Las esposas de políticos agresores en la historia de México

Opinión
/ 14 febrero 2024

El papel de las esposas estaba lejos de la vida pública y muchas parejas de nuestros próceres más notables apenas y salían de su casa

El libro “La suerte de la consorte” de Sara Sefchovich es el resultado de una amplia investigación sobre la vida de las esposas de los gobernantes de México. Lleva por subtítulo “Historia de un olvido y relato de un fracaso”. Esta obra sacude los mitos del discurso histórico oficial y nos ayuda a entender con claridad la desigualdad de género que, al menos en nuestro país, existe desde hace siglos. El ensayo comienza en la época colonial, con los primeros virreyes. Pensaríamos que las esposas de estos hombres tan importantes tendrían un lugar privilegiado o una educación especial. No fue así para todas. De algunas virreinas no se conocen sus apellidos, como es el caso de Luisa Bernarda, esposa de Diego López Pacheco Cabrera y Bobadilla. De otros virreyes no se sabe si eran o no casados, como Pedro Cebrián. Tan poco importaban las mujeres. Aunque en el libro hay de todo, me sorprendieron algunas esposas que al denunciar al marido desafiaron el poder.

Luis de Velasco y Castilla, según Sefchovich, llegó a la Nueva España en 1590. Su esposa era doña María de Ircio y Mendoza, poseedora de una gran fortuna. El virrey quería administrar ese patrimonio, pero ella se resistía: “Cuentan que el señor virrey le gritaba colérico y hasta injurioso y llegó incluso a golpear a la virreina”, relata la autora. Doña María denunció a su marido ante el rey, quien ignoró la queja. “Hay quien cree que por ser ricas, hijas de gente rica y esposas de hombres poderosos, esas mujeres la pasaban muy bien, pero no siempre era así. Tenemos aquí el caso de una virreina que mucho lloró y muy infeliz y desventurada fue”, escribe Sefchovich.

La historia del México naciente fue inestable y convulsa. El papel de las esposas estaba lejos de la vida pública y muchas parejas de nuestros próceres más notables apenas y salían de su casa. Por ejemplo, María Faustina Benítez, esposa de Juan Álvarez, “nunca salió de su tierra y ni siquiera vino a la capital cuando la Presidencia de su marido”. Algunas mujeres sí rompieron este esquema, como Margarita Maza de Juárez o Sara Pérez Romero, esposa de Francisco I. Madero. Ellas colaboraron y fueron protagonistas de las transformaciones y luchas sociales.

Venustiano Carranza prometió apoyar a las mujeres, pero no lo hizo del todo (cualquier parecido con los políticos de hoy no es mera coincidencia). Según Sefchovich, Carranza “hasta cambió el código civil” para casarse con su amante, pero esperó a que muriera su esposa Virginia Salinas para hacerlo. Otro que cambió el código civil para molestar a su esposa fue Manuel González, un presidente impuesto por Porfirio Díaz para guardar las apariencias. El hombre era de lo peor: violento, infiel, y conflictivo. Laura Mantecón, su esposa, no pudo más y se atrevió a solicitar el divorcio. Cuando el marido cambió la ley, se estableció que “el cónyuge que diere causa al divorcio perderá todo su poder y derecho sobre la persona y bienes de sus hijos” y “perderá todo lo que se le hubiere dado o prometido por su consorte. Por lo demás, la mujer no puede sin licencia del marido dada por escrito, comparecer en juicio”, explica la autora.

Hace unos días, el sitio de noticias “La Cadera de Eva” publicó un artículo sobre la Observatoria Ciudadana Todas Mx, una iniciativa “integrada por más de 400 organizaciones” para “denunciar a través de fichas a políticos en funciones y candidatos señalados de abuso sexual, violación, violencia intrafamiliar, entre otros delitos”. La iniciativa pretende hacer valer la Ley 3 de 3, que obliga a los candidatos a “no ser deudor de pensión alimenticia, no ser acosador sexual y no ser agresor de mujeres”. La lucha para tener gobernantes justos continúa y también, como lo demuestra la iniciativa de Todas Mx, muchos políticos agresores encuentran la manera de avanzar pese a la legislación. Pero si en nuestra historia los presidentes como Carranza o Manuel González cambiaron la ley a su favor, no es de extrañarse que estas prácticas continúen. Pese a todo, seguimos pelando por un mundo más justo y una vida digna.

Liga a nota de La Cadera de Eva aquí

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