Las ideas y el respeto activo, los desafíos en el panorama electoral

Opinión
/ 30 julio 2023
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Sin duda alguna uno de los elementos fundantes de la convivencia humana es el respeto. Respectus etimológicamente significa, “atender al otro”. El respeto, por tanto, no sólo tiene que ver con mis intereses, sino con los de los demás. No está supeditado sólo a quienes conforman mi grupo de referencia –ideológico o religioso– y tampoco es territorial –sólo en mi estado o en mi país–. Se trata de cuidar de los intereses, derechos y espacios del otro, quien quiera que sea ese “otro”.

Lo que vemos y vivimos en nuestra sociedad mexicana no es más que el “efecto espejo” que reflejan las familias, las organizaciones y los gobiernos. La violencia en sus múltiples formas complican el concepto.

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Podrá usted decir mil cosas, pero en la práctica es muy sencillo que nuestros niños y jóvenes –a quienes les pedimos sean respetuosos– identifiquen quién practica el valor del respeto y quién dice que lo practica. Por el bien de todos, es tiempo de pasar del respeto, al respeto activo.

Pongámoslo de la siguiente forma: para que la convivencia funcione en una casa se requiere del respeto, para que funcione en una sociedad se requiere que sea activo. Para ser concretos, no se trata de que sólo invite a sus hijos a respetar a los demás –como ya se señalaba–, se trata de que de una vez por todas comencemos a aceptar a los demás con sus diferencias y con sus prácticas.

La intransigencia, el fanatismo, la obstinación, la cerrazón, la intolerancia, el racismo, la xenofobia, las diferencias de clases, la ceguera y el egoísmo nos han complicado todo. En una sociedad que ha polarizado no sólo el poder político, sino también todos los actores que conforman el escenario de lo político, empresarial, religioso y social, priorizando el poder por encima de todo, se requiere tener en cuenta valores como la flexibilidad, el diálogo y la tolerancia. No basta con decir, se trata de hacer.

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Hay quienes o son o se hacen. Todos somos distintos y eso nos hace tener ideas distintas. El problema permanente se ha dado porque personas y grupos buscan imponer a chaleco sus ideas. Lo que ocurre a nivel federal, en los partidos, en las alianzas y en las organizaciones que hoy buscan desmedidamente el poder, no como servicio, sino como beneficio a sus intereses particulares, son el mejor ejemplo de la antítesis del respeto.

Las diatribas que hoy vemos entre el titular del Ejecutivo y la Alianza Va por México –por temas electorales– tiene como punto focal el tema del respeto activo y el respeto a las ideas. Y no se ve prudencia ni de unos ni de otros porque, de un lado y de otro, miembros de los partidos, precandidatos, intelectuales, académicos y empresarios que simpatizan con tales o cuales ideas y, por supuesto, la ciudadanía en general, no tienen –porque así se escucha, se ve y se lee– el más mínimo respeto por las ideas de unos y de otros.

El artículo 6 constitucional a la letra habla sobre el derecho que tenemos a la manifestación de nuestras ideas y deja en claro que el Estado debe de intervenir cuando exista un ataque a la moral, a los derechos de tercero o perturbe el orden público. El punto aquí es que pareciera ser que en general –a todos los inmiscuidos en el tema electoral, de un lado y de otro– les gusta pedir respeto, pero no les gusta dar. La incongruencia está en que todos se dicen respetuosos de los demás y estos pensamientos enturbian completamente cualquier panorama. En esto los medios llevan mano. Usted sabe cuáles, de un lado y de otro, de ahí la importancia del respeto activo.

Por ejemplo, ni unos ni otros atendieron los tiempos del organismo electoral y posteriormente “pareciera” que también ya están cocinados –como en 2018– las internas de las dos fuerzas, que hasta el momento son quienes han declarado públicamente buscarán la presidencia de la República. Qué pena para los otros nueve candidatos que de un lado u otro buscan ser parte de la contienda. Lo otro es que al momento hemos visto que no es un tema de ideas, sino de ir en contra de las personas.

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Lo que nos espera posterior a la primera semana de septiembre, que es el tiempo marcado para el inicio de las campañas a la presidencia de la República, será por supuesto un tema donde una vez más el respeto a las ideas de cualquiera de los candidatos pasará a segundo plano –según se ve– e irán como en la lucha libre: a dos de tres caídas y sin límite de tiempo.

Una buena parte de quienes queremos ver un juego democrático y limpio esperamos que quienes contiendan –de cualquiera de los partidos– nos muestren músculo inteligente, racional, programático o ideológico, donde las argumentaciones sólidas prevalezcan. Ojalá que nos importe un reverendo cacahuate el huipil o si el candidato o candidata sonríe o no; el nivel de jocosidad, de virulencia, de buscabullas o de simpatía que cada uno presente.

No estaremos eligiendo un comediante, ni un showman-women, ni viviremos en un desfile sexenal de modas o padeciendo a un desbocado o atrabancado candidato o candidata boquiflojo (a), eso ya lo vivimos y por eso las condiciones en las que vive el país. Elegiremos presidente y lo que debe de interesarnos, por supuesto, son las ideas y el nivel de argumentación que ese o esa candidata nos presenten. Sin lugar a duda, quien distinga a la persona de sus ideas y utilice una argumentación sólida, asertiva y respetuosa será quien seguramente podrá llevar a buen puerto el futuro de este país, lo demás, es lo de menos. Así las cosas.

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