Llenarse de tierra versus la masa amorfa

Opinión
/ 23 junio 2025

Vivimos en un fascismo blando y es mejor saberlo. Es un fascismo que es suavemente autoritario, es decir, es una mezcla de capitalismo de mercado con un Estado extralimitado en funciones

Los seres humanos, como especie, estamos dotados de un cuerpo que nos permite usar nuestras manos para sembrar, abrazar, trabajar y construir. Por su parte, la Inteligencia Artificial y las redes sociales contribuyen a la pérdida de interacción con el mundo material. Hay quienes consideran un riesgo salir al campo y llenarse de tierra mientras las manos cavan para sembrar o para cuidar la flora o fauna.

Mejor lo aséptico de una habitación, donde la pantalla −a la que uno mira− está encendida las 24 horas. Mejor vivir conectados, tal vez renunciar al cuerpo y constituirnos en una masa amorfa casi, con extremidades que aventuren a uno de sus dedos a pulsar y apoyar las publicaciones que venden productos o promueven la guerra y la invasión; todo junto, sin diferencia alguna, un gran espectáculo sin salir de casa.

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Todo como un largo catálogo de sensaciones que impactan el cerebro y promueven una cierta inactividad. Este es el sueño de la democracia capitalista neoliberal: negocios sin límite, sean estos de guerra o de venta de mascotas en línea.

La conciencia ecológica incluso fue deshecha bajo la falsa idea del desarrollo sostenible, que implica que nada tiene un tope, un nivel de carga máxima a respetar. Todo a partir de la demanda. Que los sistemas colapsen es preferible a decir “basta”.

Si el terror eran el estalinismo −que fue un socialismo brutal− o el fascismo con su nazismo y crímenes, ahora estamos frente a un capitalismo que en el discurso se apoya en la democracia, pero que en los hechos ejerce tiranía, como estos dos modelos previos citados.

Hablo de la panacea del discurso: Estados Unidos de Norteamérica. Hay un ejercicio tiránico que no respeta los límites impuestos por esta supuesta democracia que, se dice, define a este país como la tierra de la libertad.

Libertad para atacar, así ha demostrado su economía de guerra, derrocando regímenes en Oriente, que en su propio desarrollo habían transitado a la laicidad; apoyando y dando armamento a grupos radicales para que ejecutaran golpes de Estado que le permitieran contar con territorios de paso, yacimientos petroleros o de minerales. Regímenes que, por cierto, se encuentran en contra de los derechos de las mujeres. EU eliminó sus propias vías de transformación hacia formas más democráticas, demonizando lo que como Estado intervencionista creó y alimentó con armamento y asesoría.

¿Es este progreso el que quiere la humanidad? Por supuesto que no. Millones han salido a las calles a protestar en ese y en otros países. Al parecer la conciencia de un desarrollo autolimitado se está haciendo visible. Hay más personas que piensan que la autolimitación es el inicio de un real cuidado de la naturaleza a la que pertenecemos y de la cual formamos parte. Todo organismo que crece sin control es una metáfora cancerosa.

Sin embargo, el ecologismo ya no existe en las agendas políticas como un agente de cambio, ha sido pervertido y tomado por empresas como negocio, como bandera o como excusa para limpiar sus firmas de los desastres ambientales, de los monocultivos que dejan de lado prácticas de cultivos de comunidades enteras.

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Vivimos en un fascismo blando y es mejor saberlo. Es un fascismo que es suavemente autoritario, es decir, una mezcla de capitalismo de mercado con un Estado extralimitado en funciones.

El filósofo alemán Theodor Adorno dijo algo así: “Sólo la desesperación podrá salvarnos”. Y sí, esta desesperación ya se está dando con participación global. Hay mucho camino y trabajo al respecto. Por fortuna, hay más gente que se suma a usar sus manos, salir a la calle y al campo y comprender, a partir de sus propias observaciones, qué es lo que pasa y qué es lo que se necesita. Las comunidades de apoyo están multiplicándose.

El vocablo “tierra” proviene del latín terra, y este a su vez de la raíz protoindoeuropea ters, que significa “seco”.

Nacida en Monclova, Coahuila. México, en Junio 3 de 1969. Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Maestra en Historia de la Sociedad Contemporánea. Doctora en Ciencias y Humanidades para el Desarrollo Interdisciplinario. Ha publicado entre otros, “Los frutos del sol“ (Castillo MacMillan 2005) libro infantil y poemarios entre los que figuran Casa de sol (FECA-CONACULTA 1995), “Ruido de hormigas“ (Gatsby Ediciones, 2005), Carne para las flores, antología personal (Aullido libros, España 2011), Las flores desenfundan sus espinas, antología personal (Secretaría de Cultura de Coahuila, 2013) y “Donde la piel“ (Mantis Editores/CONARTE, 2019). Aparece en “Anuario de poesía mexicana“ (Fondo de Cultura Económica, 2006).

Obtuvo el primer lugar en fotografía Coahuila luz y forma 2003. En poesía, recibió beca del FONCA, estímulos como joven creadora y como creadora con trayectoria del FECA y del PECDA en varias ocasiones. Fue becaria FORCA-Noreste 2011-2012, en Lima, Perú donde impartió talleres sobre poesía objetual. Como invitada de honor del Festival Internacional de Teatro Tánger 2013 en Marruecos, se leyó su poesía traducida al árabe. Parte de su trabajo también tiene versiones en inglés, alemán, portugués y francés. Entre las revistas en las que ha publicado, destacan el número inaugural de la revista de poesía contemporánea de Valencia “21veintiúnversos“, ( octubre de (2015), y “Lichtungen“ (noviembre de 2016) en el apartado “Literatura del norte de México“, en el que sus poemas fueron traducidos por Christoph Janacs.

Fotografías medio ambientales, video poemas y atmósferas sonoras fueron exhibidos en la Galería Mohammed Drissi de Tánger (Julio-agosto 2021). Participó en la muestra de arte coahuilense titulada Segar el mar, dentro del 49 Festival Cervantino. Parte de su trabajo se encuentra en el portal virtual www.thenatureofcities.com, al lado de artistas medio ambientales del mundo. Actualmente es Directora de Divulgación Científica en el Museo del Desierto.

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