Leyes y triquiñuelas: El factor político y legal de la reforma laboral
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La primera modificación tendrá lugar en 2027, año en que habrá elecciones legislativas intermedias y de varias gubernaturas, lo que acomoda al régimen perfectamente y más en el 2030
“La ley es tela de araña”, dictaba un antiguo canto de Zitarrosa, aquel cantante uruguayo que pasó a mejor vida.
En México, el tratamiento de la ley es lo que demuestra la tela de araña; sin embargo, la forma en que se ha legislado en los últimos años evidencia, por un lado, la ignorancia y, por el otro, la venganza. A ello se suma el elemento de la ventaja política que varias de ellas han demostrado a lo largo de la historia reciente, iniciando en 2012, cuando Felipe Calderón decretó la eliminación del impuesto de la tenencia de automóviles.
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En el régimen de la 2T (PRI-PRD/PRD-Morena), varias leyes han sido modificadas para el acomodo político, principalmente una muestra de ellas es la Ley Federal del Trabajo.
Después del manejo político de las reformas a las vacaciones, dirigidas a los empleados; pasando por la regulación acomodaticia del outsourcing (contratistas) y su manejo fiscal (a fin de allegarse millones de pesos); y terminando con la aprobada reducción de la jornada laboral, la constante es que en los supuestos acuerdos con los empresarios no participan las grandes empresas enclavadas en el país, siendo la mayoría de capital extranjero, y estos se llegan con los empresarios nacionales, que invariablemente le venden al gobierno. ¡Válgame!
La última reforma a la Ley Federal del Trabajo resulta entonces en un soborno precisamente a ese grupo de empresarios, ahora llamado Consejo Presidencial para Fomentar la Inversión en México, formado precisamente por proveedores de servicios al gobierno, como Carlos Slim (quien construyó la Línea 12 del Metro y ahora el ferrocarril a Nuevo Laredo) y entre otras, Altagracia Gómez, quien le vende al gobierno camiones eléctricos y ahora vehículos blindados al ejército. Y, por otra parte, está el grupo de quienes se encuentran en la paila con las revisiones de Hacienda, como el dueño de FEMSA. En fin, unos sobornados y otros amenazados, firmaron la iniciativa de reforma de la jornada laboral. ¡Haya cosa!
De esa manera, sin consultar a las empresas de manufactura, las cámaras legislativas decretaron una reforma a la jornada laboral, a fin de reducirla gradualmente a partir del 2027 hasta el 2030, pasando de 48, 45 y 42 horas semanales a sólo 40.
Estratégicamente, la primera modificación tendrá lugar en 2027, año en que habrá elecciones legislativas intermedias y de varias gubernaturas, lo que acomoda al régimen perfectamente y más en el 2030. Ese es el factor político.
Trasladándonos al factor legal, encontramos varias lagunas que, desafortunadamente, generarán un clima de intranquilidad en las compañías. Vamos por partes: actualmente hay tres jornadas: la diurna, la mixta y la nocturna, de 48, 45 y 42 horas semanales, respectivamente. De acuerdo con la nueva reforma, la jornada diaria será de hasta 8 horas en la diurna; de 7 en la nocturna y de 7.5 en la mixta, lo que significa que, lejos de considerar la reducción de la jornada, a fin de que los tres horarios laboraran 8 horas diarias por 5 días para la continuidad de la productividad, habrá ventanas o interrupciones en las jornadas que en nada aportan a la productividad. Tema aparte de este artículo.
Hoy algunos trabajadores que laboran hasta 57 horas semanales –48 ordinarias y 9 extras– dentro de una jornada legal. Sin embargo, de acuerdo con la nueva ley, el trabajador podrá laborar hasta 52 horas porque establece una ampliación de jornada de hasta 12 horas semanales. El problema es que con esta fórmula se duplica el costo para las compañías porque las primeras 9 horas extras serán dobles y las restantes serán pagadas al 200 por ciento, conforme al nuevo artículo 68.
Además, los legisladores cometieron dos pifias fundamentales: por un lado, modificaron la palabra “patrón” por la de “empleador”, y ese cambio generaría la modificación de cerca de 400 artículos de la Ley Federal del Trabajo, lo cual no está contemplado en la reforma, pero la mayor pentontada es que se les olvidó modificar la Constitución en su artículo 123, y para remendar la plana presentaron al día siguiente la iniciativa, después de estar aprobada la ley inferior, que es la Federal del Trabajo. ¡Che, boludos!
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El elemento que no convence a nadie es la base de la reforma, la cual pretende elevar la productividad, pero no se entiende, ya que ésta depende de la velocidad de las líneas de producción en el mercado de la manufactura y, sobre todo, en la automotriz, que cambia sus modelos cada año. La piedra fundamental de la productividad es el tiempo “Takt”, que es el ritmo de producción necesario para satisfacer la demanda del cliente, marcando la velocidad a la que una empresa debe producir una unidad para no quedarse corta ni excederse, y se calcula dividiendo el tiempo disponible entre la demanda del cliente.
Entonces, la ley es tela de araña, de esa que envuelve a sus víctimas para luego devorarlas. Qué bien para la raza manufacturera, por el momento, pero ya veremos sus efectos en la praxis.
“La peor forma de injusticia es la justicia simulada”, la frase es de Platón.