De un lado el primer mundo. Los mayores consumidores de drogas. Quienes tienen la mayor deuda de pagos con los bancos. Cada hogar cuenta con varias armas automáticas. Para iniciar la purga, la revolución o imponer la ley de la selva.
Del otro lado del muro acuático el tercer mundo con la cuarta transformación.
Desde la parte alta, en el tapanco, los comensales observan a las familias reunirse. Mientras el sol cae, las gaviotas van y vienen. Oxidado por la sal, la frontera entre San Diego y Tijuana refleja la misma vergüenza de Gaza e Israel.
La border patrol avanza a velocidad lenta. Sus rondines no curan la enfermedad terminal de la migración humana. En ambos extremos beben refresco de cola.
Playa gris y triste. Todos los días son idénticos al anterior. Sopor de película interminable. De este lado enviamos la fuerza de trabajo. En Los Ángeles se habla castellano masticado con frases británicas.
El oeste de los Estados Unidos cosido al Pacifico. Nosotros al Golfo de California. Tijuana la emergente. Urbe de tránsito. Los tecatos pierden la brújula de las nacionalidades centroamericanas.
En los días francos, los marinos gringos emborrachados en el Hong Kong y en las piqueras más infames del mundo.
Por la Independencia, los burros cebras, el tequila, la cerveza y el cariño de una mano ansiosa.
Visión de águila, en el banquillo de los fracturados de conciencia, observo el descolorido paisaje del mar. Cruzar de polizón o por San Isidro resulta igual.
Los dólares vienen y la merca de Sinaloa para todo el mundo.