La peste y la prisa
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En abril de 2020, cuando en México teníamos apenas un mes de cuarentena por la contingencia del COVID-19, varios colegas me pidieron que escribiera un texto sobre la pandemia. Me senté frente a la computadora, pero no pude teclear ni una coma. ¿Qué querían que dijera? Les quedé mal. No sé si sentía angustia o bloqueo. Solo estaba en blanco como la hoja de Word. “Es demasiado pronto”, pensé. Unas semanas más tarde comenzó a circular por las redes un libro titulado “Sopa de Wuhan”, que reunía las reflexiones de los filósofos de nuestro tiempo entorno al virus y sus consecuencias globales. En la lista aparecían voces como Slavoj Žižek, Byung-Chul Han, Judith Butler, Raúl Zibechi, entre otros. Que si el capitalismo se iba a terminar, que si el coronavirus sería aprovechado como arma política. Mientras los médicos recibían pacientes que se apilaban en hospitales saturados y las funerarias no se daban abasto.
La prensa bombardeó con las notas más absurdas. Parecía una competencia de ver quién decía primero esto o aquello, quién obtenía más seguidores en un mundo patas arriba. Entre las notas más banales que recuerdo están las que recomendaban “libros para leer en el encierro”. Por supuesto, eran de epidemias: “El Decamerón” de Boccaccio, “Ensayo sobre la ceguera” de Saramago, “La peste” de Albert Camus. Este último lo pude leer apenas hace unos días. Mientras hojeaba las páginas de la novela, me pregunté cuánto tiempo había tardado Camus en pensar lo que escribió. Sus descripciones poseen una profundidad como pocas veces se ve en un libro contemporáneo. Porque ahora todos tienen muchísima prisa hasta para pensar. Aprendí más de “La peste” que de la famosa “Sopa de Wuhan” (vaya nombre para una antología crítica), porque si algo admiro de la literatura y de la filosofía es el arte de asimilar la vida. Y asimilar la vida toma tiempo.
Albert Camus escribió su novela basándose en las epidemias reales que tuvo la ciudad de Orán (lugar donde acontecen los hechos en el libro). Aunque “La peste” también tiene una lectura de analogía con la Segunda Guerra Mundial. Junto con “Los justos” y “El hombre rebelde”, como explica Eve Tiberghien, pertenece al llamado “Ciclo de la rebeldía”, una segunda etapa en el pensamiento del filósofo. La historia empieza con la aparición de cientos o miles de ratas muertas en las casas y las calles de Orán. Pronto los habitantes comienzan con los síntomas violentos que, en la mayoría de los casos, terminan en la muerte. El doctor Rieux atiende los primeros pacientes y los médicos declaran la existencia de la temida peste. Camus describe, con una exactitud asombrosa, las etapas de una contingencia. Las vivimos justo ahora: La negación, la incertidumbre, los enfermos que temen ir al hospital por los supuestos “experimentos científicos que hacen con ellos”, los insultos y gritos al personal de salud, la locura del aislamiento, las fakenews, la crisis económica. Comparto algunas frases de “La peste”:
“Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y, sin embargo, pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas”. // “La plaga no está hecha a medida del hombre, por lo tanto, el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar”. // “¿Cómo hubieran podido pensar en la peste que suprime el porvenir, los desplazamientos y las discusiones. Se creían libres y nadie será libre mientras haya plagas”. // “La peste respetaba las constituciones débiles y destruía las vigorosas”. // “Se puede decir que esta invasión brutal de la enfermedad tuvo como primer efecto el obligar a nuestros conciudadanos a obrar como si no tuvieran sentimientos individuales”.
En una época como la nuestra, donde en menos de un año salieron documentales y libros sobre la pandemia, corriendo más a prisa que la ciencia, porque el mercado amerita, ¿cómo se piensan las cosas? Quizá es problema mío el de la asimilación lenta, solo que no entiendo de otra forma. En el próximo siglo, ¿se leerán con actualidad estas obras exprés?