Lectura y ciudad: Street libraries
La lectura es una de las actividades que encuentra en el espacio público una oportunidad ideal. Aprovechar una banca de parque cobijada por la sombra de un árbol o una mesa al exterior de un café en el centro de la ciudad para leer un libro siempre será garantía de un buen rato para disfrutar.
La ciudad misma se puede leer. Quintín Cabrera, desaparecido cantautor uruguayo, afirmaba en una de sus canciones que “las ciudades son libros que se leen con los pies”. Y, en efecto, para leer una ciudad hay que caminarla; sus callejones y andadores, sus parques y jardines, tienen muchas historias qué contar.
El ejercicio de la lectura en el espacio público precisa de acudir preparado a su encuentro. Durante buena parte del siglo pasado era común ver a la gente caminando por la calle con un libro o el periódico bajo el brazo, a la expectativa de encontrar un lugar cómodo y tranquilo para abstraerse por unos minutos de la cotidianidad con ayuda de la palabra impresa.
Hoy en día la tecnología nos ha facilitado enormemente el acceso a una gran diversidad de textos a través de tabletas electrónicas, dispositivos de lectura e incluso teléfonos inteligentes. Sin embargo, la sensación que aporta la lectura de un libro o de un periódico impreso, sumado a lo que aporta el entorno urbano, no tiene comparación.
Lamentablemente, el número librerías en las ciudades ha decaído de manera importante, con lo que se dificulta sensiblemente esta práctica de aprovechamiento del espacio público. Hasta hace no mucho, era aún común encontrar las también conocidas como “librerías de viejo”, donde se encontraban libros de segunda mano de una gran variedad de temas.
Sin embargo, han surgido nuevas propuestas alrededor del mundo para rescatar la lectura en las ciudades, particularmente en el espacio público. Una de estas propuestas son las conocidas como “street libraries”, que son módulos dispuestos en el espacio público donde de manera gratuita cualquier persona puede tomar un libro o dejar uno para compartirlo con el siguiente lector.
La historia de estas “bibliotecas callejeras” es relativamente reciente. La idea original es atribuida a Todd Bol, quien en 2009 instaló en la ciudad estadounidense de Hudson, Wisconsin, el primero de estos módulos, al que bautizó como “Little Free Library”, mismo que decoró como una pequeña réplica de una escuela de un sólo salón y la llenó de libros a manera de homenaje a su madre, una maestra que amaba la lectura.
Su iniciativa despertó gran interés en la comunidad, lo que animó a Todd a hacer más módulos que regaló a sus vecinos y que fueron instalados en el área, aumentando rápidamente su popularidad. El éxito obtenido fue tal que Todd se asoció con Rick Brooks, un académico de la Universidad de Wisconsin, con quien fundó la organización sin fines de lucro “Little Free Library” o “pequeña biblioteca gratuita”.
La idea se complementó con una dinámica popular en aquel entonces en cafés locales llamada “take a book, leave a book” o “toma un libro, deja un libro”, que consistía básicamente en llevar algún libro a uno de estos cafés e intercambiarlo por otro que no se hubiera leído, dejando el primero para un futuro lector que replicaría esta mecánica. Así, el objetivo de este emprendimiento social se perfiló hacia la promoción del amor por la lectura.
La iniciativa encontró rápidamente eco a nivel global a través de propuestas como “book boxes”, “pop-up libraries” y “micro libraries”, mismas que se han adaptado a las necesidades y valores culturales del lugar donde se implementan. Estas intervenciones urbanas han servido también para fortalecer la comunidad en que se instalan y promover una interacción más constante entre sus integrantes.
Pero la iniciativa no se ha quedado sólo en ediciones impresas, sino que también ha adoptado en algunos casos alternativas digitales, que a través de códigos QR ofrecen la posibilidad de descarga de libros electrónicos. Sin embargo, el activo que supone el intercambio físico de publicaciones posibilita mantener a escala humana las interacciones que éste permite.
La ciudad de Saltillo ofrece oportunidades interesantes para establecer módulos inspirados en esta iniciativa, con un gran potencial de fomentar la lectura y el aprovechamiento diversificado de plazas, parques, jardines y zonas peatonales. Ampliar la oferta urbana de opciones para la difusión de la cultura y la promoción de la lectura es una apuesta segura para lograr un futuro posible.
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