La Universidad Autónoma de Coahuila ha sufrido de deshonestidad y opacidad... ¿y la aplicación de la ley?
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La Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC) ha arrastrado durante años una opacidad en el manejo de sus recursos económicos ocultando una deshonestidad insultante que ha dado como resultado una impunidad, que esperemos que el nuevo rector la contenga e impulse el procedimiento que le marca la normatividad cuando se incumple con las disposiciones que regulan sus actividades.
Recientemente el rector Octavio Pimentel dio a conocer que ya le fue notificado por la Auditoría Superior de la Federación un monto superior a los 4 mil millones de pesos que no ha sido solventado, y que son derivados de una revisión al periodo del anterior rector Salvador Hernández Vélez.
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La sola publicación de desvíos de recursos públicos no es suficiente, pues la autoridad correspondiente debe proceder como indica la norma en contra de los que cometen ilegalidades apropiándose del dinero público, pues son recursos que proceden del pago de impuestos que los contribuyentes enteran al fisco sean de la magnitud que sean, pues en materia de ilicitud no hay grados, ya que esos sucesos no deben quedar en la nada, pues un acto es grave desde el momento de su condición ilegal e ilícita.
Esa acción se puede interpretar como que esos dineros pudieron haber quedado en manos de los funcionarios que los manejaron y que ayudaron a aumentar su patrimonio con toda tranquilidad sin recriminación, quehaceres que han sido operados sucesivamente produciendo una metástasis que los ha devorado, convirtiéndolas en oficinas podridas y viciadas.
Las cifras millonarias no comprobadas, al menos hasta ahora, confirman que la institución navega en medio de la opacidad, pues hasta ahora no ha habido mayor información por parte de la casa de estudios que haya aclarado con documentos comprobatorios esas faltas.
Aquí encaja perfectamente lo que pronunció el Papa Francisco cuando les dijo a los obispos: “No le tengan miedo a la transparencia, la iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar, no se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa”.
La autoridad correspondiente está obligada a actuar demostrando que vivimos en un estado de derecho y como tal la obligación de aplicar estrictamente la ley por dura que sea. Como dicen los norteamericanos: “La ley es dura pero es la ley”.
Señor Pimentel, ahora usted tiene la combinación de la caja fuerte de la universidad, usted está obligado a poner la casa en orden, ahora el responsable de actuar contra los que dejaron una estela de rapiñas es usted, de lo contrario adquirirá corresponsabilidad si no procede legalmente. Restituya el decoro a la institución cuya tarea noble abre caminos luminosos al futuro de sus estudiantes. No puede tolerar una incongruencia. Haga lo que dice.
Deseche las prácticas deshonestas, pues es impensable que el nombre de la Universidad quede mancillado por elementos perversos que han conducido la administración, sacando provecho de los recursos que, se supone, sirven para educar y que se pase por alto. Los coahuilenses pagamos para que se otorgue una educación de calidad mediante planes y programas de estudio que caminen al parejo con la actualidad.
Señor rector: conocí a sus padres, que en paz descansen, él fue un funcionario competente e incansable, ella una pintora de gran valía cuya sensibilidad la dejaba plasmada en sus obras. Honre sus memorias poniendo en práctica lo que le inculcaron, honestidad y responsabilidad, cumpla con ese legado, es muy fácil ser responsable y honesto cuando se es responsable y honesto. Nuestra Universidad está anhelante de respirar aires de pulcritud. Y camínese lanzando al aire la frase del Gaudeamus Igitur, el bellísimo himno universitario, “Viva la Academia, vivan profesores” y que los estudiantes hagan su parte.
Lo demás vendrá por añadidura.
Se lo digo EN SERIO.
franciscoaguirreperales@gmail.com
@aguirreperalesf