la Paz.
En semejante ridículo (aunque menos pintoresco) acaba de incurrir la otrora fuerza opositora en México (hoy despojo de nuestra política): el Partido Acción Nacional.
De cara a la conformación de un totalitario partido de Estado (con una concentración cada vez mayor de poder y prerrogativas) y ante la ya crónica y evidente crisis de fuerza y credibilidad de la oposición para enfrentar a esta corriente avasalladora, el PAN nos ofreció su logo reformado... y poco más.
El relanzamiento panucho incurre en un error fundamental, no digamos ya de marketing y posicionamiento, sino de lógica simple: el logo tiene que ser una consecuencia del producto, en lugar de pretender que la nueva imagen sea un valor intrínseco. Ello equivale a la ilusa idea de que el discurso hace a la realidad y no al revés.
Al menos, en el desafortunado caso de Cracker Barrel, la minimalización del logo venía acompañada de un plan para modernizar también el local y el menú de la franquicia. Un error absoluto, pero al menos congruente dentro de un plan integral.
En cambio, el PAN... bueno. Nos presenta sus consabidas siglas en el consabido azul, aunque en cursivas o itálicas, lo que se supone le imprime algo de dinamismo al asunto, lo mismo que los semicírculos que ahora sustituyen al eterno anillo que tradicionalmente circundaba su identidad.
¿Significa que en lo subsecuente serán “más moviditos”, menos pachorrudos y reactivos? ¿Serán más proactivos en vez de vivir a la saga, primero del PRI y ahora de su retoño bastardo, Morena? ¡Ay, ajá!
Y esos semicírculos que ahora sustituyen a la circunferencia cerrada... ¿Significa que ahora están abiertos a una real apertura ideológica? Porque una cosa es la pluralidad y otra muy distinta es su costumbre de abrirle la puerta a cualquiera que les garantice una victoria o, al menos, una derrota no tan humillante.
Durante el mitin globero que organizaron para su relanzamiento, ocurrió un incidente que yo aseguro (aunque no puedo demostrarlo) fue actuado, preparado, prefabricado, montado: un militante o simpatizante (vaya usted a saber) ondeaba una bandera del arcoíris y fue por ello increpado por un líder de la Nueva Derecha (un tal Raúl Tortolero) e invitado a retirarse o a guardarse su bandera en el... (La verdad, no alcanzo a escuchar bien y el video está de flojera de tan falso).
Según mi conspiranoia, el PAN habría montado este incidente para así poderle decir a su exigua base de electores (y a cualquier otro rancio conservador persignado) que en el “nuevo Acción Nacional” no habrá cabida para las ideologías y, mucho menos, para aquellas que contravienen lo que ellos llaman “sus valores”, pero son sólo intolerancia disimulada.
Tal escenita sería la verdadera declaración de principios de este “nuevo PAN”, que le estaría apostando a la fórmula MAGA de Trump, es decir: recoger el enojo del electorado que se siente incómodo ante las corrientes progresistas (feminismo, LGBT, sociedades multiétnicas, etcétera) para tratar de transformarlo en votos y así, con algo de suerte, enojo y cero propuestas, volver a ser relevantes.
Un mensaje retrógrado a través de una pequeña pantomima, sin asumir directamente el costo político de decir abiertamente: “Somos tu tía Chabelita y venimos a rezar en contra de este degenere moral”.
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Si no me equivoco, el PAN se irá radicalizando en el discurso y se ofertará como el defensor de los buenos valores tradicionales cristianos, apelando siempre al antaño como tiempos mejores que hay que recuperar.
La jugada les puede salir... o no. Tendrían siempre mejores posibilidades de la mano de un líder carismático, pero carisma es algo prácticamente desconocido en Acción Nacional. De momento, es más probable que el PAN se monte sobre la espalda de algún contendiente independiente radical (como el “tío Richie” y –en un momento dado– un Eduardo Verástegui) a que alguien con capital político se les adhiera.
Parecen obviar además el hecho de que México es un país mucho más plural y progresista que EU, cuyo grueso de votantes es blanco, clasemediero y cristiano conservador. Así que, aunque aglutinen a todos sus afines, no les garantiza ninguna victoria, ni siquiera local.
Presentar un nuevo logo es totalmente trivial si todavía no logras que te esponjen los pancakes.