Libélulas
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Hoy me preguntaron cuál es mi palabra favorita en español. Me quedé muda. ¡No! Eso no es cierto. Creo que jamás me he quedado muda. He decidido quedarme callada, ciertamente, pero muda, no. Lo que realmente me pasó en ese momento fue una avalancha (linda la palabra), una avalancha impactante de palabras. Empecé por maldiciones, confesaré. Luego me fui por palabras referentes al sexo. Nadie dijo que era yo tan seria como parezco. Cof, cof, cof...
Pensé en las palabras de la poesía metafísica del siglo diez y siete: raciocinio, tergiversación, concatenación, resplandor. Eso porque acababa de salir de ensayo y ese pedazo de texto me daba vueltas en la mente. Ingenio.
“Siempre ha sido mi costumbre tratar a las palabras con respeto”. Y sí lo hago. Eso lo tengo en común con mi personaje. Uso las palabras de maneras muy precisas. Sí, el español es mi segundo idioma y no lo hablo perfectamente. Lo hablo a mi manera y he de confesar que uso ciertas palabras en sentidos propios, y hasta invento algunas. En la traducción es válido inventar una palabra si la raíz de esta, los prefijos y/o los sufijos usados existen dentro del idioma. ¡Vaya! Jamás me debieron haber dicho semejante cosa. Todo es que me den un poco de cuerda y no respondo por los alcances, por las distancias que correré.
Recuerdo de nuevo a la chamana brasileña que me bautizó los labios usando agua de luna llena y pétalos de bugambilia. “Nunca vuelvas a quedarte callada”.
Creo que mi palabra favorita es “libélula”.